Siempre han sido la Quinta del Buitre, pero no nos planteamos de dónde viene el apodo, ni quién les bautizó como tal. Y en 'Mi casa es la tuya' descubrimos que surgió a raíz de un artículo que escribió Julio César Iglesias. "Por una parte estaba el efecto quinta marcha, porque los coches acaban de incorporar la quinta, por otro lado el efecto quinta como promoción, y para redondear, porque eran cinco", explica el periodista que los bautizó.
Y del apodo Quinta del Buitre a otro que tenemos interiorizado sin cuestionar: el de Míchel. A solas con él en su casa, Bertín Osborne quería saber de dónde venía el nombre llamándose Miguel, y éste desvelaba que "de pequeño era gordito, como el de las ruedas". Rellenito, colchonero y orejón, Míchel recuerda de pequeño ir a los partidos al Calderón, y cuenta como algo natural pasar de Michelín a Míchel, hasta el punto de que "nadie me llama jamás Miguel".
De familia humilde, Míchel cuenta con emoción que la lotería de Navidad les cambió la vida hace 51 años, cuando le tocó a su padre. Cuando le fichó el Real Madrid de pequeño, lo que más le llamó la atención fue "el paquete de ropa limpia y planchada" que le daban todos los días, y que en la carta que le mandaron para decirle que le habían fichado le llamaran de usted.
De sus partidos en primera división recuerda perfectamente el zumbido de las miles de personas esperando para verle jugar, se ríe del toque a las partes más íntimas de Valderrama, y con total naturalidad junto a Bertín Osborne, niega cualquier roce con Florentino Pérez. "Seguramente si hubiéramos jugado con Florentino nos hubiera elegido a uno de nosotros, pero no tengo ningún problema con él", aclara Míchel sobre la polémica y la llegada de Zidane como entrenador del club. Pero cuando más tierno y a la vez serio se pone Míchel es cuando habla de su hijo Adrián, de cómo era entrenar a su propio hijo y sentirse responsable de su herencia sobre su hijo.
¿Quién iba a imaginar que Emilio Butragueño jugó tres años al baloncesto antes de ser futbolista? El dos veces Balón de Bronce jugó un primer partido en la canasta porque a sus compañeros les faltaba un jugador, y sin apenas saberse las reglas del juego, terminó convencido por el entrenador para dejar de lado el fútbol durante tres años, afición a la que no volvió hasta los trece. Con perseverancia, y dando la espalda a la oferta del Atlético de Madrid, terminó fichado por el equipo blanco.
No podía ser de otra forma: unir a Míchel, Emilio Butragueño, Manolo Sanchís y Rafael Martín Vázquez en la cocina sólo podía ser para hacer un merengue. El resultado final del plato deja un poco que desear, pero el proceso de creación es de lo más divertido: Rafa separa yemas y claras con soltura, Butragueño poniendo orden... ¡y Bertín comiéndose las yemas crudas! Y cuando no podía ser todo más surrealista, va Míchel y se pone a presumir de su sándwich de nocilla con chorizo. Ojipláticos nos hemos quedado.
Hablar de la Quinta del Buitre supone llegar al éxtasis con Sanchís levantando la séptima, y aunque fue el logro sólo de uno, la alegría y emoción invade aún a todos al recordarlo. "Levanté dos, la séptima y la octava", recuerda Manolo, que nos cuenta que empezó de portero pero que le gustaba jugar en todas las posiciones: "Lo hacía por una razón sencilla, y es que la mejor forma de ser defensa es entender al delantero y ponerse en su sitación". Comparte los piropos con Martín Vázquez, reconocido su juego por sus compañeros y que no entienden por qué el Bernabéu le criticaba. Ahora juntos, cómo son las cosas, comparten un nuevo proyecto en común: un club en el que entrenan ya a un grupo de 220 chavales.
Ver a cuatro de los cinco de la Quinta del Buitre jugando juntos de nuevo, aunque sea al futbolín, es toda una suerte. Y que sigan siendo amigos y echándose unas risas juntos, un ejemplo.