Revilla desvela qué fue lo peor de la boda real: "Había mucha cola para el baño, me encontré al rey de Noruega en el trono"

El 22 de mayo de 2004, ante más de 1200 invitados y la atenta mirada de toda España a través de televisión, el por entonces Príncipe Felipe y Letizia Ortiz se daban el 'Sí, quiero'. Era una lluviosa y gris mañana de primavera y miles de personas se agolpaban bajo su paraguas en los alrededores de la catedral de la Almudena, en Madrid, para ver llegar a los novios.

Durante la ceremonia y en todo momento los jóvenes novios se intercambiaron miradas cómplices y nerviosas propias de la emoción que sentían. Tras convertirse en marido y mujer, los recién casados recorrieron en un Rolls-Royce el camino que les llevaba hasta la basílica de Nuestra Señora de Atocha donde la ya Princesa depositó el ramo de novia.

Ya de vuelta en el Palacio Real, los recién casados se asomaron al balcón para saludar a las miles de personas que les aplaudían y vitoreaban y, aunque no se dieron el beso que la multitud les pedía, sí que protagonizaron un tierno abrazo y beso en la mejilla que quedó para la historia. Pocos minutos después comenzaba en el Palacio Real un banquete que dejó infinidad de anécdotas y que este especial desvela por primera vez en televisión.

Las anécdotas nunca contadas de la boda real

Este especial de Telecinco por el 20º aniversario de la boda real ha contado con la presencia no solo de algunos de los grandes periodistas de este país que cubrieron el enlace, si no además con algunos de los invitados del enlace, como es el caso de Miguel Ángel Revilla, por entonces Presidente de Cantabria.

Revilla ha desvelado unas de las anécdotas más pintorescas de aquella boda real que tuvo pegados al televisor a miles y miles de personas: "Para mí fue muy duro aguantar sin ir al baño exactamente cuatro horas y media habida cuenta de que tengo un problema prostático. Yo vi una puerta entreabierta y dije 'esta es la mía, no hay nadie', pero allí estaba el Rey de Noruega, sentado en el trono".

La periodista Rosa Villacastín recordaba la entrada de Carolina de Mónaco en la catedral completamente sola porque su por entonces marido, Ernesto de Hannover, se había ido de borrachera la noche anterior por Madrid: "Ese momento fue memorable, pero no fueron los únicos, los Saboya tuvieron una gorda antes de la boda, se dijeron de todo".