Madre mía, Amador ya no sabe qué hacer, no tiene un duro. Ahora solo se dedica a sacarle los perros a una señora muy rica. Y no le da para nada. Palmira le pide que se quede una rato más con ella, se siente muy sola y un poco de compañía no le viene mal: “Te pago una hora más”, le dice. El Cuqui acepta encantado.
Palmira le invita a tomar algo, porque eso de beber sola es de borrachas y ella no lo es. Y Amador acepta de nuevo encantado. Cuando llevan unas copitas de más, el Cuqui empieza a contarle todos sus males, que si le cambiaron por una planta en el banco, que si Maite le puso los cuernos, que si acabó viviendo en el bosque, en un garaje… “toda una vida de ‘sinsudores”, le confiesa entre lágrimas. Y Palmira le acaba dando algún que otro consejo, lo de la Cuqui no se va a arreglar nunca pero lo de sus hijos sí que tiene solución, solo tiene que ganarse su cariño.
“No sé qué tengo pero tengo un imán para viejas”, le cuenta Amador, que si Sonsóles, que si Milagritos… “Le hice un striptease”, le confiesa a Palmira. Al escucharle, le pide que le haga uno, le paga 100 euros. Y el Cuqui no se lo piensa ni dos veces. Un striptease para Palmira: “Mira, mira, mírame”.