Fermín y Vicente se hicieron cargo de Ursulita cuando Lola se fue a Estados Unidos a trabajar. Pero los problemas con la pequeña crecen cada vez más y ahora el espetero está muy preocupado porque cree que una presencia maligna se ha hecho amiga íntima de su nieta.
“Los espíritus son como los catarros, que se te agarran al pecho y luego no salen”, le dijo Fermín a su marido para intentar convencerle de que había que tomar cartas en el asunto. Pero el hombre cojín no estaba dispuesto a moverse del sofá, así que el espetero decidió recurrir al padre Alejandro, que aunque ya no es cura, algo sabrá sobre estos temas demoníacos.
Alejandro y Fermín van a hablar con Ursulita, que les espeta que su amigo Andrés le ha dicho que Dios no existe. ¿Y quién es ese tal Andrés? Un niño al que nadie más que ella puede ver… Tras conocer esta información, los dos valientes se marchan de la habitación de la niña y deciden recurrir a la ouija para descubrir quién es la presencia que se ha colado en casa de los Maroto-Trujillo. Alejandro era reticente a emplear esas artimañas contrarias a los dictámenes de la Iglesia, pero Fermín, con su labia habitual, se salió con la suya. El tablero les indicó un nombre: “Velzevú”.
Ese tipo de presencias requieren la intervención de expertos, así que Fermín y el expadre Alejandro decidieron recurrir al Arzobispado para que les mandara un profesional.