Bruno ha decidido dar un vuelco a su vida: cree que es momento de tener un hijo. Pero no quiere hacerlo solo, sino con una mujer a su lado. Así que sube al primero y llama a la puerta de Raquel para proponerle que sea la madre de su retoño. Ella, harta de llevar cuarenta años esperando a un príncipe azul que no acaba de llegar, accede. ¡Van a ser papás!
Bruno y Raquel están muy contentos, pero quien no se lo tomó tan bien fue Enrique. El político no quiere perder a su amigo y cree que si tiene un hijo la relación que hay entre ellos y con la que tan cómodos están ambos acabará por desmoronarse. Por eso idea un plan genial para acabar con las posibilidades de la procreación: como Bruno y Raquel han acudido a una clínica para que se encargue de todo el proceso, Enrique decide intercambiar el semen de Bruno por el de… ¡Vicente Maroto! Cree que él esperma del hombre cojín será de tan baja calidad que el pianista acabaría por desistir, pensando que sus soldaditos no eran capaces de concebir un hijo. Pero su sorpresa fue máxima cuando la doctora les comunicó que el semen entregado era excelente, de lo mejorcito que había visto nunca. Era hora de recurrir a otra argucia…
Enrique pidió ayuda a Coque y ambos se colaron en la clínica. A pesar de todo, el político no podía permitir que inseminaran a Raquel con el esperma de Vicente. Pero el plan salió muy mal: había cámaras grabando todo y Bruno y Raquel acabaron enterándose. Enrique decidió seguir adelante con la mentira, explicando que todo fue culpa de Coque: les dijo que el exconserje llevaba años enamorado de Raquel e intentó cambiar el semen para tener un hijo con ella.
Al final, la entrada triunfal de Fermín dejó en evidencia la última mentira de Enrique, que tuvo que acabar confesándoselo todo a Bruno.