Recién salida de la cárcel, con el polígrafo de su amiga presidiaria en la mano y dispuesta a conocer toda la verdad sobre su falsa acusación, Menchu Morcillo ha regresado a Montepinar y lo ha hecho pisando fuerte.
Aunque nada más pisar el portal se ha dado cuenta de que ya no es la presidenta y que sus palabras en las juntas de vecinos han perdido fuerza, Menchu ha puesto a todos los vecinos contra las cuerdas. La Morcillo ha ido puerta por puerta poniendo a prueba la veracidad de sus vecinos.
Aunque algunos se han mostrado más resistentes que otros, el poder de persuasión de Menchu ha conseguido que hasta Doña Fina se pusiera los cables. Antonio Recio era el único que no estaba dispuesto a someterse a la máquina de la verdad porque sabía que iba a ser muy, muy complicado superar la prueba con éxito.
Sin embargo, tras noches de estudio y practicar varias técnicas alemanas para engañar a la máquina, Recio se ha sentado frente a las Morcillo para decirles su verdad y… ¡Premio! Ha conseguido engañar al polígrafo. Menchu no entendía nada y no podía explicarse que no hubiera sido ningún vencido el que le hubiera vendido ante la policía. Todo era tan raro que hasta Fermín resulta que la quería de verdad.
Lo que Menchu no podía imaginar es que su hija Yoli estaba detrás de todo esto y que tenía al señor del polígrafo comprado y muy comprado.