Ana no se esperaba las imágenes que vio de Cristian en la primera hoguera. En lugar de su novio, le pareció que su comportamiento correspondía más a alguien que no tenía pareja. Acabó derrumbándose y marchándose de la hoguera para intentar tranquilizarse, aunque volvió cuando sus compañeras fueron a buscarla.
De vuelta a la villa, Ana decidió que no quería pasarse el día llorando y pensando en su novio. Por eso, en la siguiente fiesta empezó a desmelenarse como no lo había hecho desde su llegada a ‘La isla de las tentaciones’.
“Por ti, por mí y por nuestra mi**** de novios”, brindó con Laura. A partir de ahí, disfrutó bailando, jugando con los solteros y el hielo e incluso confesó que le encantaría ser gogó, pero que su novio no la dejaba.
El comportamiento de Ana y Cristian en las villas provocó un intercambio de luces rosas. Ana no sabía que era la suya (de hecho, Tania estaba convencida de que era Samu quien se estaba pasando de la raya), mientras que él sí que lo tenía asumido. Por eso, cuando se encendió su luz, decidió vengarse: “Soy muy orgulloso, me duele, no sé qué está pasando en la otra villa y reacciono”.
Dicho y hecho. Tras escuchar la luz rosa, Cristian avisó: “Yo nunca pierdo”. Y besó en la boca a María de los Ángeles y a Jessica, sus solteras favoritas.
El primer soltero en el que Ana se fijó fue Álvaro, pero con el paso de los días, a quien le apetecía conocer más era a Vladi. El sevillano era el favorito de Paola, pero confesó que, de tener que elegir, se quedaría con la novia de Cristian.
Ana también reconoció que el sevillano era su prototipo y decidió hacer una locura con él: lanzarse a la piscina de improviso y con la ropa puesta.