El programa proponía a acampados y residentes un último robo antes de que llegue el final de ‘La casa fuerte’. Las reglas eran sencillas, cada grupo debía robar un objeto al otro sin que se diera cuenta. Encantados, todos se dispusieron a idear sus planes para llevar a cabo el hurto.
Los acampados tenía claro su objetivo: la olla. Su plan era dar un cambiazo: Rebeca y Efrén despistarían a los residentes y Tom daría el cambiazo gracias al cubo de la fregona. Dicho y hecho. Un plan sencillo pero efectivo. La idea de los residentes era algo más complicada…
Los habitantes de la casa pretendían, con la excusa de leerles dos cartas de amor y cariño, secuestrar a Rebeca y Sandra para que cuando sus compañeros acudieran a rescatarlas ir y robarles el fuego. A priori, el plan parecía perfecto y así comenzó.
Rebeca se creyó el cuento de Albert al punto de ponerse a llorar con su carta de ‘amor y amistad’, a Sandra no se la colaron, pero la cogieron por la fuerza. ¿El problema? Que nadie acudió a rescatarlas. La conclusión la dio una dolida Rebeca: “Aquí ya no te puedes fiar ni de Albert”.
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