Los directivos de la felicidad: la nueva moda de las empresas para mejorar el clima laboral
La felicidad es un concepto tan relativo que es difícil encontrar dos deseos iguales. La coctelera de la satisfacción laboral lo admite todo: salario, conciliación, formación, ambiente agradable o herramientas más tecnológicas. Algunos incluso le añaden la posibilidad de llevarse sus mascotas al trabajo o trabajar desde casa.
Y a pesar de que se trata de una aspiración universal, no siempre se entiende como algo positivo. Según Elisa Agudo, que ha desarrollado la labor de Jefa de Felicidad en importantes empresas, “todo lo que incluye la palabra felicidad en España genera cierta reticencia y escepticismo”, algo en lo que tiene mucho que ver la imagen que han dado algunas de las grandes empresas tecnológicas con sus propuestas “pioneras" y que la gente ha tendido a “frivolizar”.
Tampoco los trabajadores tenemos muchas veces claro qué es la felicidad o a qué felicidad aspiramos. Andrés Quinteros, Director del Centro Psicológico CEPSIM, cree que “los trabajadores no saben cómo buscar la felicidad”, que “hace falta concienciación” y, sobre todo, que “podamos encontrar el bienestar más allá que la propia felicidad”.
Esta confusión de los trabajadores sobre lo que significa la felicidad en el trabajo nos lleva muchas veces como afirma Lidia Nicolau, jefa de Felicidad en Habitissimo, a olvidar que este tipo de responsables “no tienen que hacernos feliz a nosotros sino generar el entorno en el que nos podamos desarrollar de la mejor manera posible”.
El dinero no lo es todo
Algo en lo que coinciden estos expertos es que antes de hablar de felicidad o de bienestar hay que tener cubiertos unos mínimos socioeconómicos a partir de los cuales es posible plantearse algo más que la simple supervivencia del día a día.
Quinteros señala la famosa pirámide de Maslow en la que se jerarquiza las necesidades humanas en cinco estratos. Para este psicólogo especializado en terapia laboral, “si las necesidades básicas no están cubiertas no podemos pensar en otras superiores”. Es decir, que “si mi trabajo no me permite tener un hogar adecuado, comer bien, vestirme o tener calefacción, difícilmente podré pensar en otras cosas”.
Por ello, el secreto del éxito de un Jefe de Felicidad está en “la información”. Nicolau asegura que “es fundamental estar consultando continuamente al trabajador y estar en contacto con él”. Su empresa, Habitissimo, dedicada a poner en contacto personas que quieren hacer una reforma o reparación con profesionales del sector, ha desarrollado una aplicación para que sus trabajadores puedan reportar a la dirección “lo que les hace feliz”.
Elisa Agudo recupera la necesidad de estar informado de forma individual que cita Nicolau al asegurar que “cada trabajador tiene una idea de felicidad diferente y para saber distinguirlo hace falta una preparación previa y una concienciación empresarial de lo que supone esto”.
Para esta experta, “se trata de conocer para qué se implantan estas medidas y que la gente sepa hasta dónde está delimitada y qué sentido tiene”.
En Habitisimo, recuerda Lidia, “primero procedimos a definir qué es la felicidad del trabajador y, a partir de ahí, se van adoptando medidas”. Se trata de un proceso que trata también de saber en qué momento se encuentra cada trabajador respecto a las medidas adoptadas. Por ello, “anualmente hacemos tres encuestas para ver si nos estamos desviando o cumpliendo; o incluso si hay nuevas demandas porque esto es algo muy cambiante”.
La experiencia de Elisa Agudo y Lidia Nicolau coincide en muchos aspectos con lo afirmado por Andrés Quintero. Los tres están de acuerdo en la necesidad de “poder encontrar satisfacción en lo que hacemos”, sin olvidar nunca que “trabajamos fundamentalmente para poder vivir”. Y ya que “tenemos que ir a trabajar” sí o sí, “de lo que se trata es de ver qué entorno podemos generar para que sea lo más divertido y agradable posible”. Se trata, concluye Lidia Nicolau “de una filosofía que tiene detrás mucho trabajo”.
La felicidad empieza por el sueldo
Puestos unos detrás de otros, las horas que pasamos trabajando suponen entre el 10 o el 15 por ciento de nuestra vida. Mucho tiempo como para no buscar la felicidad durante todo ese lapso.
Andrés Quinteros está convencido de que no solo “es posible ser feliz en el trabajo, sino también necesario. Es importante que podamos encontrar satisfacción en lo que hacemos”.
Por eso lo que siempre pedimos es más sueldo porque se trata de “tener un mínimo garantizado que nos permita vivir” como asegura Lidia Nicolau. Pero logrado este objetivo, “más salario tampoco te hace más feliz o, por lo menos durante mucho tiempo porque acabas acostumbrándote”.
Y es que antes tendíamos a enfocar “los aspectos del bienestar relacionándolos con cosas del trabajo y ahora, asegura Quinteros, para muchas personas se trata de aspectos más relacionados con la conciliación”.
Esto nos lleva, según Agudo a que “si hablamos de felicidad habría que tomar medidas que abarquen algo más que lo profesional, aspectos que vayan un paso más allá de la conciliación o mezclar la flexibilización horaria con el teletrabajo de forma que se borren los horarios rígidos”.
Sean cuales sea las medidas que se implementen en la empresa para lograr esa mezcla de felicidad y bienestar hay que tener herramientas para conocer lo contrario: la infelicidad del trabajador. Por ello, los responsables de estas estrategias han de medir antes de la aplicación de las mismas para después volverlo a hacer cuando lleven un tiempo funcionando.
Elisa Agudo señala a las encuestas de clima como el instrumento ideal para ello. “En estos cuestionarios no solo nos interesamos por la ergonomía física o ambiental sino que también se encuesta sobre parámetros relacionados con la felicidad o el compromiso de los empleados”.
Podría parecer que el objetivo de alcanzar la felicidad es solo individual pero las empresas también tienen una responsabilidad en ello al ser las capacitadas para crear el ambiente en el que esta sensación de bienestar surja y se desarrolle. Como aseguran estos expertos, se trata de un proceso de “transformación cultural” (Agudo) que busca el “empoderamiento de las personas” (Nicolau) para que estas “puedan crecer y desarrollarse laboralmente” (Quinteros).
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