¿Qué secuelas deja el cáncer de mama?
El cáncer de mama deja determinadas secuelas una vez superado: el ejercicio físico, una dieta equilibrada y atención psicológica son tres pilares básicos
Existen determinadas pruebas que deben realizarse periódicamente una vez superada la enfermedad: no te las saltes y comenta cualquier cambio a tu médico
Un estudio revela una nueva diana farmacológica contra el cáncer de mama triple negativo
No hay mejor noticia para un paciente de cáncer de mama que superar la enfermedad con éxito y retomar su vida con normalidad. Sin embargo, también hay ciertas secuelas de la enfermedad que debemos tener en cuenta para que todo funcione de la mejor forma posible. Además, puede ser el momento perfecto para cuidarnos mejor que nunca: las situaciones de crisis muchas veces pueden transformarse en una oportunidad de oro para poner en orden nuestras vidas, poner el foco en lo importante y rodearnos de las rutinas y cuidados necesarios para sentirnos bien y dar lo mejor de nosotros mismos. Toma nota de cuáles son las secuelas del cáncer de mama y qué puedes hacer para evitarlas o reducir su efecto.
Secuelas tras el cáncer de mama
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Superar un cáncer de mama es todo un logro que merece ser celebrado, aunque es posible que determinadas secuelas de la enfermedad y del tratamiento recibido sigan condicionando nuestras vidas de alguna manera. La quimioterapia, la radioterapia, los tratamientos hormonales que deben seguirse durante varios años tras el tratamiento, la cirugía... son medidas que no resultan inocuas y que deben llevarnos a tener especial cuidado en ciertos aspectos para encontrarnos lo mejor posible. Las más frecuentes durante el tratamiento, muchas veces relacionadas con la quimioterapia, son nauseas y vómitos, alteraciones en el gusto, caída de cabello, agotamiento físico extremo, que surgen a corto plazo, debilidad... Pero otros síntomas persisten después de finalizar el tratamiento.
Un de estas secuelas es el llamado linfedema o edema linfático, que consiste en la inflamación del brazo de la mama afectada provocada por la acumulación de líquido en este área, llamado linfa. No siempre ocurre pero, tal y como explica la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC), hay que tener en cuenta que la cirugía del cáncer de mama conlleva, en ocasiones, la extirpación de los ganglios linfáticos de la axila, lo que dificulta la eliminación de la linfa. Por eso ésta tiende a acumularse en el brazo, enlenteciendo su reabsorción y provocando edema.
El riesgo de aparición del linfedema aumenta si, además, es necesario administrar radioterapia para completar el tratamiento. Además, aunque en ocasiones aparece justo después de la cirugía, otras veces puede tardar años en manifestarse, haciéndolo gradualmente. En el 80 por ciento de los casos de linfedema, este aparece a lo largo de los tres años posteriores a la cirugía. De tu parte, puedes intentar facilitar el drenaje linfático gracias al ejercicio suave, así como utilizando vendajes de compresión o masajes. Eso sí, hazlo siempre bajo supervisión médica y siguiendo las indicaciones de un profesional.
Si bien esta es la secuela principal del cáncer de mama, existen otras menos frecuentes, como pueden ser alteraciones en las articulaciones o en los huesos, así como pérdida de masa muscular. Ello puede derivar en osteopenia, osteoporosis (debido a la falta de calcio) y en dolor articular. Un profesional podrá recomendarte el tratamiento adecuado, como ejercicio, una dieta rica en calcio... con el fin de evitar este tipo de efectos de la terapia contra el cáncer de mama.
Además, en ocasiones aparece deterioro cognitivo y problemas relacionados con la memoria, la concentración y la atención. La forma de paliar estos síntomas o de evitar su avance dependerá del problema concreto, pero recuerda siempre que, de la misma forma que ejercitamos nuestro cuerpo, podemos y debemos ejercitar nuestro cerebro a través de estímulos constantes que nos supongan un reto. Por ejemplo, aprender un idioma.
La menopausia precoz y la esterilidad son otras consecuencias relativamente frecuentes, relacionadas con los efectos de la quimioterapia, que pueden afectar a la función ovárica. En estos casos es importante tomar todas las medidas posibles para pasar por este tránsito de la forma más cómoda posible, y siempre es recomendable apoyo psicológico para adaptarnos a la nueva situación y a las pérdidas y duelos que ello supone, como la imposibilidad de ser madre tras el tratamiento. También la sexualidad puede verse afectada, tanto por motivos emocionales como relacionados con la menopausia precoz: consulta a tu médico en cada caso para obtener el tratamiento adecuado y mejorar tu vida sexual, de la mano de, si es el caso, tu pareja.
Además, el cúmulo de vivencias y secuelas que atraviesa un paciente de cáncer de mama puede derivar en trastornos psicológicos, tanto durante la enfermedad como posteriormente. Acudir a un psicólogo para tratar una posible depresión, cuadros de ansiedad, síndrome de Democles (miedo a la recaída), problemas de autoestima... es siempre la mejor receta para recuperar tu estado de ánimo y poder hacer vida normal.
Por último, no olvides la importancia de las revisiones médicas: son básicas para detectar posibles recaídas, segundos tumores o metástasis, así como para mantener controlados todos estos efectos secundarios. Sigue las pautas de tu médico y no te saltes ni una. El ejercicio físico es, según recuerda la AECC, un aliado básico: te ayudará a fortalecer tus músculos y huesos y a encontrarte de mejor humor. Lo mismo se aplica a una alimentación saludable y un descanso de calidad: son los ingredientes básicos de la rutina de autocuidado que todos merecemos, aunque muchas veces la dejemos de lado.