Madrid, es una ciudad que acoge e integra y yo hasta diría que fue inventada por aquellos que no somos de Madrid, aunque le pertenezcamos. Aquí, oriundos y llegados hemos ido construyendo uno de sus rasgos distintivos: la hospitalidad. Madrid es un espacio en el que nadie te pregunta de dónde vienes y a dónde vas, es una ciudad en la que todo es de todos.
Las navidades en Madrid son de una alegría contagiosa, la ciudad se llena de brillos de luces, belenes tradicionales, mercadillos, espectáculos puramente navideños. Es este un tiempo que lleva la marca de la familia. Vienen los míos, los niños y los padres, dispuestos a que se desborden las magias y los sueños.
La primera incursión ciudadana la hacemos en el mercado navideño de El Corte Inglés de Castellana, en donde un montón de 'food trucks' están esparcidos en el espacio que habitualmente está destinado a parking al aire libre del centro comercial. Elegimos para comer la oferta de Dabiz Muñoz y sus Pollos Muñoz, pedimos una chickenburguer: un contramuslo de pollo de corral macerado en salmuera durante 48 horas, queso gouda, salsa búfalo con chipotle y pimentón de la Vera, tártara japonesa y rúcula. Estupenda elección, el pollo fino y crujiente y sus aderezos, lo hacen un bocado tan sabroso como espléndido; para acompañar una patatas fritas con lima tajín que le dan un plus a la oferta. El cierre dulce de la comida es la tarta de la Pedroche, una tarta de queso de sabor intenso, sumamente delicada y cremosa.
Es prodigiosa esta concentración urbana de oferta gastronómica que se ve muy concurrida en las horas de comida y cena, aunque nada igual que la demanda que tienen los Pollos Muñoz donde la concurrencia es algo estratosférico.
La tarde cae en Madrid con los hilos finos que tejen la claridad decembrina. Es víspera de festivo y en la ciudad toca ir sorteando urgencias y alentando necesidades. Hay que prepararse para disfrutar de uno de los espectáculos más demandados de la Navidad madrileña: El Manantial de los sueños, en el Jardín Botánico Alfonso XIII, en la Ciudad Universitaria, una congregación de reinos navideños, con hadas, elfos, Papá Noel, luces y los Reyes Magos. Un hogar de majestuosos personajes en un ambiente electrizante y mágico; luminoso, forjador de todas las ilusiones infantiles.
Es hora de cenar y de probar un local de reciente apertura en Madrid: Colmado 69, en la calle Numancia. El nuevo itinerario gastronómico de Óscar Fernández Mendieta que ya nos había dejado muy buen sabor de boca de Decomer Aparte, su anterior aventura gastronómica. Colmado 69 es un bar de vinos con cosas ricas: conservas, embutidos, croquetas, ensaladilla… Y eso fue lo que pedimos, más unas mini hamburguesas de factura impecable. Muy buen ambiente y muy buen gusto para los vinos. La cena la acompañamos con uno de mis vinos fetiche: Pícaro del Águila 2021, elaborado en una bodega familiar de la Aguilera (Burgos). Este vino para mí tiene el trazado de un grand cru: fino, con sabores muy frutales, persistente y agradable. Un vino a recordar.
Colmado 69, es un sitio muy prometedor y que dará que hablar en Madrid: honestidad, buen producto y sin más pretensiones que las de hacer felices a sus clientes y hacerles disfrutar de una oferta muy agradable.
En la noche, se agolpa el bullicio navideño con lo propio de una jornada pórtico de un festivo.
Madrid es una ciudad capaz de respirar a oscuras.
El día amanece importante porque después de varios intentos incapaces de vencer a nuestras obligaciones hemos quedado a comer con la Familia del Rey, los propietarios de El Corral de la Morería: Blanca y sus hijos Juanma y Armando. La cita es en Asturianos por aquello de acercar todos los afectos y concentrarlos en ese lugar mágico, esa taberna ilustrada y galdosiana. Alberto Fernández, nos recibe con esa destreza tan suya para desenvolverse en la vida y distingue nuestra mesa con unos vinos que son pura magia y una manera singular de distinguir un deseado encuentro: Pierre Gimonet Fleuron 2019, un champán mono varietal de chardonnay lleno de finura y elegancia, ideal para acompañar el primer plato: esas inigualables sardinas servidas en aceite de oliva y tomate que son marca de la casa. La Bota de Manzanilla 42 de Equipo Navazos es una de las botas míticas de la bodega; delicado, salino, en el decir del gran Eduardo Ojeda este es el vino de la alegría.
Lo acompañamos con una ensalada templada de gambas y canónigos que también es otra de las señas de identidad de Asturianos. Alberto descifra la clave de su joyero y pone sobre la mesa La Bota de Palo Cortado 62 también de Navazos, hecho para conmemorar el décimo aniversario de este grupo que sabe como nadie del maestrazgo de los vinos del Marco de Jerez. Elegante, complejo, concentrado; procedente de una sola bota que envejeció durante más de 50 años en la Bodega Campano. De verdad, una joya, de esas imposibles de encontrar sino es en la generosidad de la amistad. El emparejamiento gastronómico es con las verdinas de Doña Julia, las mejores de Madrid. El cierre de la comida es también otro clásico de Asturianos: el flan de queso, único, maravilloso, de una cremosidad que no es fortuita y el ma non troppo líquido: Valdespino Pedro Ximénez Niños Vors, una maravilla, excepcional concentración de sabores: chocolate, café, frutos secos…
“Puerta cerrada, taberna encendida. Nadie encarcela a sus licores”, escribió Miguel Hernández, que precisamente vivió, durante su estancia madrileña, en el edificio adyacente a Asturianos.
Una ciudad dedicada a la brisa, de nuevo Miguel Hernández, a esta tenue que sopla en la noche festiva plagada de luces, de 12 millones de bombillas que la adornan en este período. Se impone su recorrido para que los visitantes disfruten del espectáculo. Árboles que pueblan muchos rincones, el más sobresaliente el de la Puerta del Sol de 37 metros de altura. Edificios engalanados, plazas vestidas para la ocasión, la de España con su gran bola de Navidad. En algunos lugares, hacen bailar sus luces al ritmo de Maríah Carey y su 'All I want for Christmas is you'. Los hoteles más distinguidos de la ciudad iluminados de manera prodigiosa, un ángel gigante en la Plaza de Colón que mide 18 metros y está compuesto por más de 36 mil luces y que el Ayuntamiento ha bautizado como 'Ángel de Madrid'. La Menina luminosa del Paseo del Prado, se encuadra perfectamente con el museo, que a Ramón Gómez de la Serna le parecía la “auténtica catedral de Madrid”.
Mis familiares me refieren la imponencia de las luces de Vigo y me comprometo a escribir de ellas en este mismo espacio, pero mientras tanto les reclamo para que disfruten de este espectáculo nocturno en la “villa de las siete estrellas”, como la llama mi querido Raúl del Pozo.
“Luces vivas sus calles repartían poblando la ciudad, más que de gente, de destellos de luz resplandeciente” (José Bergamín, “Anocheció Madrid”).
A veces en Madrid me siento 'chamberillego'. Esta es la ciudad en la que más años he vivido de mi vida y casi la mitad de ella en mi barrio, Chamberí, aunque eso sí, Galicia siempre va conmigo.
Me gustan esas mañanas en las que el aire más que envolverte, te roza y hace de ti un pasajero bajo un cielo inmenso. Estas mañanas apacibles de festivo son ideales para pasear, para disfrutar de un ambiente jovial, callejero, locuaz y amigable.
Para comer hemos encargado comida en GOXO, la cocina a domicilio de Dabiz Muñoz. Me paso a recoger el pedido al local vecino al Mercado de la Prosperidad, el barrio que tan bien describe Luis Landero en 'El balcón en invierno'. GOXOtiene una oferta deslumbrante y nos elaboramos un menú con la impagable ayuda de Pablo Sobrino: rollitos crujientes de pato y buey de mar, lasaña Mumbai, Pad Thai con panceta asada, ssam cheeseburger, y los currys, rojo de gambones y de carrillera de vaca gallega. Formidable. Cocina sabrosa, canalla, bien elaborada. Un lujo en la cocina para llevar. Hecha para disfrutar de verdad.
Mi bodega personal adereza lo líquido: Roda I blanco 2020; viura, malvasía y garnacha blanca. Un vino con volumen, de excelente progresión en botella. Denso, untuoso, muy gastronómico. Sobresaliente. Uno de los grandes blandos de La Rioja.
La tarde pide un paseo porque como decía Alejo Carpentier, las ciudades de uno hay que sentirlas y vivirlas como viajero. Caminamos por ese Madrid de calles angostas, atiborradas de almas naúfragas y de atardeceres espléndidos que hacen pensar que muchos de lo lienzos que la describen no han sido una casualidad. Madrid está de moda.
A Óscar Velasco le había prometido una visita hacía tiempo pero no había encontrado la ocasión. Fuimos con amigos a disfrutar de su hospitalidad y su cariño. El de él y el de su esposa, Montse Abellá, que hace de la sala un ejercicio de polifonía bien orquestada para la servidumbre de una cocina muy bien pensada.
Salen algunos de sus platos emblemáticos: ravioli de ricotta ahumada con caviar, terrina de ternera, foie gras y pistachos; lubina, boniato asado, mostaza al vino tinto; y tartar de vaca madurada pencas de acelga y su jugo. En la parte dulce: una zanahoria en granizado, lima, eneldo, avena y jengibre. La bodega es extraordinaria con unas 220 referencias y bebemos un blanco gallego de Rafa Palacios, Louro 2023, un godello maduro y potente, sedoso y deliciosamente fresco. Y un tinto también gallego, Guímaro Finca Meixaman 2021, expresivo y sabroso, maduro y profundo.
Brindamos por la reciente estrella Michelin que premia esta propuesta personal y distinguida, alineada con la excelencia gastronómica. Dominio de la elegancia y la distinción. Es un gran restaurante.
Se termina el tiempo de ocio y los familiares deben regresar a Pontevedra. Se van empapados de la experiencia navideña, de la respiración agitada de esta ciudad y con la convicción de que Madrid es una confederación de pueblos, cada barrio parece uno de ellos.
Se van sabiendo que en este tiempo, es una ciudad sembrada de sueños.
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