La princesa Leonor pone fin a su formación en la Escuela Naval de Marín, en Pontevedra, donde ha estado desde agosto, para continuarla a bordo del buque Juan Sebastián Elcano, en el que embarcará a partir de enero. Para el final de su formación en la Escuela, la princesa acudió al Baile del Ciento, una tradición en la que se despide a los guardiamarinas y a la que al parecer acudió sola pese a permitirse llevar a un acompañante. Leonor disfrutó allí junto a sus compañeros, además de que este fin de semana pudo ir con ellos a degustar la gastronomía de un furancho.
Leonor fue este sábado a comer al furancho ‘A de Caballero’ (Pereiro de Arriba, 23. Municipio de Poio), en O Pereiro, uno de los más conocidos de la zona, junto a varios amigos de la Escuela Naval, siendo un grupo de ocho personas. Según explicó a El Debate Manuel Torres, propietario del local, sus amigos fueron los primeros en llegar y esperaron a que una mesa se quedase libre para poder comer, momento en el que entró la princesa.
“Fue una sorpresa muy grande y un honor para nosotros. No llevaba uniforme, vestía de azul oscuro y tenía el cabello recogido”, recuerda Torres, que reconoce que en un principio no la reconoció hasta que su hija le avisó. Aún así, asegura que no se lo creía porque en los furanchos no existen los lujos.
Tal y como cuenta, el grupo de amigos y la princesa comieron sin prisa hasta que se fueron sobre las cinco de la tarde y confirma que Leonor probó de todo, también el albariño de la casa que suelen servir en jarras. “Huevos fritos, empanada de zamburiñas y berberechos y embutidos de la zona y albariño”, dice que fue el menú que degustaron en su visita.
¿Y qué es el furancho al que fue la princesa Leonor con sus amigos de la Escuela Naval de Marín? Pues son uno de los grandes patrimonios gastronómicos de Galicia, que abren sobre todo en la temporada primaveral y veraniega y que, dependiendo de la zona, también se los conoce como ‘loureiro’ porque antes se colocaba una rama de laurel en las puertas de entrada de estos establecimientos, una costumbre que se ha ido perdiendo.
Realmente se trata de casas particulares donde se habilita la zona baja de vivienda, el garaje o la terraza para ofrecer a los visitantes el vino hecho por los propietarios y también tapas de comida casera en un ambiente familiar que permanecen abiertos hasta que agotan las existencias del excedente de la cosecha.
Los furanchos reales están repartidos por las Rías Baixas y no se sabe con exactitud cuántos hay en total, ya que como solo abren unos meses al año, hasta que se les acaba el vino, no pueden publicitarse. Vino que, por cierto, no puede servirse embotellado, sino en jarras o desde el barril.
¿Y qué se come? Pueden ofrecer un número limitado de tapas, como huevos fritos, pimientos de padrón, empanadas o empanadillas, embutidos y quesos o tortilla de patatas, entre otros platos.
Pero como pasa con todo, que no te den gato por liebre. La fama de los furanchos ha hecho que muchos negocios se vendan como tal, pero que realmente no lo son, especialmente cuando se mantienen abiertos durante todo el año, perdiendo ese punto tradicional. Por tanto, un furancho se lo considera a aquellos locales que están en una vivienda privada donde sus propietarios venden el excedente de vino de su propia cosecha elaborada para consumo particular y que, junto al vino, sirven tapas de acompañamiento.
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