Hace ya muchas décadas que el frigorífico se convirtió en uno de los electrodomésticos más indispensables de la casa. Nos hemos acostumbrado tanto a usarlo que cuesta imaginarse la vida sin él. Nos permite, por ejemplo, hacer la compra con menos frecuencia. Y, sobre todo, nos permite conservar mejor los alimentos para que duren más tiempo, de manera que ganamos en salud y en dinero. Es decir, no sufrimos tantas enfermedades alimentarias como en el pasado y, además, no tenemos que tirar tanta comida.
Pero no basta con meter los alimentos en el frigorífico sin orden ni concierto. Conviene tener en cuenta algunas cuestiones básicas que nos permitirán conservarlos mejor, es decir, de forma más segura y durante más tiempo.
Casi todo el mundo sabe que el frío ayuda a conservar mejor los alimentos. Pero eso no ocurre en todos los casos. Es decir, hay alimentos que están mejor fuera del frigorífico porque las bajas temperaturas no les vienen bien.
Por ejemplo, algunos de los que podemos encontrar en invierno que estarían mejor fuera del frigorífico son los plátanos, los cítricos (mandarinas, naranjas, limones, etc.), caquis, granadas, ajos, calabazas, calabacines y, sobre todo, patatas y boniatos. También podemos incluir en esta lista otros alimentos que no son tan propios de la temporada, pero que se venden en esta época, como los tomates.
Otro aspecto importante a la hora de guardar los alimentos en la nevera es el orden. Guardarlos sin seguir ningún criterio puede favorecer su deterioro, así que conviene tener en cuenta algunas cuestiones básicas.
Existen miles de frigoríficos en el mercado, cada uno con unas características diferentes, pero el diseño y las funcionalidades de todos ellos guardan algunos aspectos en común.
Por lo general, la zona inferior cuenta con cajones destinados a almacenar los vegetales (frutas, como peras o manzanas; verduras, como lechugas; hortalizas, como zanahorias o brócoli, etc.). Es el lugar más adecuado porque, de este modo, el agua que pierden estos vegetales al transpirar, queda retenida en ese espacio. Así, la humedad ahí contenida favorece la conservación de esos alimentos (que no se secan) y no afecta negativamente a los del resto del frigorífico.
En la zona intermedia podemos almacenar por ejemplo las sobras de comida. Eso sí, siempre dentro de envases herméticos para evitar que se contaminen con suciedad o microorganismos procedentes de otros alimentos.
La zona superior suele tener una temperatura más estable, así que podemos almacenar alimentos como productos lácteos (quesos, yogures, mantequilla, etc.) o huevos (mejor dentro de una huevera de material lavable, como plástico o acero inoxidable).
La puerta es la zona menos fría y donde se producen más variaciones de temperatura. Por eso no es buena idea almacenar aquí los huevos. Podemos destinar ese espacio para colocar bebidas, salsas y condimentos que no se estropean con facilidad, como mermeladas.
Como acabamos de mencionar, es importante utilizar recipientes herméticos para almacenar alimentos que ya están cocinados y también para aquellos que no tienen un envase propio y que pueden suponer un problema, bien por contaminar al resto, o bien, por contaminarse ellos: carne fresca, pescado crudo, marisco, queso en lonchas, jamón cocido, fiambres loncheados, etc. Pensemos, por ejemplo, que, si en lugar de poner la carne fresca en un envase hermético, la dejáramos sobre un plato, podría gotear sobre el resto de los alimentos y contaminarlos.
También es importante revisar con frecuencia el frigorífico para tener presente en todo momento los alimentos que almacenamos en el interior. Así podremos consumir antes los que se van a estropear y dejar para más adelante los que tienen una vida útil más prolongada. El orden también nos puede ayudar en esta tarea: conviene colocar más a mano los alimentos que tienen una fecha de duración más corta.
Además, no es buena idea llenar el frigorífico en exceso. Debemos dejar espacio entre los alimentos para que el aire circule y pueda enfriarlos de forma uniforme y eficiente.
Por último, pero no menos importante, no está de más comprobar la temperatura del interior del frigorífico. Para ello podemos introducir un termómetro y dejarlo dentro durante una hora aproximadamente. El valor de la temperatura debe encontrarse siempre entre 0ºC y 4ºC, independientemente de la época del año, tanto si es verano, primavera, invierno u otoño.
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