Muchas personas se plantean este tipo de preguntas a la hora de enfrentarse a los dulces navideños y el temor a coger algún que otro kilo durante las comilonas de estas fechas. Existen diferencias entre un turrón blando y un turrón duro, pero conviene abandonar ciertas formas de ver la comida para evitar una mala relación con ella y posibles trastornos de la conducta alimentaria.
Tanto el turrón blando como el turrón duro se caracterizan por estar elaborados exclusivamente con almendras, miel, azúcares, clara de huevo o albúmina y aditivos autorizados, si es que se desea o se necesita utilizarlos.
La principal diferencia se encuentra en su forma de elaboración y en su presentación. Para no extendernos demasiado, podemos decir que para elaborar el primero se emplean almendras enteras, que se incorporan en una masa formada por miel, azúcares y clara de huevo, de modo que, una vez finalizado, adquiere una textura dura.
Sin embargo, en el segundo caso se utilizan almendras trituradas, mezcladas con esa masa de miel, azúcares y clara de huevo, de manera que el producto terminado tiene una consistencia blanda y untuosa.
A primera vista podríamos pensar que la composición nutricional es exactamente la misma. Pero en realidad existen diferencias.
Uno de los aspectos fundamentales que debemos tener en cuenta para conocer las características del producto es la calidad. En el caso de estos turrones podemos encontrar cuatro calidades: suprema, extra, standard y popular; que se diferencian básicamente en la cantidad mínima de almendras que deben contener.
Como podemos imaginar, el contenido de almendras condiciona la composición de los turrones. De hecho, la legislación no solo establece límites mínimos para el contenido de este ingrediente, según la categoría, sino que también fija unos valores mínimos para ciertos componentes.
Por ejemplo, el turrón duro de calidad suprema debe contener un mínimo del 32,5% de grasa, mientras que en el turrón blando de esa categoría, el contenido mínimo es del 34%. Sin embargo, en la categoría extra es el blando el que contiene más cantidad de grasa: 27% frente al 26% del turrón duro.
En definitiva, la composición no depende solo del tipo de turrón (duro o blando), sino también de la calidad (suprema, extra, standard o popular).
Por otra parte, hay que tener en cuenta que no solo la cantidad de almendra influye sobre la composición nutricional. También hay que considerar la cantidad de azúcares (ya sea azúcar o miel) que añade el fabricante. Esto dependerá de aspectos como la proporción de almendra, sus características y el resultado final que se quiera conseguir (por ejemplo, la consistencia).
Así pues, el tipo de turrón y la calidad nos pueden dar pistas acerca del contenido en grasas y azúcares y el aporte nutricional. Por ejemplo, un turrón de calidad popular tendrá menos almendras y probablemente mucha más azúcar que otro de calidad suprema. Pero para conocer los detalles conviene consultar el etiquetado en cada caso, y más concretamente la lista de ingredientes y la información nutricional.
Está bien consultar los ingredientes para conocer la calidad comercial: lo más probable es que un turrón con mucha cantidad de almendras sea comercialmente mejor que otro con pocas y es posible que esté más rico, aunque esto último es ya una cuestión de preferencias.
Más allá de todo eso, conviene abandonar ciertas actitudes que pueden perjudicar nuestra salud. Ante una bandeja de turrones hay quien saca la calculadora mental para sumar calorías y para contabilizar azúcar y grasas. Ahí no queda la cosa, porque mientras comen esos dulces se atormentan pensando en lo que van a engordar y posteriormente se sienten culpables por haberlos comido. Esto evidencia una mala relación con la comida, que puede llevarnos a un trastorno de la conducta alimentaria, si es que no lo sufrimos ya.
Dejemos de pensar cuántas calorías tienen esos alimentos, cuánto vamos a engordar, cuál engorda más y todo ese tipo de cosas. Y disfrutemos de ellos, con cabeza y sin remordimientos. Si no somos capaces de hacerlo, quizá necesitemos pedir ayuda a un profesional sanitario.
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