“No hay gamba roja en Navidad”. “La gamba roja puede convertirse en un bien de lujo”. Nos echamos las manos a la cabeza cuando escuchamos que la Unión Europea va a reducir de forma severísima las capturas del arrastre en el Mediterráneo, lo cual afectaba, en principio, a la citada gamba roja, al rape y a otras especies. ¿El motivo? Medioambiental, claro: proteger los caladeros. La propuesta inicial era brutal: reducir un 79% las capturas, con solo 27 días de faena al año, frente a los 130 actuales. Los pescadores, inmediatamente a la huelga. El acuerdo final rebaja al 66% la reducción, con la posibilidad de aumentar los días de pesca si se cumple un decálogo de medidas de sostenibilidad. Como consumidores, ¿entendemos algo de todo este follón administrativo? No, claro.
No lo entendemos porque a menudo desconocemos de dónde proviene el pescado que comemos, el fresco y, por supuesto, el procesado. Solo sabemos que un buen día nos llega un Whatsapp con un enlace que cuenta que alguien en Bruselas ha decidido fastidiarnos el menú de Nochebuena. El asunto, como todos los alimentarios en este siglo XXI, es complejo, pero se puede desgranar en tres bloques para comprender sus claves principales.
¿Por qué siempre protestan los pequeños pescadores por las cuotas de pesca, cuando el negocio mundial está manejado (como todos) por grandes multinacionales? Cien corporaciones transnacionales, las denominadas 'Ocean 100', controlan el 60% de la pesca mundial. La UE aplica en sus litorales las medidas de control a corto y largo plazo, discutibles o no, pero que recaen en las (cada vez más) mermadas flotas locales. En el caso del arrastre español del Mediterráneo, en 556 barcos y 3.000 pescadores (más otros 14.000 empleos indirectos).
Hablamos de trabajadores de Valencia, Cataluña, Murcia y Andalucía, que estos días anunciaban la muerte del sector. Y apuntaban a la dura realidad: si se recorta la gamba roja de la pesca local, seguirá habiendo gamba roja para comprar, pero pescada (por esas multinacionales) en caladeros de Marruecos o la India, donde no se atienden a controles administrativos. Porque la UE no aplica el mismo rigor con la pesca extracomunitaria que llega a nuestras cadenas de distribución, al lineal del supermercado, a los palitos de cangrejo o a los ultracongelados. ¿Cuánto pulpo comes de Mauritania? Si la gamba roja ya es cara se debe a su escasez, por un lado, y al oficio artesanal y el esfuerzo que hay detrás. ¿Valoramos eso como consumidores? ¿Nos informamos de verdad? ¿Le preguntamos al pescadero? ¿Hemos dejado de ir a la pescadería?
Lo anterior no quita que, como en todos los ámbitos, la pesca afronta un colapso del que escuchamos alarmas desde hace décadas, y cuyos pronósticos no han mejorado. El último informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) avisa de que el calentamiento global sigue mermando la biomasa pesquera. Entre 2050 y 2100 podría reducirse un 30% más si no se controlan las emisiones mundiales. Un 30%. Ese porcentaje deja las gambas frías en el plato. También aumenta la contaminación de especies por metales pesados, así como el número de especies en peligro de desaparición por sobreexplotación. ¿Solo depende de Bruselas esa responsabilidad? ¿No está relacionado también con los 'Ocean 100' y, por extensión, con nuestras decisiones de compra como consumidores?
Buena parte de los langostinos y gambas que te vas a comer estas Navidades serán extracomunitarios, claro, pero otra buena cantidad no habrán conocido nunca el mar. España es una de las potencias mundiales de acuicultura, sea de agua dulce (truchas, esturión) o salada (esas lubinas que no llevan el apellido 'salvaje'). Otro dato: la mitad del pescado consumido en el mundo ya proviene de granjas, porcentaje que crece cada constantemente.
La piscifactoría se ha ampliado además gracias a la incorporación de abundantes mariscos, criados en sitios inimaginables hace una generación, caso de Valladolid, donde se ubica una de las empresas más importantes del sector. La FAO, de hecho, apoya la acuicultura como el mejor futuro para un planeta que en 2050 superará los 9.000 millones de personas. Porque, detrás de la comida, más allá de los caprichos navideños, está la alimentación. Esto es la supervivencia. Del mauritano y del europeo. Del pescador y del cliente. Y del planeta, obviamente, porque somos todos. La acuicultura, no obstante, tiene sus peros: el primero, que aún no ha logrado alimentar a los animales con una alternativa al pienso de origen marino.
Como se ve, el asunto es complejo. Como el mundo. Todos los días encontramos un motivo para echarnos las manos a la cabeza. Quizá sea mejor intentar entenderlo y ponernos a tomar decisiones pequeñas en el día a día. Pequeñas y buenas: como una estupenda gamba roja.
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