Astorga es una pequeña ciudad con un encanto especial situada al oeste de León. Apenas ronda los 10.000 habitantes, pero puede presumir de ser una de las pocas localidades en las que Antoni Gaudí decidió dar rienda suela a su magia (véase el Palacio Episcopal), de ser un punto clave para los peregrinos que recorren el Camino de Santiago o de haber sido un eje crucial tanto en época medieval como, unos cuantos siglos antes, romana.
Sin embargo, no solo de arte e historia vive el hombre. Hay otro gran motivo por el que reparar en esta atractiva localidad leonesa. Se trata de su gastronomía. De sobra conocido es el cocido maragato y ya habrá tiempo para detenerse en él (que antes o después llegará el frío), pero esa no es la única especialidad astorgana. La otra, con permiso de otra delicia como los mantecados, es el chocolate. Astorga sería todo un paraíso para Willy Wonka.
No en vano, es una de las cunas de la fabricación de chocolate en España. Su vínculo con este manjar se remonta al siglo XVII, cuando el cacao llegó a Europa desde América. Los maragatos, un grupo de comerciantes y arrieros que viajaban por diferentes rutas comerciales, comenzaron a introducir el cacao en la región y a elaborar chocolate artesanalmente. Desde entonces, hasta hoy, la producción no ha hecho más que perfeccionarse y sofisticarse hasta límites insospechados.
Astorga se convirtió en un importante centro chocolatero, con docenas de fábricas artesanales a lo largo y ancho de la región, entre los siglos XVIII y XIX. Hay quienes aseguran que llegó a haber más de 40 fábricas de chocolate en la ciudad, lo que la convirtió en un referente a nivel nacional en la producción de este dulce.
Obviamente, a día de hoy no se conservan todos aquellos centros de fabricación, pero sí mantienen la tradición un puñado de familias que apuestan tanto por la producción más artesanal como por la más innovadora. Desde el chocolate más puro, rondando el 100% de cacao hasta la mezcla más estrambótica que nos podamos llevar a la cabeza.
En el arte del chocolate, todo o casi todo vale. Que queremos una tableta que mezcle el amargor del cacao con un cierto toque picante, existe: chocolate con pimienta de cayena. Cierto es que no es tan fiero como lo pintan. Que buscamos la unión de dos sabores que encajan a la perfección como el chocolate blanco y la canela, por supuesto que lo tenemos, e incluso con distintas variedades. Y así, con docenas y docenas de combinaciones.
Llaman la atención, por supuesto, las que unen los extremos. Chocolate con jamón, con chorizo, con cecina, con sal rosa del Himalaya o incluso con patatas fritas —este último en su versión blanca—. En Astorga, existen todos. Y todos están al alcance de cualquiera, ya que un pack de tres tabletas puede adquirirse por alrededor de 10 euros en función de la marca.
Por supuesto, ni que decir tiene que cualquier mezcla de chocolate con fruta puede encontrarse en los mostradores de las tiendas más populares de esta localidad leonesa. Con fresa, naranja, frambuesa o limón. Pero también con mango, arándanos, higos, fruta de la pasión o cerezas. Échenle imaginación y busquen porque encontrarán.
La conjunción con los frutos secos es un clásico y está a la orden del día. Chocolate con almendras, avellanas, nueces o pistachos con distintas proporciones de cacao para los que se decantan por algo más dulce o para los amantes de lo amargo.
Y para no dejarnos nada, atendamos también tanto a los grandes clásicos como el chocolate con leche, con café, con menta o el chocolate puro, como a otro tipo de novedades relacionadas con las flores. Por ahí aparecen el chocolate de rosas, de lavanda, de hierbabuena o de violetas. Más madera para paladares deseosos de nuevos sabores con un nexo común, el cacao.
¿Y quiénes son los artistas detrás de este medio centenar de variedades chocolateras? Ni más ni menos que auténticas instituciones en la provincia como Chocolates Peñín, famoso por su chocolate de naranja; Chocodulce Cabezas, que ha mantenido su producción artesanal desde 1903 con marcas como La Cepedana; o Chocolate Milagritos, con hasta 40 tipos de chocolate diferentes en sus mostradores.
Todos ellos son los encargados de elaborar miles y miles de tabletas a partir de granos procedentes de todos los rincones del planeta. Desde Venezuela hasta Guinea, pasando por Colombia, Brasil, Ecuador o Santo Tomé.
En España, por cierto y a modo de apunte final que no gustará a los más chocolateros, el chocolate ha sido uno de los alimentos que más se han encarecido en lo que va de año. Su precio ha subido casi un 18%.
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