Alphonse Gabriel Capone, más conocido como Al Capone o Scarface, no necesita presentación. El cine y la televisión han contribuido a convertir este líder de la mafia en una figura muy conocida en la cultura popular. El gánster estadounidense se hizo famoso por sus negocios de contrabando y sus delitos durante las primeras décadas del siglo XX, pero también se le atribuye la instauración de la fecha de caducidad en los envases de leche.

La ley seca, que prohibía la venta, la distribución y el consumo de alcohol, estuvo vigente en Estados Unidos entre 1920 y 1933. El fin de esta norma impulsó a Capone a diversificar sus actividades y buscar otras fuentes de ingresos. Se adentró en el negocio de la leche, un producto que podía beber todo el mundo y para el cual podía aprovechar los locales en los que solían embotellarse bebidas alcohólicas de manera clandestina.

Según cuenta la leyenda, un familiar de Al Capone falleció por una intoxicación después de beber leche en mal estado. Cabe destacar que en aquella época no existían los estrictos controles de calidad que tenemos en la actualidad. El mafioso movió sus hilos para presionar al Ayuntamiento de Chicago, que acabó imponiendo una ley que obligaba a los productores de leche a añadir fechas de caducidad a sus botellas. También se dice que controlaba todo el equipamiento para imprimir este tipo de etiquetas, por lo que regular este tema le beneficiaba económicamente, ya que obligaría a otras fábricas a adquirir la maquinaria que él tenía. Se desconoce si es una historia real al 100 % o se trata de un mito que se ha ido difundiendo.

Otra teoría destaca que el gánster abrió comedores sociales para ofrecer alimentos gratis a las personas necesitadas cuando estalló la Gran Depresión, la crisis de 1929 en Estados Unidos. De esta manera, se ganaba el apoyo del pueblo y limpiaba su imagen pública. La leche era uno de los productos que se repartía en estos lugares.

Las fechas que aparecen impresas en los envases de alimentos no son siempre fechas de caducidad. AESAN (Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición) expone las diferencias entre fecha de caducidad y fecha de consumo preferente. La primera indica “el momento hasta el cual el alimento puede consumirse de forma segura” y aparece habitualmente en productos perecederos, como la carne o el pescado fresco.

En cambio, la fecha de consumo preferente revela “el momento hasta el cual el alimento conserva la calidad prevista”. Es decir, que un alimento puede consumirse de manera segura una vez pasada esta fecha, pero puede empezar a perder su sabor y su textura originales. Es la fecha que aparece en multitud de productos, como alimentos refrigerados, congelados, enlatados, harina, legumbres, arroz, pasta, galletas, conservas, aceite, miel, etc.

La citada agencia aconseja no consumir ningún alimento una vez pasada la fecha de caducidad y seguir siempre las instrucciones de conservación (guardar en el frigorífico, mantenerlo en un rango de temperaturas determinado…), para así garantizar que no se estropee y puede causar una intoxicación. También resalta que la conservación puede alargarse más allá de la fecha impresa congelando los alimentos de manera correcta.

Para los alimentos cuya fecha de consumo preferente ya ha quedado atrás, el organismo aconseja realizar ciertas comprobaciones antes de tomarlos: revisar que los envases están sin daños, que el contenido tiene buen aspecto y, finalmente, que los productos huelen y saben bien. Además, AESAN recuerda que los compradores deben tener en cuenta las instrucciones correspondientes. Por ejemplo, muchos fabricantes explican que una vez abierto el envase, los alimentos deben ser consumidos en un plazo máximo de tres días.

La mayoría de las comidas y bebidas que se pueden encontrar en un supermercado llevan fechas impresas hoy en día. Algunas excepciones son las frutas y las hortalizas frescas sin procesar, los vinos y las bebidas alcohólicas, los productos de panadería de consumo inmediato, la sal, el azúcar, los vinagres, las chucherías y los chicles.

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