Vemos a diario a Marisa y a Cristina como camareras de ‘First Dates’, pero Emma García tiene un propósito: que los espectadores conozcan un poco mejor a las hermanas. Tienen 44 años, son extremeñas, actrices y confiesan que ambas padecen la misma enfermedad: Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC).
Desde que eran pequeñas, las gemelas fueron consciente de ciertas manías que tenían, pero la cosa fue a más, hasta tal punto de afectar a su vida diaria y a la de sus seres queridos: "Desde pequeñas, hacíamos cosas muy extrañas, pero pensábamos que éramos así, que teníamos algunas manías, como abrir y cerrar el armario varias veces. Pero, con el tiempo, se volvió como mas sucia la mente, como que nunca estábamos en paz. Yo pensaba que la gente era así, pero todo cambió cuando iniciamos el tratamiento".
Pero ¿cuándo se dieron cuenta de que era algo más grave que una simple manía? "Cuando cortaba con un chico, contaba a todas mis amigas la misma historia, con todos los detalles, y yo pensé que era una pesada". Fueron conscientes cuando sus manías arrastraban a gente de su alrededor, sobre todo a sus padres. Un día su padre se desvaneció de escuchar continuamente a sus hijas contar una y otra vez lo mismo. Pero la cosa fue a más.
Las gemelas llegaron a autolesionarse porque el dolor físico les calmaba durante unos momentos. “Yo no podía ni con mi vida”. Pero ¿cómo se convive con este trastorno mientras se trabaja? "Te tragabas las lágrimas, te tragabas la ansiedad, sonreíais y, mientras podías, te escondías, te ponías de los nervios a escondidas… Matías Roure, Lidia Torrent, y compañeros de maquillaje lo vivieron. La directora fue un gran apoyo". Además, cuentan que tuvieron que tapar con maquillaje las marcas de sus autolesiones, confesión que ha impresionado mucho a la presentadora.
"Yo le decía a la de maquillaje ‘mira lo que me he hecho, por favor tápamelo', ella ya sabia que tenía esto. Cuando estás muy mal no lo puedes esconder", añade. En primer lugar, se lo diagnosticaron a una de ella y, cuando comenzaba a salir del pozo gracias a la terapia, cayó la otra. “Yo no podía ni soportar el daño que provocaba”. “Quería soledad, te aíslas. Me iba a pasear por Madrid y tenía pensamientos suicidas, en plan '¿a quien le escribiría una carta?' Y luego pensaba que cómo iba a hacerle eso a mis padres", es parte de su tremenda confesión.
Las hermanas cuentan cómo ha sido la terapia a la que se han sometido: “Tienes que ir al psicólogo y, en algunos casos, al psiquiatra. Lo dijimos, no lo tapamos y nos pusimos en buenas manos. Nos tratamos con una terapia cognitivo conductual para acetar los miedos y no rechazarlos”. “Se puede salir, ese es el mensaje que queremos transmitir, pero hay que ponerse en manos de profesionales”, añaden, orgullosas.