'El programa de Ana Rosa' consigue acceder a una de las principales sedes de la secta de Las Doce Tribus. En las afueras de San Sebastián, en plena montaña. En este grupo se ha registrado maltratos a menores, a los que mantienen sin escolarizar, sin vacunar y sin jugar. Además, se investiga la muerte de un niño de tres años perteneciente a la secta tras ingerir agua oxigenada industrial.
Una mujer, integrante del grupo, recibe a nuestro equipo con manera poco amistosa: "Los periodistas nos tenéis aburridos, ¿qué buscas? Me dais pena, hacéis daño a la gente con vuestras publicaciones". Aún así, la mujer reconoce que no leen la prensa porque "es mentira todo". Además, añade: "Lo que los periodistas dicen y hacen es todo morbo". Tras un rato "aguantando las descalificaciones", según Raúl, reportero de investigación, la mujer parece entrar en razón, pero es interrumpida por un hombre que le quita el móvil antes de que facilite a nuestro equipo un número de teléfono. "En esta secta, una mujer no tiene la potestad de discutir las órdenes de un hombre", señala el periodista.
El hombre en cuestión continúa con los alegatos de su compañera: "El periodista es malvado y solo busca cotillear". Además, responde lo siguiente en cuanto se le pregunta directamente por la condición real del grupo: "La gente que dice secta es la gente que no nos conoce". Nosotros seguimos a un hombre que vivió hace dos mil años y acabó en una cruz, y ese fue su final". Por otra parte, también responde sobre la situación de los niños: "Los escolarizamos en casa, reciben educación aquí. Les enseñamos nosotros, aprenden todo tipo de trabajos y todo tipo de cosas".
"No nos vacunamos porque no queremos", sentencia el hombre. Y continúa: "No sabemos si es una vacuna, se oye de todo. Gente que ha muerto del corazón, herpes, un montón de enfermedades que están saliendo". El reportero asegura que los integrantes del grupo "se comparan con Jesucristo y se creen por encima de la ciencia", además de negar a sus niños la "formación y el contacto con otros fuera de la comunidad". En cuanto al trato de las mujeres, el periodista es claro: "Callan y obedecen cuando un hombre habla".
"Algún peregrino que haga el Camino de Santiago se puede acercar a comprar pan o tomar un café", comenta el reportero. Además, señala que solo pueden dormir "una noche, ese es todo el contacto que tienen con el exterior". Por otro lado, viven de la venta de sus productos en "ferias medievales y de lo que aporta la gente que se une a la secta".