El herpes zóster oftálmico es la infección por el virus varicela zóster (culebrilla) que afecta el ojo. Los signos y síntomas, que pueden ser graves, consisten en exantema en el dermatoma de la frente e inflamación dolorosa de todos los tejidos del segmento anterior y rara vez del segmento posterior del ojo. El diagnóstico se basa en el aspecto típico del segmento anterior del ojo si se asocia a dermatitis zóster de la primera rama del trigémino. El tratamiento se realiza con antivirales orales, midriáticos y corticoides tópicos.
Con el herpes ocular, o la queratitis herpética, ocurre lo mismo. El virus se instala de forma latente en las zonas nerviosas del ojo o tejidos oculares como la conjuntiva o la piel de los párpados. Eso puede ocurrir mucho antes de que presente síntomas.
El virus se activa cuando pasamos por épocas en las que tenemos las defensas débiles como de estrés o la falta de sueño. Otros factores como la menstruación, la fiebre o la exposición excesiva a la luz ultravioleta pueden ser también desencadenantes del virus.
El herpes zóster de la frente afecta el globo ocular en tres cuartas partes de los casos cuando hay afectación del nervio nasociliar (indicada por lesiones en la punta de la nariz) y en un tercio de los casos sin afectación de la punta nasal. En términos generales, el globo ocular se afecta en la mitad de los pacientes.
. Enrojecimiento del ojo.
. Sensación de cuerpo extraño.
. Lagrimeo constante.
. Fotofobia o sensibilidad a la luz.
. Reducción de la visión si el herpes llega a afectar la zona de la retina.
. Sarpullido o Inflamación de los párpados.
. Aparición de cicatrices si el herpes llega a la córnea
Si no se trata la enfermedad puede seguir avanzando manifestándose en forma de úlceras corneales. En fases más avanzadas, el virus del herpes puede dañar severamente la córnea provocando incluso su perforación. Generalmente solo afecta a un ojo.
Un alto porcentaje de la población es portadora del virus del herpes y lo desconoce, ya que este puede permanecer latente (dormido) durante años sin que llegue a activarse. El contagio se produce por contacto directo con el virus.
Una vez realizado el diagnóstico por parte de un oftalmólogo, el tratamiento tendrá como objetivo el tratamiento de los síntomas y la prevención de nuevos episodios. Para ello, se realizará una higiene adecuada del ojo a diario con suero fisiológico y se prescribirán medicamentos antivirales y antiinflamatorios.
En casos extremos, si el herpes ocular ha producido una importante pérdida de la visión por el daño producido en la córnea, el trasplante de córnea puede llegar a ser una solución.
El diagnóstico se basa en la erupción aguda típica herpética sobre la frente o los párpados, con una historia característica más signos de erupción previa por zóster (p. ej., cicatrices hipopigmentadas atróficas). Las lesiones vesiculosas o ampollosas en esta distribución que no afectan aún el ojo sugieren un riesgo importante y deben conducir a una consulta a oftalmología para determinar si el ojo está afectado. Los cultivos y los estudios inmunológicos o de PCR (polymerase chain reaction) de la piel en la evaluación inicial o las pruebas serológicas seriadas sólo se realizan cuando hay lesiones atípicas y el diagnóstico es dudoso.
El herpes zóster presenta una baja mortalidad, pero sus complicaciones, especialmente la neuralgia postherpética, pueden ocasionar discapacidad y afectar a la calidad de vida de quienes lo padecen. Esta enfermedad no tiene cura, pero sí que existen medidas de prevención. Consulta con tu médico para más información. Para más información visita la web