En el año 2003, el inspector jefe de la comisaría de Fuengirola recibió un aviso importante y que, posteriormente, cambiaría todo: Cecilia contactó con la policía porque tenía serias sospechas de que su marido había podido participar en la muerte de Rocío Wanninkhof. Además, les dijo que sospechaba que el caso de Rocío y de Sonia estaban conectados.
El día en que desapareció Rocío, Cecilia cuenta que su marido llegó a casa a la una de la madrugada “borracho como una cuba”, para ducharse y volverse a largar. La ropa que él traía no estaba. A ello se sumaron muchos más datos que fueron cruciales en la investigación.
Su nombre era Tony. Consiguieron dar con el pub en el que trabajaba y determinar cuál era su domicilio. Allí encontraron su coche al que le falta un fragmento de tulipa. Ese fragmento coincidía con el que encontraron en el lugar en el que hallaron el cadáver de Sonia Carabantes.
Realizaron entonces un intenso seguimiento para poder conseguir su ADN. Tras su análisis en Madrid, se confirmó la teoría: las muestras de Tony King coincidían con las de la colilla hallada en el escenario de la muerte de Rocío Wanninkhof y con los restos que se habían encontrado en las manos de Sonia. Con ello, se pudo proceder a su detención.