Hacer deporte es uno de las principales recomendaciones de los expertos para mantenernos sanos y cuidar de nuestro corazón. Por no hablar de lo beneficioso que resulta para tener un buen estado de ánimo, mejorar nuestro descanso y, de paso, cuidar nuestra figura. Sobre el impacto del deporte en el cuidado del corazón ha conversado Jesús Vázquez en la última entrega de “El Método Vázquez by Fitbit”, y lo ha hecho con Carlota Corredera, que ha contado su propia experiencia personal, y con el cardiólogo José Abellán.
Ambos, una desde lo personal y otro desde lo profesional, han destacado que el ejercicio físico es fundamental para mantener la salud de nuestro corazón.
Y es que el deporte pone a funcionar a nuestro corazón a pleno rendimiento y hace que la frecuencia cardiaca aumente muy por encima de sus niveles habituales. A mayor intensidad en el ejercicio, mayor frecuencia cardiaca, algo que notamos de una manera tan evidente como que sentimos que nuestro cuerpo está realizando un esfuerzo. Esto a veces se muestra a través del sudor, con dificultad para hablar o respirar, o con el cansancio en los músculos implicados.
Para conseguir los efectos beneficiosos que buscamos con el ejercicio es necesario saber cuál debería ser nuestra frecuencia cardíaca y cuánto debe aumentar durante el ejercicio, cómo podemos medirla mientras hacemos deporte, y cuáles son los niveles que no deberíamos superar.
La frecuencia cardíaca se utiliza como un parámetro que nos permite determinar la intensidad con la que estamos realizando una actividad física o un entrenamiento. Existe una fórmula para calcular cuál debería ser la máxima que deberíamos alcanzar y es la siguiente: resta a 220 tu edad, y el número que resulte será el equivalente a la frecuencia máxima que puedes alcanzar. Es decir, si tienes 45 años, no debes superar las 175 pulsaciones por minuto (ni mantener esa frecuencia mucho tiempo).
Existe un criterio acerca de cuánto esfuerzo estamos realizando al hacer deporte, según el porcentaje de pulsaciones que estemos alcanzando, y es el siguiente:
Dejarnos guiar por la sensación física de fatiga cuando hacemos deporte puede ser un indicador de que estamos aumentando la frecuencia cardíaca. Pero lo cierto es que esta sensación de cansancio o esfuerzo no tiene por qué corresponderse con nuestras pulsaciones por minuto.
Medir de forma manual nuestras pulsaciones puede darnos una idea aproximada de la frecuencia cardíaca, aunque es una fórmula que puede resultar imprecisa y que, además, nos obliga a parar para realizar la medición.
Una gran ayuda en este aspecto puede ser utilizar un smartwatch como Fitbit Sense. Es un dispositivo de salud avanzada que incorpora múltiples funciones que nos ayudarán a poder optimizar nuestros entrenamientos. Por ejemplo, su nuevo análisis múltiple y la tecnología PurePulse 2.0 que realiza un seguimiento continuo de tu frecuencia cardiaca, del ejercicio que haces, de cómo duermes y mucho más. O sus zonas de ritmo cardiaco que te permiten durante los entrenamientos obtener estadísticas en pantalla en tiempo real para ver si estás en la zona de quema de grasas, cardio o pico. Así, sabrás cuándo aumentar o disminuir tu esfuerzo de acuerdo con tus objetivos.