Las galletas que desayunamos, la merienda favorita de nuestros hijos, la barra de labios y nuestro desodorante habitual… ¿En cuántos artículos que usamos a diario está presente el polémico aceite de palma? En cientos.
Actualmente la mayoría de los productos procesados y cosméticos contienen esta grasa vegetal causante de uno de los mayores desastres ecológicos de nuestro tiempo, y de la que estamos empezando a oír hablar porque además, tiene efectos perniciosos para nuestra salud.
La palma es de origen africano pero se introdujo de forma masiva durante el S.XX. en el continente asiático, convirtiendo a Malasia e Indonesia en los mayores productores y exportadores mundiales de este aceite. Una grasa que se usa en todo el planeta principalmente porque es más económica que el resto de aceites vegetales, es muy versátil y su cultivo mucho más rentable. Aunque no tanto para el medioambiente.
Uno de los lugares más afectados es Borneo, la tercera isla más grande del mundo, donde las frondosas selvas se están convirtiendo en vastos cultivos de palma desde los años sesenta. Aproximadamente el 70% de las plantaciones están situadas en zonas que previamente eran bosque tropical.
He tenido la oportunidad de visitar Borneo y verlo con mis propios ojos: los cultivos de palma son fácilmente reconocibles desde los pueblos más cercanos al Parque Nacional Tanjung Puting, que alberga la mayor población de orangutanes salvajes del mundo, en peligro crítico de extinción.
Las plantaciones de palma han provocado la deforestación más intensiva que se ha producido nunca, y que a este paso acabará con el 98% de los bosques de pluvisilva de la isla de Borneo en 2022. Por esta razón, miles de especies endémicas, como los orangutanes, están muriendo quemados o de hambre porque apenas les quedan lugares donde vivir.
Los incendios forestales son otro de los graves problemas de la isla: las grandes empresas que producen palma y los agricultores provocan la mayoría de estos incendios para preparar las tierras para el cultivo, generando a su vez una escandalosa contaminación claramente visible desde el espacio. Un drama que está terminando con uno de los mayores centros de biodiversidad del planeta: cada año en Borneo se descubren nuevas especies endémicas que poco a poco están desapareciendo. En estos campos de palma la vida para multitud de seres vivos se torna muy compleja o imposible.
La palma además es un cultivo tremendamente abrasivo con el suelo: tienen una vida de tan sólo veinticinco años durante los cuales crecen más de dos metros bajo tierra y absorben hasta cinco litros de agua diarios. Después, dejan la tierra totalmente estéril.
Pasamos un día en el pueblo de Kumai y pudimos hablar con algunos de sus habitantes que nos relataban con miedo los problemas de este monocultivo: “Las comunidades autóctonas también están desapareciendo porque, además de arrasar con sus tierras, a cambio no tienen otra opción que la de trabajar para una gran plantación”. Nos contaba nuestro guía, de origen indígena.
Esta alarmante situación la podemos empezar a frenar desde aquí gracias a pequeños gestos con los que conseguiremos un consumo responsable y también mejoraremos nuestra dieta:
Lee las etiquetas y evita aquellos productos elaborados con aceite de palma, de este modo evitarás el exceso de grasas saturadas.
Cocina en casa con aceites saludables, como el de oliva.
Limita el consumo de alimentos precocinados y bollería industrial.
Busca la etiqueta de la RSPO: distingue los productos elaborados con una producción más sostenible.
Viaja a las selvas de Indonesia: el turismo es una fuente muy importante de ingresos para el país y una de las mejores formas de fomentar la protección del orangután.
Es primordial que protejamos las selvas y los bosques de todo el mundo porque son, junto con los océanos, los grandes pulmones del planeta: actúan absorbiendo cantidades ingentes del dióxido de carbono que producimos y que está provocando cambios irreparables en nuestros ecosistemas.
Gracias al equipo de Come2indonesia por fomentar un turismo sostenible en la isla y enseñarnos tanto.
E infinitas gracias a mi editora Lurdes Calvo, por todo su tiempo, y a Álvaro Puerto, por acompañarme hasta aquí y conseguir siempre las mejores imágenes.