Hace unos cuantos años mi madre se apuntó a unos cursos gratuitos que impartía la Comunidad de Madrid para aprender a hacer compost en casa. Mis padres siempre han sido muy aficionados a la jardinería y buscaban una forma de reutilizar todos los residuos de las podas, las hojas en otoño... Les regalamos una compostera y llevan ya más de diez años reincorporando todos los restos del jardín y buena parte de su basura de nuevo al sustrato, a través de su propio compost. La verdad es que a partir de aquel momento nuestras vidas cambiaron bastante y fuimos un poco más conscientes de cómo funciona la naturaleza y lo destructivos que somos para ella. A partir de aquel momento fuimos también mucho más responsables de lo que tirábamos y dónde lo hacíamos, es decir, de las consecuencias de nuestras costumbres en casa. Y además de conseguir el mejor abono del mundo para nuestras plantas, que son como parte de la familia, mi padre tuvo un nuevo entretenimiento cuidando a las más de doscientas lombrices que viven en la terraza.
Ahora yo también tengo una vermicompostera y hoy me gustaría compartir con vosotros cuan mágico es compostar y lo sencillo que es hacerlo en cualquier casa (sí, también en un piso pequeño en el centro de tu ciudad).
La compostera la puedes comprar, pero en realidad no es más que una caja oscura (a las lombrices no les gusta la luz), con un agujero en la parte baja y una tapa. Nosotros hemos construido una compostera en casa con palés de obra, reutilizando materiales que estaban en la basura, e incluso en internet hemos visto composteras hechas en neveras de playa.
Forramos la compostera con una lona geotextil oscura, y como veis en las fotos hicimos una pequeña puerta para recoger el compost (el fondo de la compostera está ligeramente inclinado hacia la puerta).
Para comenzar hicimos un pequeño lecho de tierra y fibra de coco (un sustrato que les encanta a las lombrices y puedes encontrar en cualquier vivero) y comenzamos a echar todas las hojas del jardín, las podas, las flores secas... y añadimos las lombrices (en mi caso las saqué de la compostera de mis padres, pero se pueden comprar en viveros y online, las mejores son las californianas).
A diario seguimos echando esos restos de podas y por supuesto toda la basura orgánica de origen vegetal como restos de verduras y frutas (excepto la cascara de limón, naranja y derivados), y también las cáscaras de huevo, el pan o el papel, los posos del café, del té... vamos prácticamente toda mi basura excepto restos de comida cocinada, quesos, fiambres, materia grasa... para que os hagáis una idea a día de hoy ¡apenas lleno el cubo de basura en una semana!
Con el paso del tiempo las lombrices van transformando toda nuestra basura en un abono natural súper nutritivo, espectacular para las plantas: el compost, que recogeremos unos meses más tarde. Se trata de una tierra oscura y ligera, rica en nutrientes y libre de olores. Quizás ya habíais oído hablar de este producto, pero estoy segura de que no os podéis imaginar todos beneficios que tiene y lo fácil que es obtenerlo a partir de nuestras sobras.
El compost actúa devolviendo el carbono y los nutrientes necesarios a la tierra, resultando así el mejor abono para cualquier terreno además del mejor sustituto de fertilizantes químicos. Disminuye de forma muy notable la cantidad de materia orgánica que va a los vertederos, por tanto modera los costes de transporte de los residuos y en consecuencia reduce la producción de gases de efecto invernadero, ayudando a mejorar la calidad del aire. Gracias al compost ahorraremos mucho agua debido a que tiene una gran capacidad para retener y atraer el agua dulce. También promueve la biodiversidad a través de un proceso en el que intervienen microorganismos, bacterias e insectos que se encargan de realizar la descomposición donde esos seres vivos a su vez se convierten en materias primas para la tierra. En definitiva es una manera de imitar el ciclo de la naturaleza gracias a nuestra basura.
Imaginaos todo lo que se podría aprovechar y devolver a la tierra de las ingentes cantidades de materia orgánica que desechamos en casa a diario si implementáramos este sistema en todos los países desarrollados (y además con un impacto medioambiental casi nulo).
De momento, os propongo que lo empecéis a hacer a nivel individual y sintáis en vuestras propias carnes la satisfacción que produce el hecho de no generar basura y de ser parte de este proceso tan mágico, capaz de convertir un deshecho potencialmente contaminante en sustrato para hacer un mundo mucho más fértil y devolverle a la tierra todo lo que nos ha dado.