Estampas desde Kioto
Es el lugar en el que se reúnen todos los tópicos que hemos escuchado mil veces sobre Japón. Los números hablan por sí solos: 17 lugares Patrimonio de la Unesco y más de 1600 templos budistas y 400 sintoístas. Es la ciudad en la que podemos cruzarnos con jóvenes vestidas con kimono y geishas, aquí llamadas ‘Maiko’, dispuestas a realizar su servicio al cliente de turno. Kioto es una urbe fascinante, pero muy grande, que no se puede abarcar en el poco tiempo que tenemos los turistas…Así que hoy os voy a llevar de paseo por unos cuantos lugares imprescindibles de la que fue capital del Imperio durante casi 1.000 años. Hay muchos más, quede claro que esto es sólo un aperitivo para abrir el apetito.
KINKAKU-JI
Con las cifras que os acabo de dar no me queda otro remedio que hablaros de uno de los templos más famosas de Kioto, el Templo Dorado, un impresionante templete de 3 pisos que visitan en masas todos los orientales que ponen los pies en la ciudad. Su reconocimiento es mundial, así que llueva, nieve o haga sol el gentío está asegurado.
Todas las guías os contarán que se trata de un edificio que fue construido en 1397 como residencia de retiro para el sogún Ashikaga Yoshimutsu, pero su hijo la acabó convirtiendo en templo. La obsesión de un monje lo acabó destruyendo en un incendio, pero se reconstruyó por completo añadiendo también pan de oro a las plantas superiores. Si el día es claro la estampa es fabulosa porque el estanque redobla su belleza. Es un buen punto de partida para comenzar una ruta singular por este Kioto de millón y medio de habitantes, mucho más grande de lo que nuestra cabeza piensa, ya os lo aviso.
CASTILLO NIJÓ-JÓ
La otra gran estampa en lo que a edificios se refiere es la de esta fortaleza con sus gruesos muros de piedra. El poderío militar de los grandes señores de la guerra, los Tokugawa, queda claro nada más atravesar la primera puerta, la majestuosa Kara-mon por la que se accede al Palacio. Grande, imponente y con los característicos tejados alados, se encontraba siempre abierta cuando el soberano se hallaba dentro. Es el primer recordatorio del exclusivo lugar al que se intentaba entrar.
Es verdad que las murallas esconden un soberbio palacio que nos dejará con la boca abierta, sobre todo si es el primer castillo oriental que visitáis. La razón es sencilla. Entraréis de lleno en un mundo lleno de lujo y refinamiento, pero sin ningún tipo de alarde tal y como se concibe en occidente. Nada de muebles recargados, ni adornos extravagantes. Salas grandes con tatamis, las esteras de las que se forran los pisos, y paneles corredizos en las paredes forrados, eso sí, de pan de oro. Tras esos paneles, colchones, cojines, todo lo necesario para hacer más confortable el día a día, pero escondido. No hay ni una cama en todo el recinto. En el antiguo Nipón, se extendían los colchones en el suelo por la noche y ahí se acoplaba todo el mundo, independientemente del rango. Nada de grandes cabeceros, ni camas rimbombantes. Todos dormían en el piso.
El Palacio consta de 5 edificios en los que sorprenden varias cosas. Para empezar los pasillos zigzaguean constantemente, así que si entra un enemigo no tiene manera de orientarse. Y en segundo lugar los ‘suelos de ruiseñor ‘ impiden que ningún visitante te pille desprevenido ya que incorporan un sistema de clavos interno que silva cada vez que detecta un movimiento. En resumidas cuentas, el Castillo se construyó en una época en la que había rivales políticos y nadie se fiaba de nadie. Eso también se ve en las salas de recepción. La más grande estaba diseñada para acoger al líder feudal y a todos los señores que le rendían pleitesía. Pero como no a todos les tenía la misma confianza, conforme nos vamos adentrando en las profundidades del edificio el tamaño de las salas se va reduciendo al igual que el de las figuras decorativas como las ramas de pino y los animales ya que la necesidad de impresionar también es menor.
En la parte elevada de las habitaciones se sentaba el shogun, y las borlas que veréis en los laterales corresponden a puertas secretas en las que se escondían sus guardaespaldas, prestos a intervenir en cualquier momento si la situación lo requería. El palacio es soberbio dentro de su sobriedad, igual que lo es el jardín exterior, lleno de pequeños detalles de los que disfrutar.
KITANOTENMANGU SHRINE
Hemos visitado un templo budista, el ‘Kinkaku-ji’, ahora nos vamos una joya sintoísta. ‘Kitanotenmangu Shrine’, uno de los santuarios más antiguos y venerados en Kioto. Está dedicado a un erudito poeta Sugawara-no-Michizane y se remonta al año 947, con lo que su historia es larga e interesante, y la verdad es que se sigue construyendo cada día. Nada más entrar observamos que hay muchos adolescentes pidiendo. Y resulta que es muy popular entre los estudiantes que se suelen acercar a rezar para ser admitidos en la universidad o la escuela deseada. Los exámenes de acceso son muy importantes en Japón. Determinan la vida de todo estudiante, así que todo empujón es poco.
En la puerta nos está esperando un monje, un interesante hombre joven que descubrió su vocación a los 15 años. Masashi Ueshima recordará siempre la exposición de un compañero que le cambió la vida. En clase de informática hicieron una presentación con ‘power point’, lo último del momento, sobre la religión sintoísta. Recordemos que sus seguidores no tienen dioses y solamente adoran la naturaleza y sus formas.
Él mismo reconoce que fue un momento crucial que le sirvió para hacer 2 carreras, entrar en la universidad y dedicar su vida a orar y ayudar a los demás, de momento desde este templo milenario, rodeado de fascinante naturaleza. En mi familia no había ningún religioso, nos dice. Pero ahora sé que ésta es mi vida, que soy feliz y quiero hacer feliz a los demás. Toda una lección.
BARRIO GION
Nació como lugar de paso para los peregrinos que intentaban alcanzar el santuario de Yasaka-jinja. Pero éxito fue tal que el barrio lleno de teterías y posadas pasó a ser el distrito de ocio más conocido de toda la ciudad y uno de los más renombrados de todo Japón. Gion sigue conservando una parte de aquellos establecimientos que tanta fama le dieron y aunque la calle es larga y hay diversas zonas se puede disfrutar de una buena ceremonia de té en varias de ellas.
Aunque lo que más os llamará la atención son mujeres de todas las edades que pasan el día recorriendo el lugar vestidas con su kimono. El traje tradicional japonés se usa todavía en algunas ocasiones importantes como por ejemplo bodas o graduaciones. Hay grupos de jóvenes que gustan de pasear por el centro de Kioto con esta elegante y compleja tela que ha permanecido arraiga en el país oriental a través de los siglos…
KYOGOKORO-KIMONO RENTAL.
Efectivamente el Kimono ha permanecido porque es una prensa bonita y sofisticada. Ya he comentado que se reserva para lucirlo en grandes momentos y que en ocasiones se alquila, porque su coste puede llegar a los 3.000 euros con facilidad. Una de las grandes experiencias que debéis probar es vestiros como una auténtica japonesa. Encontraréis casas en todo vuestro recorrido turístico, pero permitidme que os hable de una con sobrada experiencia. Se trata de ‘Kyogokoro’ , está muy cerca del Castillo y allí os ayudarán a elegir entre decenas y decenas de modelos.
Mai, una preciosa japonesa madre de un niño pequeño va a ser hoy nuestra modelo. Adora la ropa tradicional nipona y quisiera enfundársela todos los días. Su cuerpo es el perfecto para este tipo de vestimenta porque las féminas que más lo lucen son las que tienen poco pecho y poquísima cintura. Sabido es que las asiáticas son mujeres menudas que debido a su alimentación controlan bien su peso. Lo primero es el pelo, le recogemos en unas, trenzas, un moño o una coleta, lo que queramos…Después nos espera la ropa interior: los calcetines con el dedo separado, claro; una especie de polainas en las piernas y una camisa blanca abierta y desbocada sobre la que se asienta todo el kimono.
Lo primero que os sorprenderá es su tamaño. Que nadie espere un vestido ajustado a nuestra altura, porque hablamos de una prenda muy larga que se recoge en la cintura. Ese es su secreto más sorprendente, su tamaño. Se ajusta en el abdomen con un fajín que va enrollando al cuerpo buscando pliegues que contrastan los colores. Las europeas tienen fama de no aguantarlo porque aprieta un poco. A mi me encantó. Es verdad que oprime, pero quien ha llevado de joven ropa ajustada conoce la sensación y la soporta. Además, no hay nada como poderte convertir en una auténtica japonesa solo con unos trapos.
PONTO-CHÓ
Igual de auténtico es este pasaje que congrega en ciertos aspectos, todo Kioto en una calle. Bueno, quizá decir calle es demasiado porque lo más interesante es el estrecho callejón peatonal que de noche cobra vida propia. Si lográis escaparos de las decenas de visitantes que buscan un buen lugar para cenar, encontraréis las típicas casas de madera diseñadas para acoger a forasteros sin que nadie se entere de que están dentro. Lo más interesante de Ponto-chó no es lo que se ve, sino lo que se intuye a través de los cristales y las estrellas maderas pegadas: comodidad, discreción, tranquilidad y el ‘savoir faire’ japonés que equilibra el espíritu. Pocos lugares en el mundo reúnen tanto en tan estrecho lugar.
‘KARASUMA KYOTO HOTEL’
Nada más poner un pie en la ciudad os habréis percatado de que hablamos de una ‘city’ más grande de lo que nuestra mente imagina. Quizá porque al hablar de la antigua ciudad imperial todos lo asociamos con casas bajas y sencillas, no comprendemos que Kioto se ha convertido en una ciudad de más de millón y medio de habitantes. Las distancias son considerables, así que es fundamental conseguir un buen hotel, moderno, céntrico y bien comunicado.
Echad un vistazo al ‘Karasuma Kyoto Hotel’, un establecimiento situado en uno de los mejores barrios de la ciudad. Su puerta está en la misma avenida de Shimogyo Ward con parada de metro y autobús a la puerta y con buenas conexiones con todos los templos y santuarios importantes. Buen internet gratuito en las habitaciones y desayuno occidental, algo que a veces no es tan fácil de encontrar en un país con un turismo interno muy potente y con un gusto culinario a primera hora de la mañana tan distinto al nuestro. Y por si esto fuera poco, ‘Starbucks a la puerta’. ¿Se puede pedir más?