Gifu y sus ciudades detenidas en el tiempo: Shirakawago y Takayama
Fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1995, así que desde entonces es lugar de visita obligada al pisar la prefectura de Gifu. Shirakawago es una idílica población rodeada de montañas y arrozales en la que las casas todavía se construyen como hace siglos. Son las típicas ‘gassho-zukuri’ de tejados infinitos…
Son triangulares para que la nieve que azota al pueblo en invierno, resbale fácilmente hasta el suelo. Y son muy espesos porque se siguen construyendo con paja y ramas secas como antiguamente, lo que convierte el proceso en muy caro. Solo rehabilitar una cara de la cubierta ronda los 10 millones de yenes, es decir, 80.000 euros. Todo lo demás, aparte, ¡claro!.
La mayoría de las construcciones que veis en pie todavía hoy funcionan, están habitadas. Entraréis en una de ellas que se ha convertido en museo para ver la sencillez con la que todavía hoy día viven los japoneses que se resisten a abandonar Shirakawago. El piso de abajo con la cocina y el comedor, el piso de arriba lleno de tatamis, las esteras típicas japonesas, en la que se tiran los colchones para dormir.
El lugar es un auténtico regalo para los fotógrafos profesionales o aficionados, para aquellos que disfruten con los colores que sorprenden al visitante en primavera, en verano, en invierno y sobre todo en otoño, mi estación favorita en Japón. Lo mismo debieron de pensar los nipones que se refugiaron en estas tierras en el siglo XII huyendo del clan Minamoto, el más pujante del momento que aniquiló a los Taira en una cruenta batalla que acabó con mucha sangre, sobre todo de los segundos. Los supervivientes decidieron instalarse en Shirakawago por tratarse de tierras ignoradas y remotas.
Si queréis seguir detenidos en el tiempo acercaros al mercado de Takayama, una preciosa ciudad que conserva calles llenas de viviendas escondidas. Las llamo así porque las fachadas se componen de largas maderas que permiten mirar desde el interior sin que desde fuera se observe nada. Son las casas tradicionales, frente a las que con suerte aparecerá algún señor tirando de turistas en una especie de ‘rickshaw’ japonés.
‘Brujulead’ por sus calles y podréis comprar buenos regalos para los amigos: Darumas, dulces de todo tipo, papelería variada y hasta comida de puestos callejeros. Aunque si sois europeos es probable que lo que más os pida el cuerpo sea una buena fruta, normalmente lo que más escasea fuera de España. Cerca del mercado por el que debéis callejear todo lo que os plazca, se haya un curioso templo: ‘Sakurayama hachimangu’. Situado en una elevación de Takayama, y apartado del mundanal ruido parece que los espíritus viven allí a sus anchas, en contacto con la naturaleza y con la tranquilidad diaria que les conecta consigo mismos y con lo mejor de su género.
Los santuarios japoneses son espacios muy recomendables. Si queréis rezad aquí van una mínimas indicaciones para que podáis sentiros ‘sintoístas’ por un instante. Lo primero es tirar una moneda a las cajas que estarán cerca. Después tirar de la campana que suele estar en el frontal, haced dos reverencias y dad dos palmadas. Al final una reverencia más y estará hecho…Habréis conectado con una cultura milenaria que adora a la naturaleza, esa que los occidentales hemos dejado de lado, volviendo la espalda también a lo que somos. Luego nos extrañan algunas de las cosas que nos pasan como sociedad.
HOKURIKU ARCH PASS
Toda la Prefectura está bien comunicada, pero si llegáis desde Tokio o Kyoto probad el Hokuriku Arch Pass, un abono que os permitirá llegar a ciudades como Nagano, Itoigawa, Toyama y Fukui, todas las más importantes del arco central, por un precio más que razonable. Con este pase también podréis probar el famoso tren bala que conecta las principales ciudades del país en tiempo récord.