El olvidado de los Goya: Asghar Farhadi
Evitaré hablarles de los Goya, a estas alturas estarán ya saciados y con resaca. Sin embargo, quisiera presentarles a un señor que ha pasado un tanto desapercibido: 46 años, iraní, Asghar Farhadi. Aunque ‘Todos lo saben’ (Penélope Cruz, Javier Bardem, Bárbara Lennie, Eduard Fernández y otros enormes etcéteras) resultara un tanto mal parada en la Gala -las circunstancias no jugaron a su favor-, es una pieza realmente recomendable.
Más allá del reparto, de la historia y de la perenne intriga que soporta plano a plano, hay algo especial que no se tiene en cuenta: su director. Este señor no habla español. Chapurrea inglés. Y ya. Es iraní. Cuando vean la cinta entenderán mi admiración. Tan conocedor de nuestras maneras de hablar, de mirar, de callar, una consciencia cuasi almodovariana del costumbrismo español, que abruma. El hiperrealismo autóctono plasmado a través de unas pupilas cuya historia difiere de la nuestra en millones de detalles… salvo en el de las relaciones humanas. Al fin y al cabo, animales sociales, pese a la política, la religión y a la cultura, todos compartimos sentimientos. Y esto es algo que Farhadi sabe sorber sin derramar gota alguna.
No hay exceso ni insuficiencia. Es tal cual lo muestra. No es la primera vez que rueda en un idioma extranjero -ya lo hizo en francés con ‘Le passé’-, pero sí es la primera vez que se sumerge así, de lleno, en una realidad tan ajena a la suya. Tuvo algún recelo al principio, normal, pues al parecer le daba miedo no ser capaz de retratar la idiosincrasia española. Así que le mostró parte del guion a Almodóvar, quien, tras leerlo, le dijo a Farhadi que si no la rodaba ya, lo haría él mismo. Pero centrémonos en su entorno.
La doble moral, la hipocresía, el sacrificio, la culpabilidad, el miedo, la cobardía, la rebeldía, la fortaleza… y unos cuantos valores que en Occidente, muchas veces, ni se comprenden ni se quieren comprender. Todo esto es el cine de Farhadi. ‘A propósito de Elly’ le otorgó reconocimiento internacional: un nítido retrato de la sociedad iraní. ‘Nader y Simin. Una separación’, le regaló su primer Óscar, otra joya local, estremecedora, que sella su profundísimo conocimiento de la condición humana. Y ‘El viajante’, su segundo Óscar, es pura psicología. Nada en la venganza con ecos de Arthur Miller. No deberían perdérsela. Han de tener en cuenta una cosa: Irán mutó -o retornó- en 1979 hacia una realidad islámica muy dura (en este sentido les aconsejo la película de animación ‘Persépolis’).
Coercitiva, radical, necesaria, pura, califíquenla como lo prefieran, cada uno tendrá sus opiniones. Pero lo cierto es que todo cambió. El cine también cambió. Cerraron teatros, salas de baile, y así, por mencionar frivolidades, ni Heavy Metal, ni Rock and Roll, ni cabellos al viento y cero alcohol. Es un régimen teocrático con infinidad de peculiaridades que, a ojos internacionales, ahora, en según qué aspectos, ha evolucionado bastante. Las mujeres conducen, se maquillan y llevan vaqueros. No estamos hablando de Arabia Saudí. Pero, aun así, hay censura (entre otras tantas cosas que en estas líneas no procede detallar). Para que se hagan una idea, su amigo, el director de cine Jafar Panahi, ha tenido que rodar su última película, hace escasos meses, en secreto.
En 2010 fue condenado a seis años de cárcel y tiene prohibido, durante veinte años, dirigir, guionizar, actuar, e incluso ser entrevistado por medios extranjeros. Un poco a lo Dalton Trumbo. ¿Entonces cómo lo ha hecho? Pues siendo muy inteligente. Se las ha arreglado para que la cinta “no sea una película”, ni “tenga guion”, ni sea “ficción”. El caso es que sigue siendo difícil dar rienda suelta a la creatividad cinematográfica en Irán. Y mucho más ahondar entre sus rasgos más críticos. Farhadi, sutilmente, lo consigue. A él sí le dejan. El porqué, el cómo, y hasta qué punto, la verdad, no tengo ni idea, pero, mientras pueda, podremos deleitarnos con su exquisita visión del mundo. Porque, muy elegantemente, nos propone en la gran pantalla algunas de las cualidades más sucias, viscerales y emocionantes del ser humano. Farhadi, el señor que se negó a ir a recoger su último Óscar porque no le cae muy bien el señor Trump, es un finísimo director. Intenten conocerle, abrirá sus mentes.