Crítica de Dumbo: Lo políticamente correcto también afecta al elefantito con orejones
Este fin de semana se estrena ‘Dumbo’ de la mano de Tim Burton, a quien le debemos, quizás, esta taquillera carrera hacia la personificación de nuestra infancia. Fue precisamente él quien se encargara de darle vida a Alicia, allá en 2010 y, desde entonces, un sinfín de acción real. Disney se lo puede permitir, en todos los sentidos.
Antes de desenmascarar mi apatía y desdén hacia este tipo de remakes, quisiera hablarles del nuevo Dumbito. La película es correcta, sencilla, rítmica, cuadriculada, empaquetada en laboratorio. Un copia-pega estilístico de cualquier otra cinta infantil de escasas pretensiones. Qué pena. Podría haberse convertido en el cult del cult, pero ha sido fabricada para satisfacer un antojo, que no un sincero deseo. Se me desquebraja la cabeza al pensar que ha sido articulada por las benditas estrafalarias manos de Burton. Una versión light de la propia ligereza Disney, producto diabético. Pero cuidado, que no se trata de hacerlo grotesco -y eso que el mundo circense daría mucho juego- pero, cuanto menos, que se mantenga la magia de la original.
**ATENCIÓN SPOILER: Hasta tal punto se ahoga en correcciones Burton que ha tenido la osadía de obviar la mítica escena de la borrachera. Imagínense cuál festín audiovisual podría haberse exprimido, cuál
jugo alucinatorio con el que fascinarnos… no se me ocurre un mejor regocijo de ebriedad que el surgido de las neuronas de este preciso director.**
Burton aporta una visión muy periférica, distraída en detalles. Parece tener ganas de terminar. Muestra de ello la facilidad con la que el pequeño Dumbo descubre su don. Extremadamente pronto. Recuerden que en la original le costaba bastante valor y lágrimas franquear sus límites, en esta, sin embargo, le viene otorgado por divino accidente. Al menos Michael Keaton cumple con su parte. Farrell, correcto,
pero qué necesidad de agregarle una básica y predecible “historia de amor”. Los niños, majísimos. Sin embargo, señores productores, la historia de Dumbo, aunque no creyeran en ella ni siquiera en 1941, es lo suficientemente simple y profunda, sencilla y honrada, que no precisa de alicientes para mantener su trama.
Sobra el padre manco que vuelve de la guerra, sobra la desdichada acróbata francesa, no nos interesan los líos económicos de ese tal Medici y exigimos al pequeño ratón. Obviemos ciertos larguísimos planos/contra-planos y un pequeño fallo de raccord, otra gran ausencia, además del ratoncillo, es la emotiva auténtica canción de cuna de la Señora Jumbo. En fin, señores, que a mi humilde parecer, no le hace justicia.
Y ahora, ya que están aquí leyendo, reflexionemos. ¿Es todo esto necesario? Porque, salvo padres o nostálgicos, muchos conservamos el idílico, confuso y nublado recuerdo en doblaje latino de las cintas de nuestra infancia. Bastante extraño resulta revivirlas una vez adultos, con sus involuntarias modificaciones,
los “la recordaba distinta” y la sobreabundancia de histrionismos olvidados, como para que ahora, encima, las tengamos diferentes y en live action. Todo un tanto confuso, como toparse con un ex de la adolescencia o visitar el antiguo colegio. Lo recordábamos más grande.
Volver a ver cintas de nuestra infancia puede convertirse en un dulce ejercicio de autoconciencia, pero esta avariciosa usurpación me resulta más malévola que el descubrimiento de las historietas de los Grimm. Es casi preferible mancillar nuestra memoria a base de sádicas amputaciones ideadas por aquellos febriles
hermanos, que a base de este burdo ultrajante taquillazo fácil. Al menos de esos genios brotaba excéntrica genuinidad.
O se mantiene el metraje paso a paso como sucede en ‘La bella y la bestia’ de Bill Condon, o se eleva la cursilada como Kenneth Branagh hizo con ‘Cenicienta’, o se le da una vuelta a la tortilla como en ‘Maléfica’. Lejos quedaron los personajes madurados de ‘Alicia en el País de las Maravillas’. (Por cierto, ¿alguien recuerda ‘Alicia a través del espejo’? Espero que no). Aunque estas cintas recauden millonadas, como fuera el caso de ‘El libro de la selva’ (cuál osadía, con lo auténtica que les quedó la original) no parecen satisfacer al público de antaño. Y sino les parece suficiente desperdicio lo estrenado hasta ahora, no ansíen más, que ya estamos a la espera de ‘El rey león’ para verano, de ‘Mulán para Navidades’, o de
‘La sirenita’ el musical. Qué desasosiego.