Entre cócteles y cochinillas en la Escuela Taller del Colca
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Los jóvenes ruteros se han acercado a este lugar del Valle del Colca para llevar a cabo una serie de talleres prácticos y conocer la actividad que desarrolla esta Escuela, financiada por la Agencia Española de Cooperación y Desarrollo (AECID) y que apoyan la Autoridad Autónoma del Colca,la Municipalidad Provincial Caylloma y la Corporación Andina de Fomento.
Con Elvis, arqueólogo y profesor de Intervenciones Arqueológicas y Conservación de Monumentos, los jóvenes han podido aprender algo de “la tecnología andina prehispánica” que en esta escuela enseñan. Por ejemplo, que el chuno, una especie de cactus se usa para impermeabilizar el mortero con el que se hacen las viviendas; también han conocido a la cochinilla, el insecto del que se saca el pigmento para pintar o teñir de rojo cualquier tejido.
En carpintería restaurativa, los ruteros han podido conocerlos entresijos de la talla y en Servicio de restaurante y establecimiento de hospedaje algo más de la cocina peruana de la mano de la chef de la escuela.
El objetivo de la Escuela Taller Colca es capacitar para el empleo a jóvenes de la zona del Colca, tanto mujeres como hombres, en oficios tradicionales y actividades vinculadas a la conservación, uso y gestión sostenible del Patrimonio Cultural y Natural del Valle del Colca. De esta manera se pretende contribuir al desarrollo social, cultural y económico así como a la mejora de las condiciones y calidad de vida de la población a través de la conservación del patrimonio cultural natural, eje de la estrategia dedesarrollo.
La Escuela Taller se creó en 2009 pero el proyecto de desarrollo comenzó en 1998. José Carrión, jefe del proyecto de desarrollo integral del Valle del Colca, explica que el proyecto de desarrollo se centra en 17 distritos del Colca separados, los más alejados, por 100 km. El objetivo era lograr una mejora en la calidad de vida de la población de la zona, lastrada entonces por la extrema pobreza, la economía de subsistencia, servicios básicos insatisfechos, elevada migración de los jóvenes a la ciudad, débil identidad cultural y enorme potencial cultural y natural en abandono.
Con el objetivo de mejorar todo ello, el proyecto se comprometió a intervenir en 20 monumentos de la zona, de los que se han restaurado 18. Para ello, se hizo una selección de jóvenes a los que enseñar técnicas de restauración de bienes inmuebles, algo a lo que en principio seopuso el Ministerio de Cultura peruano que consideraba que agricultores no podían tocar lienzos. Sin embargo, en la actualidad, hasta el propio Estado contrata a estos jóvenes para trabajar en las ciudades en sus propios proyectos, señala Carrión.
Además de incidir en estos proyectos, también se promueve la intervención en la vivienda rural y la habitabilidad básica. Así, se trabaja con las familias para que aprendan a mejorar su propio hogar ya que es habitual que se comparta un solo espacio lo que genera condiciones de hacinamiento. “Con técnicas tradicionales, con elementos que ellos tienen aquí –piedra, adobe,madera-, ya que no es necesario ni el ladrillo ni el cemento, se rehabilitanlas casas”, indica Carrión. También se fomenta la integración y cohesión socialen el distrito, por ejemplo, con el sistema inca de trabajo comunitario que sepuede resumir en “hoy te ayudo y mañana me ayudas”.
El proyecto también fomenta las viviendas productivas (hoteles, almacenes, talleres), la artesanía tradicional e, incluso, han abierto un centro de documentación en Chivay con todos los documentos referentes a patrimonio cultural e identidad de la zona. También se trabaja, en los comedores populares, con las madres de familia para fomentar una mayor presencia de la mujer en las decisiones políticas y económicas de su distrito.
En este sentido de incidencia local también trabaja la Escuela Taller Colca. Con el fin de capacitar a la gente de la zona en los trabajos que ofrece el Colca y que, hasta ahora, ocupaba gente llegada de otros lugares de Perú, se selecciona a jóvenes de 16 a 25 años para capacitarlos en oficios de mantenimiento y promoción del Patrimonio, al tiempo que se fomentala equidad de género. Los jóvenes viven en régimen de internado con una beca que cubre el hospedaje y comidas. Los fines de semana los tienen libres y se exige el compromiso de las familias para que los jóvenes aprovechen, en esos dos años, sus estudios.
La directora Carol Carpio señala que ella informa cada tres meses a los padres de los jóvenes. A los jóvenes “les hacemos una evaluación psicológica. Hasta ahora no se la hacíamos, pero ahora es necesaria porque los papás les hacían faltar acá por echarles una mano, por ayudarles. Les llamé y les dije “tiene que haber también un compromiso por parte de ustedes””, explica firme la directora.
Y añade que la escuela “es muy práctica” por lo que “si pierden por ejemplo una clase en la que aprendieron a hacer un tallado, es muy difícil que lo puedan recuperar. Llegamos a un acuerdo y los papás se concienciaron y hay un mejor entendimiento. Ahora si se retrasan me llaman o sime llaman y me dicen ‘hoy no tengo nadie que me ayude, lo necesito, pero se lo mando en la tardecita’, les doy permiso y ya está. No puedo desligarlos del todo de las responsabilidades de la familia. Algunos vienen de muy lejos, de pueblitos que están a 10 horas, es mucha la distancia que tienen que caminar”.
En el internado se exige que cumplan ciertas reglas como no salir sin permiso, no entrar en las habitaciones de chicas, los chicos y viceversa, y no beber o fumar en la escuela. Incumplir alguna de estas reglas supone la expulsión inmediata. Y la directora no duda en ejecutar la expulsión si es necesario. Aunque en otras cuestiones se muestra más comprensiva: “Tengo tres señoritas que están embarazadas. Las chicas por aquí tienen los hijos muy jóvenes. Hace poco una de las chicas dio a luz. Yo informé a la madre de que ella se veía con el enamorado y la madre me dijo “sí, le di permiso”. En cuestiones de crianza no puedes entrar. Yo no las he retirado porque es quitarles una oportunidad. Yo les puedo apoyar pero ellas tienen que regresar a estudiar. Les doy 15 días tras el parto”.
La directora ha llegado al compromiso con los padres de que ellos cuidarán del bebé durante la semana mientras ella está en la escuela. Le quedan sólo seis meses para acabar. Y así no se le cierra una posibilidad en el futuro. “Que terminaran de estudiar y que en algún momento tengan un arma con que defenderse. Uno nunca sabe lo que pueda pasar”, suspira Carol Carpio.