La parricida con amnesia
Toda su vida era una mentira. Monica Juanatey enlazaba un embuste tras otro con precisión suiza y una frialdad de espanto. Tanto, como para ocultar durante dos años el asesinato de su hijo César de 9 años. Pero ahora, Mónica se acuerda de todo salvo del momento en que murió el chico el nueve años. La presunta parricida tiene amnesia transitoria, "preparé el baño y después...lo primero de que me acuerdo es de tener a mi hijo muerto en brazos".
En el verano de 2008 Mónica andaba atareada en construirse una vida cimentada en mentiras lejos de su Galicia. Su novio, con el que compartía piso en Mahón, creía que Mónica no tenía hijos. La mentira funcionó hasta que los padres de Mónica le enviaron a su hijo desde Noia. Ella, contrariada, le obligó a llamarla tía y fingir que su propio hijo era su sobrino. César era un estorbo para su madre, y así pasó sus últimos días de vida antes de que Mónica presuntamente le ahogara en la bañera. Luego, con una falta de empatía y humanidad absolutas, metió el cadáver de su hijo dentro de una maleta roja, junto a su ropa, su cómic favorito de "Naruto" y su estuche de la escuela. Durante dos años César sólo vivió en las mentiras de su madre que, con la ayuda de internet, se inventó su comunión, su vida escolar y hasta el ficticio accidente de coche donde perdería la vida. Mónica siguió cobrando las ayudas de la Administración como madre soltera hasta que en noviembre de 2010 encontraron la maleta en un barranco.
La policía tardó poco en detenerla. El estuche de su hijo la delató. Mónica creía que jamás podrían identificar el cadáver pero se le olvidó revisar la goma de borrar que había dentro del estuche. César había grabado sus iniciales en la goma y ésta condujo a la policía hasta su madre. En los primeros interrogatorios Mónica les mintió, en el último confesó que agobiada porque no quería hacerse cargo de su hijo, lo ahogó en la bañera y luego lloró durante horas junto a su cadáver. Mónica repitió su confesión ante el juez instructor. Ahora, dos años después, sentada en el banquillo, Mónica tiene amnesia. No recuerda haberlo matado. La presunta parricida dice estar segura de que fue un accidente, que no fue consciente de lo que pasó y no se le ocurrió otra cosa que ocultar el cadáver. Por supuesto ella insiste en que confesó porque la policía la engañó diciéndole que tenía pruebas del crimen.
Pero con la ayuda de un forense las mentiras tienen menos recorrido. Hoy los especialistas han declarado durante el juicio que Mónica Juanatey puede distinguir el bien del mal y controlar su conducta, que no hay explicación ciéntifica para su amnesia puntual, y que ésta mujer no tiene sentimientos por nadie. Mónica no sólo se enfrenta a la ciencia, los hechos también la contradicen. ¿Por qué no llamo a una ambulancia cuando "despertó de su amnesia" con el cadáver de su hijo en brazos?¿por qué tras deshacerse del cadáver destruyó el DNI de su hijo y cualquier otro rastro de su paso por Mahón?¿Por qué aguantó dos años sin confesar el paradero real de su hijo?. El Fiscal cree que tiene respuesta a todas esas preguntas. Ella cree que pudo haber matado a su hijo de forma accidental.
Es posible que ya nadie crea las mentiras de Mónica. Ni siquiera el novio que compartía casa con ella, el mismo al que le dijo que César había vuelto con los abuelos. Ese novio descubrió que Mónica se la pegaba con otro el día que la detuvieron. Aunque a Mónica eso no le debe importar demasiado. Su familia no ha presentado cargos contra ella y en la cárcel se ha casado con el "otro", ha ganado un premio literario con una novela de terror "El hermano gemelo que era el diablo" (¿previsible?), y goza de popularidad entre las internas y los técnicos de la prisión. Ya ven, a la parricida de Mahón no le faltan los amigos.