Una rosa amarilla
La rosa amarilla es una de mis flores preferidas. El amarillo, algunos lo sabéis, no es uno de mis colores favoritos pero sí cuando se trata de flores y más aún si han de ser rosas.
Esta rosa que hoy os traigo está aislada del resto, la cubre una fina capa de papel transparente que la protege. Es una rosa especial, muy sensible y que requiere que se la trate diferente a las demás. Si así se hace, vivirá sana y fuerte. Ahora conocemos muchas formas para hacerla vivir; sabemos cuáles son los caminos que la salvarán de enfermedades para las que no está preparada.
Hace unos años nos hubiéramos asustado pero ahora ya hemos aprendido que hay muchas cosas que hacer para sacarla adelante. Seguramente no será un camino sencillo y en él puede perder los pétalos pero no perderá su esencia y logrará recuperarlos en cuanto esté limpia por dentro. Es posible que haya que injertarle fuerza que llegue de otra flor, de otra flor compatible con ella, quizá de una hermana; eso se ha experimentado y tengo muy cerca varios casos ejemplares en ese campo.
Mi rosa amarilla, que a las alturas que estamos ya habréis comprendido que ha dejado de ser mía, vivirá aislada pero recibirá toda la fuerza que necesita para seguir siendo una rosa. Ya está sintiendo ríos de cariño: esa potencia que llega de la amistad y el reconocimiento. Esas medicinas la harán más fuerte y así, la enfermedad que ahora la postra, lo tendrá más difícil para hacerle daño.
Mi compañera Concha Gª Campoy sabe que todo esto está escrito, metiendo la pluma en el corazón, para ella. Le llegarán muchas flores pero esta rosa amarilla lleva en cada pétalo un abrazo inmenso para ella, para su marido y para sus hijos. Todo irá bien, compañera.