Este mediodía me ha llamado mi jefa: Pilar Blasco. Me ha dicho que las consecuencias de las palabras de Argi se precipitaban; que Mediaset no podía mantenerla en la casa concursando. Hemos hecho juntas la siguiente reflexión: hay que darle la opción de retractarse o reafirmarse y solo entonces podrían tomar decisiones.
El confesionario ha sido el lugar donde la concursante ha visto las imágenes que han demudado su cara. Esas palabras han abierto un agujero negro bajo los pies de Argi que inmediatamente ha comenzado a pedir perdón, a justificarse, a horrorizarse. En esos instantes cada una de las palabras de su “broma”, pesaba kilos de plomo.
Se acabó la broma: aquello iba en serio y era importante.
Estoy segura de que Argi se ha puesto inmediatamente en la piel de las víctimas de ETA y ha entendido que ninguna de ellas podría aceptar sus excusas por haber usado su dolor como una broma; ha sido la primera en entender la profundidad de su derecho a exigir que fuera expulsada de la casa. En esos instantes ella no sabía, como no lo sabíamos nadie del equipo de Gran Hermano, que en Mediaset la decisión era firme e inapelable. En esos instantes los que hacemos el programa creíamos que el arrepentimiento de Argi, la libraría de la expulsión; que su sincero perdón, la perdonaría.
Nuestra concursante nunca había apoyado a ETA, jamás había acudido a manifestación ninguna que apoyara a la banda terrorista y asumía que sus palabras eran un error grave que nada podía justificar. A nosotros, los que hacemos el programa nos parecía que eso era lo importante. A mí, los que me pedís esta noche que dé la cara, me parecía que tomar otra medida más drástica podía significar regalar a la izquierda abertzale un abono muy potente que les reforzaría. Esa ha sido mi opinión y mi esperanza hasta media tarde.
La presión ha ido en aumento y los propietarios de la cadena han tomado una decisión que tienen derecho a tomar: nada justifica que una concursante de Gran Hermano continúe en el concurso tras haber bromeado sobre la vuelta de ETA. No había apelación posible. Respeto sinceramente la postura de Paolo Vasile y, conociéndole un poco, estoy convencida de que habrán sido horas complicadas para él.
Ahora que Argi ya ha sido expulsada de la casa de Guadalix solo espero que la rodeen personas sensatas que la ayuden a pensar en lo que para mí, es lo único importante: las víctimas de la banda. Las víctimas y todas las personas que han sufrido año tras año, durante decenas de años, los asesinatos de ETA, el horror de ETA. Las víctimas, los heridos, los supervivientes destrozados física y psíquicamente para el resto de sus días, para el resto de todos los días de sus vidas. Las víctimas y sus familiares, sus amigos, sus vecinos, sus compañeros: todas las personas, todas las que, tras un atentado de ETA han quedado marcadas para siempre por el espanto y el dolor.
*Francisco Tomás y Valiente. Asesinado por ETA en 1996.
Argi no ha medido el peso de sus palabras y mi esperanza es que ahora, ya fuera de la casa, no olvide ni por un instante ese dolor porque solo así se recuperará de la angustia y el miedo que ahora la acompañan.
Argi es una chica joven, muy joven. Eso le facilitará aprender con rapidez y, si tiene la suerte de escuchar a las personas que le conviene escuchar, sabrá que si alguien ha soportado el horror sin jamás tomarse la justicia por su mano, esos han sido los que han sufrido el zarpazo de la fiera. Las víctimas de ETA son el mayor ejemplo de dignidad y honradez que hemos conocido en España en muchos años; esas personas, estoy convencida de que han sido las que han tenido el mayor peso a la hora de que los responsable de Mediaset, hayan decidido expulsar a una concursante de Gran Hermano que sin pensarlo dos veces dijo ayer éstas palabras: “ La última manifestación a la que fui fue a la de que volviera ETA”.
Es cierto que creo en el perdón, es cierto que lo he dicho muchas veces frente a todos vosotros, es cierto que esta tarde he defendido que nuestra concursante pudiera evitar la expulsión enfrentándose a su broma y su realidad, pero también lo es que conforme han ido pasando las horas, me ha ocurrido una vez más lo único que siempre ha prevalecido en mí desde hace muchos años, lo único que sigue estando en el centro de cualquier análisis: las víctimas. Por ellas acepto que la decisión tomada es la correcta. Lo acepto sabiendo que el precio a pagar por nuestro programa, volverá a ser alto y el rendimiento político favorecerá a los que nunca han condenado el terrorismo. Lo acepto porque para mí las víctimas de ETA siguen siendo lo único verdaderamente importante.