Ojos de niño sirio

telecinco.es 31/10/2013 13:33

Me quedé enganchada a esos ojos. Los miré un largo rato y me conmovieron de tal manera que, por si no los hubierais visto, los comparto aquí con vosotros.

Terror, hambre, tristeza sin consuelo, angustia, son algunas de las palabras que me ayudan a definir lo que veo en esa fotografía. Todos son sentimientos que los mayores conocemos pero un niño tan pequeño no parece que haya tenido ni tiempo para sentir. Aunque, debo decir que a mí, este niño sirio, me recuerda a muchas fotos de niños españoles de la guerra y la postguerra civil. Para algunos de vosotros todavía seguirán vivas esas imágenes.

Siria sufre una guerra civil. No importa que el presidente de ese país sea un hombre cultivado, educado en buenas universidades, con aparente capacidad de evitar tantos sufrimientos a su gente; no importa. Se trata de acabar con los de enfrente. No entro a valorar ninguno de los dos bandos, hoy solo quiero quedarme en los ojos aterrados de mi niño sirio.

Anoche leí un libro de Susana Tamaro: “Respóndeme” que me llevó en muchos momentos a recordar esta fotografía. Es un libro que os recomiendo. Cuando se dan las circunstancias para que los mayores hagan daño a un menor de edad, da igual que haya paz o se trate de una guerra. La maldad y la incomprensión, no tienen limites. Si esos pequeños despreciados, maltratados, no escuchados, acaban mal, ya sabemos dónde estuvo la semilla que germinó, ya sabemos quién plantó y regó ese principio.

Sus ojos negros, esos pozos sin fondo que reflejan lo que ninguno de nosotros soportaría, no pueden defenderse pero sí pueden aprender y se defenderán cuando llegue el momento. La semilla del mal, de nuevo, la plantaron los mayores y él, cuando crezca, tendrá un camino marcado.

La carita de este niño te provoca ir a por él, abrazarlo, darle calor, alimentarlo, ayudarle a dormir. Sus arrugas no se las quitará el sueño pero los ojos descansarán del horror.

Pienso en su madre, en sus hermanos mayores, en sus abuelos, todos metidos en una guerra que durará lo que decidan que dure quienes jamás miran a los ojos de un niño como el de la fotografía. Porque si lo hicieran pararían al instante, levantarían sus armamentos, desmantelarían sus ejércitos y pedirían perdón. Pedirían perdón a todos los niños que viven atrapados en la guerra, cualquier guerra. Pedirían perdón a todos los niños que miran con ojos de terror lo que la vida les ha puesto delante. Pedirían perdón por su llanto desconsolado, por su carita de miedo eterno.

Pero no lo hacen, no lo han hecho nunca. Los niños son invisibles, los niños no cuentan, los niños molestan.

Quien hizo esa foto sabía que estaba captando la realidad más dolorosa y más común: el llanto agotado de un niño que nadie defenderá y que seguirá acumulando angustia en esos ojos como pozos sin fin.