Marrakech, una ciudad de ensueño
Marrakech es la primera ciudad que visito en Marruecos, parece mentira que a mi edad no haya visitado este maravilloso país, pero es lo que tiene vivir en Los Angeles hace más de 20 años, todo lo que antes me pillaba a mano ahora me resulta de una lejanía en ocasiones abrumadora. Pero como querer es poder, me he lanzado a experimentar esta ciudad imperial al oeste de las montañas Atlas y habitada por Bereberes desde tiempos inmemoriales, visitando dos, en mi opinión, de sus mejores hoteles, muy diferentes entre si pero ambos dos verdaderas joyas. Al fin y al cabo la experiencia de visitar una ciudad tiene mucho que ver con donde te hospedas, y en esta ocasión, no ha podido ser más espectacular, en todos los sentidos.
Los dos hoteles que he elegido no pueden ser más diferentes, el primero Ryad Dyor, un hotel boutique situado en el centro de la Medina, a escasos diez minutos andando de la famosa plaza Jemaa el-Fnaa (la plaza más concurrida de toda Africa). El hotel pertenece al español criado en Ámsterdam Alberto Cortés Armero, un decorador con tiendas en Menorca, Ibiza y Barcelona. En al año 2004 viajó a Marrakech en busca de unas alfombras y quedó prendado de la ciudad. Vio un Riad (casa con varias estancias con patio interior), a la venta, y decidió lanzarse a la piscina, reformarla durante dos años y convertirla en Riad Dyor, un hotel boutique exquisito donde te hacen sentir como en casa. La experiencia no pudo ser mejor, estuve en dos habitaciones diferentes, están decoradas con un gusto, del que sólo puede ser artífice un decorador. Es muy ecléctico, decorado principalmente con piezas de artesanos marroquíes pero también salpicado de toques indonesios.
Parte de la experiencia de estar en un hotel es el trato con los empleados y Alberto hace hincapié en que lleva con los mismos trabajadores desde su apertura y son como una pequeña familia. Yo tuve oportunidad de establecer trato con Aziz, un joven marroquí con mucho gracejo y cuyo trato hizo mi estancia muy agradable. Destacar la terraza desde donde puedes desayunar viendo la medina. Sin duda Riad Dyor es una experiencia única. Es como estar en una casa privada de lujo.
Mi segunda parada es en un hotel muy diferente, me hospedo en el resort Mandarin Oriental. Al llegar al hotel no doy crédito. Es un oasis de esos a los que sueñas poder visitar algún día. Y ese día llegó. Me recibe Oussama, que va a ser mi “mayordomo” personal. La verdad es que se te hace a veces un poco grande la idea de tener a alguien a tu servicio para lo que necesites cuando tu día a día es todo lo contrario. Pero esto es sólo el principio, a lo bueno se acostumbra una muy rápido. Cuando me enseñan mi villa, me quedo ojiplática.
Entro en un oasis con piscina y jacuzzi privado, cocina exterior, salón, habitación con vistas a “mi piscina”, un baño espectacular con una bañera redonda, el suelo climatizado, una ducha con vapor, un vestidor inmenso. Si piensas en lujo asiático, desde luego esto es lo más se le parece. Pero no solo tengo mi piscina privada, el hotel tiene una piscina común que quita el hipo.
Además de tener a tú alcance todo lo que puedas desear, el hotel ofrece actividades como ir a las montañas del Atlas a tomar un desayuno bereber en una tienda de campaña de súper lujo donde te sientes la reina del desierto.
Y para completar una estancia inolvidable un tratamiento hammam en el spa, que es hasta el momento, el mejor que he experimentado en mi vida. Hammam se denomina a los baños árabes donde pasas por una sala con vapor para luego tumbarte en una cama de piedra y que te laven con un jabón negro hecho de olivas negras y un guante para exfoliarte bien todo tu cuerpo serrano. Tras limpiarte de arriba a abajo, incluyendo el cabello, te secan y te dan un té con menta y azúcar. Sin duda muy recomendable.
Marruecos ha sido un destino mágico, no sólo por la calidez de la gente sino también por su gastronomía. Ahora que las restricciones por el COVID-19 comienzan a relajarse, os ánimo a visitar cualquiera de estas dos joyas en Marrakech.