A través de la gastronomía conocí más y mejor África del Sur
Conviene, de vez en cuando el descanso, que en mi caso casi siempre suelo aprovechar para acumular experiencias gastronómicas. Acabo de llegar de un corto, pero intenso viaje por África del Sur, en el que no me olvidado de vosotros. Os he tenido en mente cuando he dirigido mis pasos hacia un lugar de comida tradicional o he probado algún plato interesante. He de comenzar haciendo una declaración de principios. La gastronomía, no es desde luego, una de las razones que os debe de llevar a esta parte del mundo, la más meridional del continente africano. Hay países africanos con una cocina mucho más sugerente y personal como la marroquí, pero no es el caso de Sudáfrica, Zambia, Zimbaue o Botswana, los países que he visitado. Hasta cierto punto es normal. Estamos hablando de poblaciones muy castigadas durante décadas por la hambruna. Países donde las carencias hacen que se imponga una cocina muy funcional y sencilla, radicalmente alejada de la sofisticación. Sudáfrica, el estado más occidental y avanzado de todo el continente, es el que tiene la mejor y más variada gastronomia. Su cocina es una consecuencia y al mismo tiempo un legado de su heterogénea población africana, europea y asiática. El curry y el cilantro llegaron de Asia, a través del Índico, fundamentalmente a través de la importante colonia india y malaya asentada en la costa este sudafricana. De los primeros europeos asentados en Ciudad del Cabo, han heredado la pasión por los asados de carne y las célebres y populares “boerewors” o salchichas. Un país con tantos kilómetros de costa, y bañado por dos océanos, el Atlántico y el Índico, no podía dejar de tener un buen marisco. En el suntuoso barrio de Sundton, en Johannesburgo, pude probar un excelente solomillo de vaca en el “The Bucher Shop&Grill” y buenos pescados, como un “snoekbraai” o pez aguja asado a la brasa en el “Montego Bay”, un lugar especializado en pescado, donde se puede disfrutar también de gambas, langostinos y hasta langostas, muy frescas.
Capítulo aparte merecen los vinos sudafricanos, que en los últimos años, han subido en calidad de forma espectacular acaparando grandes cotas de mercado en todo el mundo debido, sobre todo, a unos precios más que competitivos. Se cultivan en el sur del país, en el ámbito del cabo de Buena Esperanza, y brillan por igual blancos, tintos y dulces como los fabulosos moscateles del histórico viñedo de la zona de Constantia. La gran uva nacional es la pinotage, un ensamblaje perfecto de la pinot noir y la ermitage, una tinta autóctona. Elaborado a partir, precisamente, de pinotage, y junto a todos los estupendos compañeros de Tele 5 desplazados hasta Sudáfrica para retransmitir la Copa Confederaciones, tomamos un tinto espectacular, un “Rick’s Private Celler 2005”. Cayeron varias botellas, porque nos encantó a todos. En las zonas más elitistas de Johannesburgo no hay restaurante que precie que no cuente con una surtida bodega.
Os hablaba de la heterogénea población sudafricana y me falta hablar del 70 % de la misma que es la población negra. Afortunadamente, gracias personajes tan emblemáticos como Nelson Mandela, Desmond Tute o Steve Biko, el abominable “apartheid” ha sido abolido, pero aún quedan muchas desigualdades entre blancos y negros en este país. La base alimenticia de la población negra africana ha sido durante siglos el maíz. Aún hoy en día es el sustrato del plato más tradicional y popular de Sudáfrica, el “mealie pap”, que no es otra cosa que una especie de gachas de maíz. Las probé en unos restaurantes populares en pleno centro de Johannesburgo.
En toda el África Meridional la gastronomía rinde culto al exotismo. Cualquier especie animal que no esté en peligro de extinción, es susceptible de acabar en la parrilla o la cazuela. Es decir, es habitual encontrar en la carta de un restaurante, platos elaborados a partir de carne de avestruz, antílope, búfalo o cocodrilo. En Livingston, una ciudad de Zambía casí limítrofe con Zimbaue, junto a las cataratas Victoria, me encantó un estofado de cocodrilo pescado en el majestuoso rio Zambeze, aderezado con curry y acompañado por arroz basmati.
Las cataratas Victorias son punto y aparta. Te alimentan el espíritu y te otorgan uno de los momentos estelares de tu vida. Las sobrevolé, las pude ver tanto desde Zambia como desde Zimbaue, mucho más espectaculares las vistas desde este último país. Y encontré una terraza, donde acompañado de un buen vino atardecía cada día, acompañado, eso sí, de un vino sudafricano. El vino y el sol poniéndose rivalizaban en color y viveza.
Viajar a través de los sabores, las texturas y las riquezas que encierra cada tierra es profundizar en el conocimiento de los lugares que visitas. De Africa uno viene algo menos ignorante, más abierto y más cargado de experiencias. Béndito continente.
Aquí os dejo unos vídeos para que disfrutéis de África del Sur: