Rubén: ambición desleal
Antes de ir a trazar el perfil de Rubén no puedo por menos que comentar lo patético que resulta ver a este concursante y a Gabaldón centrando todos sus esfuerzos en sepultar en la porquería a Yangyang en lugar de brillar ellos mismos. Tengo a estos dos tipos por concursantes inteligentes. Han demostrado ser suficientemente espabilados para gestionar su concurso de forma que no resultasen nunca nominados, lo cual significa granjearse cierto grado de confianza en sus compañeros. Cuando menos han resultado medianamente simpáticos, no despertando demasiado rechazo. No es nada fácil de conseguir lo que digo, por eso me choca que estén siendo tan torpes con Yangyang.
Hablaré luego de la torpeza que ha mostrado Rubén con la maniobra de su traición. Pero no le va a la zaga esta otra con la que intenta poner en evidencia a Yangyang. Si en aquella tenía a Maico como cómplice ahora le acompaña Gabaldón. Es muy triste comprobar que en esta campaña final no estén esforzándose por destacar sus virtudes, sino por dejar mal a su compañera. No se dan cuenta de que ningún concursante que haya dañado claramente a otro ha agarrado nunca el maletín en la gala final.
No les sirvió de enseñanza que Miriam fuera expulsada tras dedicar su alegato no a hablar de ella sino precisamente de Yangyang. Y nada bien, por supuesto. Lo de menos es si están fundamentadas sus críticas, dudas y recelos. Personalmente lo de que haya trabajado en una oficina y de cada dos palabras escriba mal tres no me parece la gran pillada, como parece que lo valoraron Rubén y Gabaldón. Lo que me parece patético es verles emocionados entrando en el ‘confe’ para contar su descubrimiento.
A estas alturas no van a ganar ni a dejar de hacerlo por dejar mal a otro compañero. Eso solo puede restarles puntos, porque desperdician la oportunidad que se les brinda de hacer campaña a favor de ellos mismos para hacerla en contra de un rival. Ayer esto pasó de castaño oscuro durante las entrevistas que hicieron a sus compañeros. Todos se sentaron en la silla de entrevistado mientras sus otros tres compañeros preguntaban. Hubo muchas preguntas con intención para todos, pero con ninguno tuve la misma desazón que escuchando el machaque al que sometían a Yangyang.
Fue el acto de campaña más interesante y entretenido. Todo un acierto esto de que se entrevistasen, lo cual es mérito principalmente de los concursantes, que se lo tomaron muy en serio, haciendo buenas preguntas y respondiendo con brillantez en bastantes ocasiones. Tiene mucha fuerza ver a Hugo preguntarle a Rubén si tiene algo de lo que arrepentirse. Y es hilarante que Yangyang pregunte a este mismo finalista cuál es el mejor lugar de la casa para estar tumbado. Es especialista en ello, tanto que merecería heredar de otro concursante de la pasada edición el mote de ‘tumbaíto’. Un poco de humor cáustico está bien, otra cosa es ese empecinamiento en tirar por tierra a Yangyang que motivó la mayoría de preguntas de Rubén y Gabaldón.
Porfiaron demasiado y vanamente, aunque consiguieron lo que nunca había visto antes. Yangyang lloraba después, supongo que por la impotencia de comprobar que comportarse bien durante todo el tiempo con sus compañeros le valía para tener de recompensa tanta persistencia en sacarle punta a todo lo que ella ha hecho en estos casi tres meses, dudando de forma reiterada y con gran obstinación. Le dieron la tarde con sus preguntas capciosas y no pudo soportarlo al fin. Aunque no hizo un escándalo de ello. Reprimió sus lágrimas hablando con un Hugo comprensivo y cariñoso que le decía “no llores” justo cuando ella se levantaba al baño. Iba a llorar, no cabe duda.
La actitud de Rubén y Gabaldón con Yangyang se puede calificar de persecución e incomoda mucho presenciarla. Tanto es así que desearía ver quedar a la china por delante de esos dos compañeros. Ojalá siendo la del segundo porcentaje y viendo desfilar hacia la salida a los dos mientras ella se disputa el lugar de honor de esta edición. He compartido muchas de las críticas que se le han hecho durante todo este tiempo, pero lo que están haciendo ahora con ella es humanamente reprobable. ¿Por qué lo hacen? Por lo mismo que motivó la traición de Rubén a Hugo: ambición.
Tengo dicho que Rubén y Gabaldón están bastante convencidos de que esto lo va a ganar Yangyang y esa idea les consume y no les está dejando disfrutar de estos últimos días en la casa. Rubén actúa con ella igual que hace unas semanas con Hugo. Repito que su cómplice es ahora Gabaldón, más justiciero que nunca. Porque su sentido de la justicia siempre ha dependido del reo. Aforó a su amiga Carlota, evitándole cualquier juicio. A otros, sin embargo, enjuició con demostrada intransigencia. Si te metes en el círculo del odio corres el riesgo de que este termine estallando en tu cara. Eso puede estar pasando con los fiscales Rubén y Gabaldón. Y todo indica que Yangyang quedará absuelta.
Daguerrotipo de Rubén
Me apetece que el de Rubén sea el daguerrotipo más corto de esta edición. Incluso he llegado a pensar en compartir su espacio con el de un concursante como Carlos, que no llegó a la final, pero lo hubiera merecido. Finalmente prefiero no hacer más excepciones, pero afronto las próximas líneas con escasísimo entusiasmo. Mirando la trayectoria de Rubén en su conjunto creo que ha hecho un concurso muy mediocre. Su tibieza esquiva hacía prever la traición de las últimas semanas.
En mi moleskine dejé escrito varias veces que ponía a otros concursantes por delante de Hugo hablando de sus intocables o favoritos. Y no puedo olvidar una fiesta de viernes tras quedar Hugo nominado en la que Rubén le dejó de lado para ir desatando nudos con aquellos que podían hacer peligrar su trabajada inmunidad en las nominaciones. Desde casi una semana antes empezaba a currárselo para evitar salir a la palestra, sin importarle la imagen de soledad que transmitía su amigo Hugo. Tal vez me negué a considerar tantas evidencias, sepultando en mi agenda observaciones que nunca salieron de ahí. Llevaba la palabra “traición” escrita en su frente, solo había que querer verlo.
Rubén ha pecado de exceso de confianza en sí mismo. Pensó que se llevaría de calle este concurso, lo gestionó con cierta habilidad desde la tibieza o la hipocresía permanente, y apenas tuvo que trabajarse sus dos inacabadas carpetas. Demasiada apatía para convertirse en un concursante destacable. Solo su cercanía a Hugo hizo que le viéramos con mejores ojos. Con todo lo indolente y vago que demostró ser casi siempre, demasiado se trabajó la trama de una traición que terminaría con cualquier posibilidad de que este concursante se llevase el maletín, si es que alguna vez fue eso posible.
No puso gran interés ni en su historia con Miriam ni en la de Alyson. Con desgana evitó nada que se asemejase al compromiso con la primera y apenas se dio unos besos con la segunda. A punto estuvo de intentar explotar lo de Miriam al final, lo cual me temo que hubiera hecho de no salir esta el jueves pasado. Y los de Alyson eran besos con caducidad. Sabía que no tardaría en marcharse y ese amago de conquista le sirvió para reafirmar su chulería, volviendo a ponerse en valor como conquistador. Esa era la baza en la que más confió, una de las razones por las que siempre se vio posible ganador.
No digo que esté mal verse ganador. Es una buena opción para afrontar este concurso. Ahora bien, Rubén jugó con poca inteligencia. Quiso hacer una jugada maestra sin valorar sus posibles consecuencias. Es posible que se la jugase sabiendo que le podía salir mejor o peor, pero nunca valoró que podía salirle rematadamente mal. No le niego cierta astucia. Para llevar a cabo un plan como ese hace falta ser, al menos, espabilado. Resultó serlo tanto como torpe, porque Rubén podía haberse quedado sin el maletín, pero manteniendo su propia dignidad. Se la jugó a una carta y no pudo salirle peor la jugada.
Rubén no le puso barreras a su ambición. Si todo pasaba por derribar a Hugo pondría todo su empeño en ello. Confesó él mismo la clave de toda su maniobra hablando con Carlos hace una semana. “Si hubiéramos llegado los tres (él, Maico y Hugo) a la final yo no hubiera ganado”, dijo. Se lo debió pensar mejor y acabó de descubrirse con una excusa que nadie le pidió. “No lo he hecho por eso”, quiso aclarar. Y con ello no solo se acusaba a sí mismo, sino que venía a desmentir su propia versión de que había sido Hugo quien se había separado de él y de Maico.
Reconocía haberse apartado él sin pretenderlo. Habló su subconsciente, que en realidad quería decir: “Traicioné a Hugo porque si llegamos a la final siendo amigos yo no gano ni de casualidad”. Falló en dejar de valorar algunas cosas. Principalmente que la deslealtad se penaliza casi siempre en este programa. Sobre todo, si es en contra de uno de los favoritos del concurso, como pasó en este caso. Tampoco supo prever que no iba a soportar la presión en el enfrentamiento a Hugo.
La estampa del pasado jueves no pudo ser más patética. Tembloroso y contrariado, terminó echando la culpa a una supuesta tendenciosidad de los vídeos. Tragó saliva hasta quedar seco. Le invadió el miedo y no supo dar una sola razón para haber apartado a Hugo de su lado. Mal que decidiese competir basando su estrategia en la deslealtad hacia un compañero que había creído en la amistad entre ambos. Mucho peor que no fuera capaz de afrontar la presión y quedase en evidencia de forma tan estrepitosa.
Su juventud le llevó a Rubén por el camino de la audacia, pero casi muere de miedo en el intento. Como dije en su momento, no le aguantó el pañal hasta el final de la gala del jueves pasado. Como decía la letra que el pueblo le puso a un conocido pasodoble en los años cincuenta dedicada a un torero de relumbrón: “Manolete, Manolete, si no sabes torear pa’ que te metes”. Igual que para mentir hace falta tener memoria, para traicionar hay que tenerlos bien puestos y aguantar el cuerpo a cuerpo con el traicionado. Y Rubén se derrumbó casi antes de empezar.
A poco puede aspirar quien intenta ganar traicionando a un amigo y basa después toda su estrategia en desprestigiar a otra compañera. Tanta confianza como parecía tener en él mismo y termina de esta forma. Planteó su concurso en negativo. Primero se mantuvo en perfil bajo y cuando decidió actuar fue primero para ir contra Hugo y ahora contra Yangyang. Como decía Iván Madrazo: los que no tienen luz propia tienen mala sombra. Me temo que este es el caso de Rubén.
Moleskine del gato
Solo un apunte necesario. Hugo evita defender muchas veces a Yangyang estando delante de Rubén y Gabaldón. Me gustaría verle sacar más la cara por su amiga, pero lo compensa con momentos como el de ayer tras las entrevistas. Tumbados en el suelo hablaban los dos y no podía mostrar el uruguayo más cariño, más comprensión, más humanidad. Tiene lo que a los otros le falta, por eso merece ser el ganador de esta edición.