Omar plantea el dilema entre competir o colaborar
Omar ha planteado, sin pretenderlo, el muy interesante dilema entre competir o colaborar, válido para cualquier reality. Colaborar tiene siempre efectos positivos, mayores de los que derivan de competir. El de este reality es un juego de exclusión competitiva en el que la competencia es, en buena medida, ajena al concursante. Curiosamente, no competir está bien visto casi siempre. Es por eso que en muchas ocasiones hemos visto a un concursante ceder un privilegio en lugar de disfrutar del mismo.
Esta misma semana vimos como el grupo elegía a los tres compañeros que habían disfrutado de menos recompensas, pero estos preferían no disfrutar de la que estaba en juego para ellos solos y decidieron compartir entre todos otra claramente peor. Cuando esto sucede, ¿qué persigue el concursante? Siempre lo mismo: congraciarse con la audiencia. La generosidad tiene buena prensa, y está muy bien valorada entre los espectadores. En el caso de Omar, se trata del peliagudo asunto de compartir con el grupo todo lo que pesca o solo una parte, reservando otra para él mismo. Es un dilema derivado tan antiguo como el propio programa y tiene multitud de variantes.
Recuerdo a Ana María Aldón haciendo complicadas reparticiones de forma que una parte de su pesca era para ella, otra la repartía ella entre sus preferidos y la porción sobrante quedaba a disposición del grupo gracias a su generoso desinterés. Otra versión mucho más discreta es la de que quien más pesca tenga el privilegio de elegir la pieza de su preferencia, que queda reservada para ese concursante en exclusiva. Ni en su variante más exagerada ni en la más discreta se dan cuenta los protagonistas de que entre las cosas que menos agrada a la audiencia están los privilegios. Cualquier cosa que suene a ventaja debe rechazarse por defecto como idea equivocada. Incluso en los casos que se puedan tratar de privilegios justos.
Hablar de justicia en un reality es un error. Pongamos que puede ser equitativo que si hay un concursante que aporta al grupo mucha más pesca que el resto este pueda permitirse algún lujo. Pero, aparte de que toda ventaja perjudica, debería pensar ese maestro de la pesca que no compartir sus capturas por igual, con privilegios o historias raras, puede volverse en su contra. Imaginemos que a mitad del programa se hace una herida profunda en una mano y no puede sumergirse en el mar por prescripción facultativa durante semanas. El tiempo suficiente para darse cuenta de que los privilegios no son buenos cuando los disfrutan otros.
De alguna manera es parecido a lo que sucede con dos ciclistas escapados que se dan relevos entre ellos para intentar mantener la ventaja. Esos jugadores que deciden no colaborar tienen puestas sus esperanzas en lograrlo solos. Puede suceder así, pero ir dándose relevos garantiza más poder llegar a disputarse ambos el triunfo en el sprint final. Si colaboran tienen muchas más posibilidades de salvar los dos el pellejo. Si deciden competir les puede absorber el pelotón.
El símil anterior es doblemente válido si tenemos en cuenta de que en este juego ni siquiera el sprint final depende de haber guardado fuerzas suficientes, sino que está en manos de la audiencia votante, que a esas alturas ha ido acumulando motivos que justifican su decisión. No aprovechar cada momento para empezar a dar motivos es de necios. Y todos sabemos que los valores relacionados con la generosidad son mucho mejor valorados que los del egoísmo, especialmente cuando se plantea dentro de un juego grupal. Puede salir muy caro el error de priorizar la ventaja efímera de comerse el pez más grande o tener un pez más que los demás. Es una tentación lógica y humana, que solo se entiende del todo bien cuando se está con el estómago vacío. Lo importante es estar preparado para superar este tipo de tentaciones.
De colaborar o competir va el ‘juego del prisionero’, del que tantas veces he hablado. Animo a que busquen referencias quienes no lo conozcan. El gran Eduard Punset reflexionaba sobre esto en su imprescindible ‘El viaje de la felicidad’. Según Punset: “en la vida corriente, la gente suele pensar que el resultado obtenido es fruto del esfuerzo individual y, como mucho, de la suerte. Pero la historia de la evolución muestra que tanto nosotros como el resto de animales, estamos inmersos en un ‘juego’ en el que, por más que nos empeñemos en lo contrario, el resultado está supeditado al comportamiento de los demás. El premio anhelado puede ser codiciado por otro con el mismo ahínco, pero más suerte. El final del proceso no solo depende de uno mismo, sino también de lo que haga el otro y, para complicar más las cosas —esa suele ser una de las constricciones de la vida— no se pueden controlar las decisiones del socio o adversario”.
Me llama la atención que algunos concursantes, estando ya inmersos en esa aventura, no sean capaces de darse cuenta de que el resultado de ese juego “está supeditado al comportamiento de los demás”, como decía Punset. Cuando se plantea el propio dilema hay comportamientos inexplicables. Algunos, como Olga o Lara, expresan a Omar su opinión. Pueden estar esparciendo la simiente para el nacimiento de un enemigo, pero ante la audiencia es algo preferible que lo de Agustín. A media voz, temiendo decir una palabra más alta que otra no le vayan a escuchar, le dice Agustín a Carlos que si Omar es de los pocos que pueden pescar lo debe hacer para el grupo. Pero que no se entere nadie.
Siempre me ha parecido un error no compartir toda la pesca por igual para el grupo, pero en esta circunstancia concreta no es ya una cuestión de falta de generosidad, directamente parece un sinsentido. Dejando siempre a un lado lo poco inteligente que parece como concursante. Como dice (con la boquita pequeña) Agustín, si solo pueden pescar Omar y Gianmarco (porque la mecánica del programa así lo ha dispuesto) es un disparate que Omar pretenda comer más porque lo ha capturado él. Como si su ración de arroz pudiera ser hervida con menos fuego que la de Lara, persona ocupada de esa labor. Está visto que cuando todos por igual tengan posibilidad de pescar, Omar volverá a aplicar su lógica a este respecto. Y se volverá a equivocar.
Omar está echándose demasiados concursantes encima. Tampoco Sylvia parece nada preocupada por no coleccionar enemigos. Esta noche veremos la discusión que tuvo el martes con todos los demás después de salir del corralito cuando no debía. Y, por último, Tom ha salido más débil respecto a sus compañeros tras la visita de Sandra de lo que ya estaba antes. Valeria ya lleva tiempo haciendo méritos, pero no debo olvidarme tampoco. Me interesa mucho comprobar esta noche cuál de estos concursantes concentra más voto del grupo. ¿Tom, Sylvia, Omar? O la opción facilona de Valeria.
Melyssa sorprende al explicar su “extásis interno” al encontrarse una serpiente. He de decir que era impresionante, y tampoco logro entender las ganas de cogerla que tenía Carlos. Pero ese éxtasis del que habla la concursante es una doble sensación de miedo y fascinación que debe generar cantidades apreciables de adrenalina. Pensándolo bien, tampoco es esta la primera serpiente con la que se relacionan. Como queriendo decir.
Moleskine del gato
Pido disculpas si hoy he teorizado en exceso. Igual es porque ayer me vacuné contra el COVID-19 y tengo ya el microchip dentro apuntando al 5G.
La cara de Lola y Palito al ver un pollo asado sobre una cama de patatas fritas es puro espectáculo. También lo es que Lola acierte el número de peces que va traer Palito (seis, concretamente), superando al mejor Rappel nunca conocido. O la divertida lucha de Lola contra los cangrejos en la olla. Es muy meritorio que con tan poco sean capaces de darnos un par de vídeos divertidos casi todos los días. ¡Que les suban el sueldo ya!
Esta noche tenemos una fiesta. La prueba de apnea nos va a sorprender. Ya sabemos que la recordwoman Valeria no está en su mejor momento de forma y sospecho que Omar es invencible aquí. Pero no tenemos pistas de las capacidades pulmonares de Tom, Olga y Melyssa. Además, la cuarta expulsión definitiva. Si alguien prefiere que salgan Lara, Sylvia o Valeria antes que Agustín es porque no le importa nada aburrirse.