Ganó Olga pese a las trampas, deslealtades y una discutible utilización de su vida
No ha ganado la supervivencia, lo cual no quiere decir que Olga haya sido mala superviviente. Al contrario, ha sido notable en ese aspecto, a un nivel parecido al de los otros dos finalistas, hasta diría que de los cuatro. Quiero decir que no ha ganado por eso, porque si de valorar la supervivencia se tratase se podría haber hecho con el premio cualquiera de ellos. En su caso han pesado más otras razones. Se han castigado unos valores y defendido otros. Las cualidades de la concursante han quedado en segundo plano, como quedó su deslealtad a Lara y Melyssa (sus dos amigas, en teoría), las trampas en casi todos los juegos o una discutible utilización de su vida privada.
Es curioso que Olga se haya pasado más de 100 días sin parar de hablar de su situación personal y familiar cuando al comienzo expresó su deseo de que eso no marcase su concurso. Un concurso en el que he visto una constante: la intención de hacer daño o una tercera persona, ajena completamente al mismo. Anoche volvía a ver esto mismo en versión corregida y aumentada cuando entraba en pantalla (prácticamente empujado) el hijo de Rocío Carrasco para abrazar a la ganadora y decir que “ella es la mejor persona que he conocido en toda mi vida”. Remató así: “Olga Ruiz Moreno, la mejor del mundo entero”. El (evidente) guion es mejorable. De no ser por ese momento me habría costado decir que también ha ganado la maldad, aunque en este caso no sea culpable Olga.
La celebración del triunfo de Olga estuvo marcada por ese momento del que hablo. El hijo de Rocío Carrasco no recibió a su padre a la salida de GH VIP ni a su hermana en el pasado Supervivientes, pero sí salió anoche. Si ofende que hable de maldad pongamos que es, cuando menos, algo cruel e innecesario. ¿Desde cuándo llevaba su entorno preparando ese golpe de efecto? Hay cosas que duelen más que una bofetada, y se me antoja que esta es una de ellas. Me estoy refiriendo al dolor de la madre, que es también el mío, aunque no conozca de nada a unos y otros. Reclamamos saber perder, pero aún más importante es saber ganar, hacerlo con elegancia y sin hacer daño a nadie.
Es lícito hablar de la vida personal en este reality, que por algo es de famosos. No todos los hacen, pero hay infinidad de precedentes. Otra cosa es que Olga más que hablar de su vida hablaba indirectamente de otra persona. Sus comentarios me suscitaron siempre la sospecha de que tras ellos había uno de estos dos objetivos: lavar la imagen de su marido o hacer daño a la exmujer de este. Alguien que no haya seguido el programa ni los éxitos de este canal en los últimos meses se extrañará de que aún así haya ganado Olga. Yo también me lo pregunto, pero me veo en la obligación de intentar explicarlo, y es un placer poder hacerlo en libertad.
Habiendo demostrado ser una buena superviviente, atenta con sus compañeros, trabajadora, constante y hábil en las pruebas, su concurso queda ensuciado por esa afición a bordear lo permitido en las pruebas y su escasa lealtad hacia los más cercanos en el concurso. Además, Olga no ha sido precisamente una concursante carismática, se nota cada vez que ella misma dice que le cuesta mucho hablar a la cámara. Con todo esto, y dado que sus rivales también han sido buenos supervivientes, lo lógico hubiera sido que ganase cualquier otro. ¿Qué ha pasado entonces?
Creo que Olga podría haber hecho un concurso pésimo, teniendo una actitud contraria al esfuerzo y siendo la más patosa en las pruebas que hubiera ganado igualmente. Se ha valorado lo que ella representa, castigando el éxito de una mujer que en cuatro brochazos y pertrechada de documentos importantes para demostrar que contaba una historia verdadera, le dio la vuelta a la tortilla. Rocío Carrasco logró que buena parte de la audiencia se pusiese de su lado para terminar ocupando el sitio de su marido en el programa donde trabajaba. Y, queridos míos, en España se castiga el éxito. Mucho más si es un éxito rápido.
Por si fuera poco la rapidez y efectividad de la respuesta a 20 años de injurias, que lo hubieran sido incluso siendo cierto la mitad de lo narrado (que me parece a mí que ni mucho menos), resulta que quien fuera pareja del marido de Olga lograba el apoyo de personas con una cierta tendencia, tanto en el mundo mediático como en el de la política. ¡Acabáramos! Al final los votos en lugar de por teléfono tendrían que haber ido en urnas. Este triunfo ha tenido mucho de castigo y de declaración de principios. Además, ¿por qué no decirlo? arroja cierto olor a ranciedad.
Con todo, no deja de sorprenderme descubrir que cuenta con tanto apoyo el otro lado. Mucho tiene que ser para cargarse en la misma semana a Tom, Lola, por ese orden. Me parecía improbable que pudiese superar el primer asalto, pero llegado el momento en que le ganó a Melyssa a mí ya me giraba la cabeza. Creo que ni siquiera Olga se merece haber ganado así. Es imposible escatimarle merecimientos. Tanto que ni siquiera lo de las trampas o que no respetase en todo momento a sus amistades podrían haber sido cosas secundarias. No así agarrar y no soltar el papel de víctima, sin que nada en el concurso pudiera justificarlo. Sus lloros y la histriónica dramatización de su vida sí que no tienen perdón.
Evito explicar con mayor detalle que Olga me parece una justa ganadora, igual que me lo hubiera parecido cualquiera de los otros finalistas. No discuto sus dotes para la supervivencia, aunque personalmente me cuesta entender la actitud que tuvo con quienes nos vendió que eran sus amigas. Negó a Lara ante Gianmarco por no salir en su defensa cuando este expresaba uno de los peores reparos que se pueden expresar: la falta de confianza en la persona. Si la sintiese como amiga de verdad no habría dudado en defenderla. Y que le robase parte de una recompensa a Melyssa no se justifica con el hambre, porque en la misma situación están todos. Precisamente, que pasaran tanta hambre agrava la cuestión.
Efectivamente, Olga ha sido una de las grandes protagonistas de esta edición, pero insisto en que tanto por su condición de buena superviviente como por todo eso ajeno por completo al concurso que a algunos nos importaba más bien poco. Además, tengo dicho que ser protagonista solo no vale. De ser así convertiríamos en héroe a quien no lo es. Si valoramos el contenido aportado al programa convendría ver si era contenido favorable o no. A falta de un estudio científico diría que el contenido de Olga muchas veces la dejaba en mal lugar.
La gala comenzó con los cuatro finalistas en una limusina por el paseo de la Castellana de Madrid. Tardaron un poco más de lo normal en llegar a Mediaset, pero es que las limusinas tienen siempre esa cosa de ir despacio, como pavoneándose ante los demás vehículos. El parking de Mediaset fue una vez más testigo de las dos últimas pruebas, que contaron con un público improvisado que miraba desde la calle, en el exterior de las instalaciones. Giamarco fue el primero en completar el arriesgado puzle de la primera prueba y tras él fue Melyssa. Olga se mediría en televoto al perdedor de la otra prueba. Sabiendo que era de apnea no había duda de que sería Melyssa quien se enfrentaría a Olga una vez más, en este caso ante la decisión de la audiencia. Y así fue.
Siempre hay una prueba de apnea en la final y, precisamente, Gianmarco ha demostrado ser el mejor de esta edición tras Omar, el único concursante que ayer no estaba en plató por un problema de salud, esperemos que leve. El último televoto, entre Gianmarco y Olga, me sorprendió menos que los anteriores. El italiano ha hecho un gran concurso, pero habría sido también un ganador de marca blanca. Y no hay necesidad pudiendo ganar alguien de primera. Habrá que esperar a la siguiente edición.
Moleskine del gato
No suelo hablar de mí, pero esta vez quiero hacerlo. En lo personal, durante la edición de 2020 empecé a sentir angustias. Era al principio de la pandemia. Fue comenzar esta edición y dejar de tener esa desagradable sensación. Creo que volver a escribir todos los días ayudó a ello. Es, para mí, la mejor medicación. Recordaré por eso este Supervivientes 2021. Será un grato recuerdo.
No me atrevo a decir cuándo volveremos a leernos porque es un secreto.
Aunque el martes comentaré el debate final que presentará Jordi González el lunes. Eso ya no es secreto.