El centenar de besos
¿Quién me iba a decir a mí cuando empecé ayer a escribir que un par de horas más tarde iba a llegar el centenar de besos? Confieso que no esperaba más que eso, pero tampoco menos. Ni siquiera se les puede acusar de haber actuado con nocturnidad, porque había ya amanecido. Quienes juzgan este programa desde convencionalismos morales ya tienen carnaza para criticar a la madre que entra en el ‘confe’ a decirle a su pareja que quiere a otro hombre. Mi análisis es mucho más laxo por lo que, lejos de condenar a la infiel, celebro que luche por ser feliz.
Está claro que Adara no lo ha hecho de la mejor manera posible. Es más, creo que una vez encaprichada de Gianmarco buscó pretextos, justificaciones y evasivas que lo explicasen. De ahí las contradicciones en torno a la supuesta decepción con su pareja, junto a quien se hacía muy feliz poco antes de cruzarse por medio el italiano. Tampoco culpo a este, aunque ha jugado una baza de hombre dolido que ni siquiera él mismo llegó a creer. Pero cada uno se lo monta como puede. Ahora se hará nombrar como el del centenar de besos y anoche sacaba pecho satisfecho después de la humillante indiferencia que había mostrado su amada siete días antes.
Si Adara siempre hubiera obrado como ayer no le habría puesto un pero. Haber formado una familia no es tener que cumplir una condena. Todos tenemos derecho a buscar nuestra propia felicidad. Lo malo es ocultar lo que pasa hasta el absurdo, buscar coartadas que lo justifiquen e intentar engañar a la audiencia. Ella misma reconoció en las entrevistas entre finalistas que hizo por ocultar su atracción hacia Gianmarco. No creo que sea una atracción falsa y forzada por la conveniencia de contentar a legiones de carpeteras locas por ver un romance. Ahora bien, estoy convencido que en todo momento se ha visto condicionada por obtener el mayor rédito de la situación. El maletín ante todo y por encima de todo.
Lo pasado pisado, lo cual no quiere decir que no se tenga en cuenta a la hora del juicio final, que en este programa es mucho menos apocalíptico de lo que cuenta Noemí basándose en esa falsa Biblia que ella maneja, una especie de adaptación para los menos versados en la materia. Es como esas versiones infantiles de grandes novelas. ‘Los miserables’ en edición comprimida y con grandes ilustraciones, pero de los textos sagrados. Aquí no hay un ente superior que vuelva a la tierra a impartir justicia. Somos nosotros quienes expulsamos del paraíso y elegimos ganador. Nos convertimos en dioses de poca monta y cada uno decide en función de sus prioridades. Llamémosle principios, o más sencillamente preferencias.
Personalmente, no quiero que gane Adara por razones que no tienen que ver con que deje a su pareja en directo y le haga presenciar el centenar de besos, sino porque era innecesaria la humillación, los pretextos y las mentiras. Porque creo que ha ido dando pasos de acuerdo a su conveniencia en el concurso, aunque coincidiera al final con sus propios deseos. Y porque me he sentido ninguneado y despreciado como audiencia por una concursante que pretendió maniobrar durante semanas de forma oculta. Por eso me parece una burla decir que Adara es Gran Hermano, a pesar de que la segunda mitad de la edición concentró casi todo el protagonismo. Tampoco me parecen justas las críticas porque no pregunte por su hijo, o lo haya hecho poco en estos tres meses. Puede extrañar que no lo haga, pero a veces no se habla, no se pregunta y casi se intenta no pensar, por sufrir menos. Y, en todo caso, no deberíamos meter a los menores. Es innecesario y hay muchas otras cosas que se pueden criticar de esta concursante y las demás.
Prefiero una concursante que no pregunta por su hijo a la que lo utiliza exhibiendo de manera indecente un babero o un chupete y solo parece que se acuerda en las galas, cuando sabe que está siendo vista en directo por todos. Son tantas las veces que he visto forzada esa exposición pública de un menor y he interpretado que lo hacían para beneficiarse en el concurso, que cuando una madre no se cuelga un chupete y evita hablar mucho de su peque lo entiendo y agradezco. Por otra parte, es muy injusto poner siempre el foco en las madres más que en los padres. De un concursante con un hijo de diez meses no se haría una crítica como esta. Lamentablemente.
Y después de todo lo anterior, así entre nosotros debo decir que aunque fueran más de un centenar me sigue pareciendo de niños de primaria esperar seis o siete horas para morrearse un poco. El galán italiano parece un principiante y escuchando los besos más parecía que estuvieran sorbiendo la sopa. Gianmarco cabeceaba como si no hubiera un mañana y parecía querer horadar el labio de Adara. Si me dicen que era Hannibal Lecter en una de sus mejores cenas lo hubiera creído por completo. Picoteaba como ave hambrienta. Me pareció ver más apetito que pasión. Pero vamos, si les aprovechó igual da.
Una vez hecha la crítica gastronómica vayamos a la gala de anoche. Me gustaron todos los encuentros, sin excepción. Desde las más sensatas, que serían Alba (hija de Mila) y Helena (madre de Adara); hasta las más desequilibradas, es decir, Lucía (madre de Alba) y Raquel (madre de Noemí). Esta última le puede disputar a cualquiera el puesto de madre desquiciada. En plató me pareció igual de patética que las (pocas) veces anteriores, pero en la casa con su hija me hizo reír y disfrutar. En las últimas semanas Noemí ha logrado transmitirme ternura y la veo ahora con mayor simpatía que en el resto del concurso. Madre e hija hubieran sido la bomba en un GH Dúo. Ahí dejo la idea para el formato de parejas, que seguro volverá más pronto que tarde.
No hay nada como una madre y, aunque como defensoras en plató siempre me han parecido la peor opción, a la hora de los encuentros con sus hijas se produce una magia especial imposible de igualar. En el encuentro de Mila con su hija no olvidemos que también había una madre, por lo que no faltó esa magia de la que hablo. Bien dijo Jordi: “Esa casa ha vuelto a hacer magia”. Gran Hermano hace magia siempre, y eso es algo que sabemos apreciar como nadie quienes lo amamos. Cada una de las visitantes le dijo a su hija (o madre) lo que necesitaban escuchar. No le pongo un pero a ninguna.
Raquel con su locura divertida, diciendo a Noemí que no coma más croquetas. Alba con su sensatez de institutriz belga que tanto contrasta con el temperamento incendiario de Mila. Lucía simulando una templanza que ni Alba pudo ver normal. Y Helena evitando con buen gusto cualquier mensaje intoxicador que confundiera más a Adara y la hiciera tomar otra vez la rotonda en dirección a no se sabe dónde. Me parecieron adorables todos los encuentros. Para todas las visitantes su hija (o madre) es la mejor, y estoy convencido de que valoran más esos abrazos y los pocos minutos que pudieron estar juntas que llevarse el maletín. Bueno, ahí me he pasado un poco. Debe ser que estoy de subidón.
Sospecho que Adara puede darle vueltas a algo dicho por su madre. “Cuando salgas tienes que hacer lo mejor para ti, para Hugo y para tu hijo”, le dijo. Mejor no liarla mucho que nunca se sabe por dónde saldrá. Por otra parte, propone lo imposible. Dejando a un lado al pequeño, mucho me temo que lo mejor para ella no va a ser lo mejor para Hugo Sierra. Mensajes confusos no, gracias. Aunque lo arregló cuando en el debate electoral afirmó que su hija no es muy de hacer las tareas. Vino a dar la razón a Noemí cuando la llamaba camastrona. No te lo perdonará, Helena.
Noemí se pierde la última semana de concurso, lo cual casi debe agradecer. No tanto ver la final desde plató. Tengo dicho que el cuarto puesto es el mejor. Se debería enorgullecer de no haber sido expulsada tras las nominaciones de sus compañeros de no ser por algo que le dijo su madre anoche. “Si no te hubieras salvado dos veces estarías en la calle”, le soltó Raquel a bocajarro. Y luego se fue a la calle de verdad. No fue la noche de Noemí, aunque en la entrevista derrochó simpatía y buen rollo, todo lo contrario que me transmitió echando vinagre al zumo. Ya escribí su daguerrotipo, que obviamente suscribo íntegramente. Solo me queda desearle lo mejor y darle las gracias por haber sido parte de esta mítica edición de GH VIP.
Corea central
Alba lo está analizando todo con claridad meridiana. También lo de la noche de los cien besos. Decía ayer: “Me parece todo ya como muy de quince años. Ha habido en que yo lo veía como una bonita historia de amor, pero ha llegado un punto en el que hay que dejar de preguntar, es una cosa suya y tomará las decisiones permanentes. Es una cosa como que quieres hacer partícipe, pero no dices. Me parece una cosa lo suficientemente seria como para dejar ya de tanta historia”. Y acababa teniendo más razón que un santo: “Vamos a ver, esto está muy bien para televisión, pero fuera del concurso, más allá del concurso, esto es tu vida. Y estáis haciendo un mamoneo, ¿o qué pasa? Es que no entiendo nada”. Le hago la ola a Alba.
Supongo que por compensar lo de los besos, sosos aunque fueran muchos, nos mostraron en la gala una conversación en el ‘confe’ entre Alba y Adara que desprendía toda la calentura ausente ayer por la mañana. Alba tiene una teoría que resume en la siguiente sentencia, tan breve como rotunda: “Follas como vives”. No seré yo quien lo ponga en duda, pero creo que prefiero no pensar en ello porque no quiero imaginar a algunos follando siendo como son. Alba está convencida de que Adara lleva mucho tiempo sin mirar a Cuenca, y así lo dijo exactamente. No hubo desmentido. “Estamos tan calientes que desprendemos calor”, confesaba Alba, a lo que Adara añadía: “Estoy más caliente que en toda mi vida”. Apuesto a que nada ha cambiado desde entonces.
Moleskine del gato
Antes de que Noemí dejase de ser finalista los porcentajes ciegos estaban así: 45,9 %. 38,8 %, 10,7 % y 4,6 %. Teniendo en cuenta que uno de los dos más alto se ha destacado un poco creo que han gustado los más de cien besos.