Gran Hermano de verdad
Si me hubieran preguntado sobre lo que le pedía a esta vuelta del programa de telerrealidad por excelencia no habría dudado en reclamar que fuera de verdad. Cierto que Gran Hermano, tanto en su edición de anónimos como en la VIP, basa su formato en generar una ilusión de realidad al espectador. Consciente de que la vida en directo de los concursantes cuenta con un proceso de mediación por parte del propio programa, el espectador es capaz de filtrar lo que observa y quedarse con la realidad desnuda.
Todos sabemos que los guionistas y responsables del programa pueden condicionar la convivencia con decisiones como la propia elección de los concursantes y predisponer nuestra opinión con la selección de las imágenes que resumen lo acontecido en la casa. Es como si mirásemos a través de una máquina de rayos X, capaz de ver en detalle el hueso obviando las capas que hay hasta llegar al mismo. Pero para ello es necesario que habiten la casa las personas adecuadas, al menos en un porcentaje elevado. Y este GH VIP los tiene. Por eso desprende desde el primer minuto un agradable aroma a Gran Hermano.
El espectacular casting se carga desde el programa de presentación que pudimos disfrutar anoche la intención de crear lazos entre algunos concursantes. Si el objetivo era precipitar los acontecimientos habremos de ser pacientes, aunque con las personalidades de Alex Caniggia o Laura Bozzo no creo que vaya a tardar en explotar el conflicto, una de las bases del formato. Lo digo porque Oriana Marzoli no pareció que recordase a Michael Terlizzi, el italiano con el que supuestamente tenía una cuenta pendiente desde los tiempos de ‘Mujeres y hombres y viceversa’. También cabía esperar que Albert Infante recibiera con alborozo a Zeus Montiel por una pretendida admiración hacia su madre, la mítica Sara Montiel. Pero el del taconeo no se privó de dejar claro que prefiere a Lola Flores y otras artistas más flamencas que la manchega.
De todo esto nos fuimos enterando a condición de no dejar de prestar atención, porque la gala tuvo en sus dos primeras horas un ritmo frenético que no permitía ni pestañear. Si a esto unimos una Marta Flich, vestida de un precioso azul Telecinco, con más energía que las centrales nucleares de Almaraz y Vandellós juntas, resultó ser una de las primeras galas más apasionantes de las que se recuerdan. Los planos desde un dron de las limusinas subiendo las curvas que conducen a la casa de Guadalix y la bajada de la presentadora por la escalera del plató fueron momentos de esos que ponen los pelos de punta y la piel de gallina. Más con la música clásica, la fetén, recuperada para esta edición de famosos con exquisito criterio.
Un casting surrealista e interesante
No lo diría si pensara otra cosa, pero tenemos edición, amigos. Entre otras buenas decisiones, destaca ese casting surrealista, plagado de concursantes de esos que apetece conocer. De la momia (Laura Bozzo) al ‘claustrofobio’ (Luca Dazi). Del ‘hijísimo’ (Gustavo Guillermo) a la olvidadiza (Marta Castro). Aunque si Marta tiene delito por no recordar bien el apellido de su novio (no sabe bien si Rodri se apellida Fuentes o Fuertes), no se queda atrás Karina, incapaz de recordar la contraseña de su maleta (ha dormido de prestado hasta que mañana llamen a su hija a ver si le saca de este apuro).
Particularmente, me parece especialmente llamativo que entrasen anoche Gustavo (asistente personal y chófer de María Teresa Campos) y la periodista Sol Macaluso. Esta era la única participación adelantada oficialmente y desde el momento que lo supe me intrigó que fuera a entrar poco después de perder los mellizos que esperaba. Más reciente todavía es la muerte de la Campos, a pesar de lo cual su ‘hijo’ (según el concursante, la periodista le dijo que era el hijo que nunca tuvo) no ha cambiado sus planes previos de convertirse en concursante de este GH VIP. No estoy criticando la decisión de ambos en absoluto, tan solo digo que me parecen dos dolorosas decisiones.
Entre los concursantes hay algunos que ni fu ni fa, como Pilar Llori, Michael Terlizzi (que cubre plaza de italiano) o Marta Castro. El hijo de Montiel y Tous siempre me ha parecido que tiene algo inquietante, aunque parece más soso que un pestiño sin azúcar. También me inquieta Luca Dazi, aunque en este caso es más bien su voz. Susana Biosca habría engrosado la lista de los prescindibles, pero esta madrugada me ha hecho cambiar de opinión. Y, siendo sensato, debo reconocer que muchos de los que en un primer vistazo parece que no van a dar nada de juego se terminan revelando como imprescindibles.
Me interesa ver si Jessica Bueno ha espabilado algo desde su edición de Supervivientes (2011), o comprobar si algunas de las cosas que se cuentan de Pedro García Aguado son o no leyendas urbanas. Entre los insufribles están Albert Infante y Luitingo (versión AliExpress de Pitingo y espero que menos faltón). La primera noche ya me saturaron los dos, especialmente el cantante. Por su parte, me da miedo que podamos perder a Caniggia (también bastante insufrible) o Bozzo.
La reina de la televisión (según definición propia) lamentó haber sido descongelada cuando supo que iba a dormir (al menos la primera noche) en la cueva de la prehistoria, sin maleta ni cuarto de baño (solo tienen una especie de letrina). Al final se quedó en la casa de nuestros tiempos, pero volvió a amenazar con abandonar al enterarse de que solo hay un cuarto de baño en la casa. “Esto deberían contarlo cuando te ofrecen participar”, decía la peruana, sin haber contemplado la posibilidad de recabar información sobre el programa.
Me apetece mucho conocer mejor a Carmen Alcayde, despojada de su bien ensayado papel televisivo, y a una Karina sobre quien todo apunta a que puede tener un carácter menos edulcorado del que nos lleva mostrando desde hace cinco décadas (participó en Eurovisión hace 51 años). Me he dejado para el final a esa Oriana Marzoli más madura, que con su participación en esta edición deseaba sacarse la “espinilla” que tiene clavada por su abandono en una edición anterior. Sintiéndolo mucho, Oriana me aburre mogollón.
Menudo casoplón
La casa es una fantasía colorista y con infinidad de detalles que ahora nos agradan por ser nuevos y dentro de un par de meses estaremos hartos de ver. En todo caso, celebro que hayan incorporado pantallas gigantes, como la del salón, donde Marta Flich se aparece a mayor tamaño que los habitantes de la casa. Solo me ofrece dudas la piscina que me pareció ver en el exterior, aunque parece estar más bien entre una piscina pequeña y un jacuzzi grande. El problema es el mismo en ambos casos, no se puede ofrecer un sonido decente de las conversaciones que se producen estando en remojo. En la primera edición de Gran Hermano quitaron las pipas de la compra por el ruido que hacen, aunque dejaron la no menos molesta piscina.
La última hora de programa sufrí viendo los vanos esfuerzos del ‘súper’ (nuestro querido Floren Abad) por lograr que se callaran y atendieran sus indicaciones. La elección de los seis que habitan la cueva del pasado (que es parte de la primera prueba semanal) fue un caos. Tampoco logré entender bien la explicación de Flich sobre la máquina de los deseos. Entiendo que los concursantes podrán usar parte del dinero del premio al ganador comprando ciertos productos o privilegios, pero necesito saber en qué circunstancias y condiciones podrán hacerlo. De nuevo la dificultad para hacerlos callar y que escuchasen las explicaciones nos perjudicó a todos. Todavía nos falta por saber cuál es el concursante que tiene un doble juego (el domingo en el debate con Ion Aramendi) y queda la entrada del concursante número 18, el expatinador Javier Fernández.
Con voluntad de hacer resumen puedo decir que la primera gala fue dinámica y emocionante, la casa un primor, Marta Flich un torbellino y el casting apasionante. Ya sé, ya sé, que más de uno evitará resistirse a la tentación de bajarme de mi subidón empezando a cuestionar todo lo cuestionable. En definitiva, eso también es Gran Hermano: un velador lleno de apasionados criticones que todo lo vemos mal a la vez que nos contentamos con bien poco. Este gato recalcitrante todavía se pregunta si está soñando o es esto real. Todavía no me creo que haya vuelto Gran Hermano.
Moleskine del gato
Agnes, mi Agnes, no podía faltar al estreno de GH VIP. Esta temporada el Moleskine va en vídeo. Dale al play, no te pido más.