Tras ver un intento de acercamiento entre Adara y Asraf, con Jonan de testigo, predije el pasado lunes que no se reconciliarían del todo en lo que queda de concurso. Después de lo visto anoche me reitero en lo dicho. La hoguera de la sinceridad valió para comprobar que tenía razón al escribir lo que sigue: “Se mire como se mire, la relación entre Adara y Asraf está suficientemente dañada para esperar que discurra claramente por un camino determinado a partir de ahora. No se van a reconciliar del todo aunque nos muestren uno o varios intentos”. Para compensar la autocita voy a explicar someramente los porqués de esa imposible reconciliación.
Entre los que se nos presentaron como grandes amigos nunca hubo una relación afectiva, tal vez para evitar complicaciones en el plan trazado. Mejor no coger cariño a quien has de traicionar, porque eso tuvo que estar marcado en la agenda. Que la repentina enemistad haya sido forzada como parte de un guion preconcebido se me antoja como la teoría más simple, aunque pudiera parecer lo contrario. “En igualdad de condiciones, la explicación más simple suele ser la más probable”, dice el principio conocido como la navaja de Ockham. A lo que habría de añadir que en ocasiones lo aparentemente más rebuscado es, en realidad, lo más simple.
Si prescindimos de la teoría de que esta enemistad forma parte de un guion previamente escrito, explicaría la imposibilidad de reconciliarse el hecho de que a partir de ahora cualquier cosa va a ser interpretada como una ofensa. Tanto Asraf como Adara han demostrado una clara tendencia a interpretar como tal cualquier cosa que no suene a elogio. Asraf se ofendió mucho cuando Raquel dijo su nombre a la pregunta de a quien veía más capaz de traicionar a un compañero por el concurso. O cuando Artur le señaló como su enemigo, incluso aclarando que no tenía ningún enemigo entre sus compañeros por lo que elegía a la persona con quien peor se llevaba. Por su parte, Adara hizo un mundo de que en una misión del pirata Morgan tres o cuatro personas considerasen que era la peor superviviente del reducido grupo.
Tanto Adara como Asraf compiten para ganar, lo cual puede parecer común a todos los concursantes, pero no es así. En un reality siempre hay quien está por estar, sin más. Otros que valoran la experiencia, pero nunca han pensado en poder ser ganadores. Y aquellos que compiten en la división de honor, entregándose a la causa con el convencimiento de que pueden terminar exhibiendo el cheque con el importe del premio en el estudio del programa. Estar en esa élite hace que cualquier aparente adversidad se convierta en un drama, y el más mínimo comentario que cuestione su idoneidad para hacerse acreedor del premio pueda parecer la mayor de las ofensas. Son personalidades que sufren de cierto egocentrismo, no acostumbradas a una autocrítica frecuente.
Jonan aceptó con resignación que alguien escribiera de él que es un manipulador. “Para nada me creo una persona manipuladora. No me hace falta ser manipulador con la gente. Sé quién has sido tú, Artur”, respondía Jonan. Por su parte, Artur reconocía ser mentiroso, que era lo que ponía uno de los mensajes sobre él. “A veces lo soy. Por estrategia, porque fuera no lo soy”, decía. Era evidente que de Bosco alguien diría que “no se moja”, lo cual ha intentado explicar infinidad de veces. “Intento ser educado y bueno, no tomarme las cosas muy personal y, a veces, es cierto que me hago el sordo”, explicaba Bosco. Y tenían que traducir a Alma el calificativo “sneaky”, lo cual no entendió nadie, me parece a mí.
Hasta llegar a Adara y Asraf, ninguno reaccionó haciendo un drama, ni abandonó su puesto en torno a la hoguera, ni gritó, ni esbozó un breve llanto. Esta fue la reacción de Adara, tan ofendida o más que Asraf con los mensajes que mutuamente se habían dedicado. Lo que no le gusta a Asraf de su antigua amiga son los cambios de carácter, algo que ella misma le confesó días atrás, según dijo. “Yo estoy flipando. Sigue intentado pintar una imagen de mí que no es, sigue tergiversando, sigue manipulando y espero que lo que quieras, lo consigas”, respondía muy alterada Adara. Como decía antes, cualquier cosa es susceptible de convertirse en una ofensa.
Tampoco le sentó bien a Asraf la afirmación escrita por Adara sobre que le puede “quedar bien delante de una cámara más que una amistad”. La respuesta del concursante ofendido valía para un contrataque. “Me duele que pienses eso”, decía Asraf, a lo que Adara respondía: “No entiendo cómo te haces el dolido. Es lo que llevas haciéndome muchas semanas. Lo único que te importa es el concurso”. No me negará el lector que es muy difícil confiar en una reconciliación sabiendo que Adara lleva “muchas semanas” sintiendo que a su examigo le importa más el concurso que la amistad supuestamente existente entre ambos. Abunda en esa idea la respuesta de Asraf, que en este caso no se limitaba a oír y callar, como hizo el jueves pasado en la palapa. “Me importa más tu amistad que el concurso ¿Cuántas veces me has metido gritos y me has pedido perdón luego?”, afirmaba Asraf.
Es todo tan fantástico que cuesta no opinar de cada frase. Pero como eso no es posible, me quedó con lo críptico del último razonamiento de Asraf. Como prueba de que le importa más la amistad de Adara que el concurso, pregunta cuántas veces ella le ha “metido gritos” y luego le ha pedido perdón. Entiendo que considera una muestra palmaria de amistad aguantar que le grite reiteradamente. No sé, igual estoy mal de entendederas, pero me parece todo un poco extraño. Me parece esta enemistad tan metida con fórceps que hasta les cuesta esgrimir algún reproche. Por eso improvisan y no les queda bien.
Lo que Adara no tiene que ensayar es el llanto ahogado y rabioso. Repite tanto los esquemas establecidos de un reality a otro que hasta canta las mismas canciones (“dame un silbidito”) o repite las mismas frases (“soy una persona”). Todavía estoy esperando que le dedique a Asraf su ofensa preferida y a todo pulmón, como le gusta a ella, le llame “sin-ver-güen-za”, así silabeando.
Confieso que me he pasado todo el concurso intentando tratar bien a Adara, lo mismo que durante las primeras semanas en su Gran Hermano de anónimos, cuando en GH VIP era cómplice de las madrugadas más divertidas junto a Hugo Castejón y Dinio García o durante el tiempo que se llevó tan bien con Cristina Porta que con Miguel Frigenti en Secret Story. En todos sus realities anteriores el comienzo ha sido fantástico e incluso ha llegado a ser mi favorita. Pero nunca he podido mantenerlo hasta el final.
Ni siquiera veo posible la reconciliación tras haber visto anoche que Asraf era el segundo salvado de esta semana. Dicen que los adaristas estaban poniendo toda la carne en el asador para que el salvado fuera Artur. Una vez más se demuestra que no tienen tanto poder, porque al final el ucraniano y Bosco se quedan solos ante el peligro. Por eso pienso que no hay que darle el mérito a Adara cuando Asraf se ha salvado, de igual manera que evitaría hacerla culpable si no lo hubiera hecho anoche. No conviene otorgar tanto poder a los ‘talifanes’.
Hubiera querido comentar hoy la jugosa ‘Mesa de las tentaciones’ que tuvo lugar anoche, pero tendré que dejarlo para mañana.
La fantasía absurda de que en un reality como este uno puede ponerse en contra de otro, pero si son varios estamos ante una conducta impropia es el argumento del Moleskine del gato hoy. Además, El gato nomina.