Puede que vayamos a vivir un último mes (o poco más, según mis cálculos) algo diferente a lo visto hasta ahora en este Supervivientes 2023. Las salidas de Yaiza y Diego han dejado al grupo de Ginés destartalado y medio descompuesto. Más si el propio Ginés saliera este jueves. Tengamos en cuenta que Bosco ha estado con el culo entre dos sillas, sin terminar de decidir entre las aguas frías o las calientes, o sea, tibio como ninguno. Por su parte, Raquel ha sabido adaptarse siempre y no le costará arrimarse a los que vayan sobreviviendo, nunca mejor dicho. De hecho, ya sabemos que ha ido colocando los huevos en distintas cestas, aliándose con Mosquera sin dejar de tener una buena relación con el resto, o mostrándose comprensiva con Asraf mientras se convertía en una de sus mayores críticas. Y suscribiendo desde el principio un pacto de no agresión con Manuel.
El panorama es ahora muy diferente al de tan solo dos semanas atrás. Alma siempre estuvo con los disidentes Jonan y Adara tanto como con el otro grupo. Manuel se ha ido deslizando hacia ese lado tras los sucesivos desengaños con Yaiza, Ginés y Raquel. A Raquel no le cuesta recolocarse, aunque ahora no tiene solo en contra a Jonan, sino también a Manuel. Y la última misión de Diego fue empujar un poco a Bosco hacia el otro grupo, provocando un enfrentamiento suicida que denotaba la descomposición del propio, como digo.
Con estos movimientos quienes lo tienen fácil son Jaime y Artur, los “hijos pródigos”, regresados al grupo y al concurso. Un poco antes hubieran tenido que elegir en qué grupo refugiarse, pero ahora no hace falta porque esto sí que es la auténtica reunificación. Me falta por saber si así le gustará a Asraf, descontento con la unificación porque él había soñado un grupo unido y feliz. Es de una inocencia casi ridícula pensar en esos términos estando en un juego de exclusión competitiva, donde los distintos concursantes compiten entre sí para intentar excluir al otro. Además, él mismo no ha contribuido mucho a esa unidad que dice añorar.
Es curioso que Asraf afirme haber deseado que tras la unificación estuvieran todos unidos cuando fue él quien se apartó junto a Adara y Jonan. Los tres decidieron irse a la otra punta de la playa nada más llegar, casi ya de noche y tras la paliza que es para ellos una gala, especialmente la de los jueves. No debió pensar Asraf en ese momento en su objetivo soñado de una unificación haciendo todos piña y más unidos que nunca. Sin embargo, nunca habían estado tan separados y los responsables fueron precisamente ellos. Asraf desea una cosa, pero hace justo lo contrario, imagino que para después quejarse de que las cosas no hayan salido como él quería. Pero el curso de las cosas ha terminado acercando ese ideal de que el grupo esté más unido, y aunque siguen en ubicaciones diferentes, cada vez es más permeable el espacio y están en la práctica juntos mucho más tiempo.
Así vemos a Adara de buen humor casi todo el rato, pero un humor menos cáustico que en otros momentos, cambiando dátiles por masajes, lo cual puede ser un buen negocio para ambas partes. Personalmente lo cambiaría sin dudar con tal de relajar mis cervicales, que no me dejan en paz. Ya no se trata solo de tontear con Artur, sino que las bromas brotan en cualquier dirección y veo a casi todos más relajados que nunca. Supongo que al convertirse Jaime y Artur en concursantes de pleno derecho habrán acabado las acusaciones de robo y las suspicacias respecto a quien pertenece la dotación de comida en poder de unos y otros.
Lo normal es que ahora se produzcan nuevas alianzas, lo cual viene a ser como un renacimiento, el comienzo de una etapa nueva en el concurso. Es una etapa que, por cronología, aspira a ser la última, y coincide el momento que han de vivir los momentos más decisivos. Que ni Manuel ni Alma soporten a Asraf anuncia movimientos importantes. La hostilidad hacia Jaime y Artur se explica porque estén siendo vistos como elementos desestabilizadores, cuyo posicionamiento puede dar más o menos equilibro al grupo. También por algo mucho más básico: son los “nuevos”, aunque estén ahí tan desde el principio como todos los demás.
No sé si hay más peligro en los “hijos pródigos” o en ese Asraf que se puede estar sintiendo cual mamífero herido en una batalla perdida. El desprecio de Adara dándole pizza antes a Jonan y Alma no era el primer aviso. En una vieja tertulia de escritores y periodistas se discutía sobre un tema apasionante al que daban vueltas durante horas, en torno a una de esas tradicionales mesas de velador, con el acicate imprescindible de varios litros de lo que sea. La espina dorsal de la conversación era si los leones rugen para dentro o para fuera, y no hubo forma de conseguir un consenso. Algunos defendían que el león es pusilánime, lo cual le hace rugir para dentro como expresión de un cierto temor a molestar. Lo que sucede es que la enorme caja de resonancia del interior de su cavidad bucal hace que el rugido parezca que proviene de una fiera. Y realmente lo es, pero en algunos aspectos no lo parece. No en vano el león evita salir de caza dejando a la leona tan arriesgada labor.
Asraf es un león traumado desde que los enemigos no respondieron a la petición de confesar lo que había pasado con Yaiza cuando la cámara no estaba. Lo peor es que los amigos tampoco levantaron la voz para defenderlo. La diferencia entre el rey de la selva y este concursante es que aquel no mata si no tiene hambre y este es capaz de asestar un duro golpe a otro compañero con el dardo de su juicio crítico y sancionador aún sin necesitarlo, por ejemplo cuando no ha estado nominado o se ha salvado anticipadamente en martes. Pero una cosa está clara, ruge para dentro herido en su autoestima. Concursantes como este aguardan el error del contrario, ya sea en una prueba o en cualquier otro lance de la convivencia, y entonces intentan sacar todo el provecho que puedan. En realidad son depredadores por definición y carroñeros por afición.
Es curioso ver a Asraf acusando sin pruebas a quienes habitaban la playa en un incómodo corralito. No debía acordarse ya de cuando le acusaban veladamente (o no tanto) a él de haber robado aceite o miel. El “ojoviguismo” de este concursante es proverbial. Critica lo que él mismo hace y si los demás se lo hacen notar lo mínimo que puede pasar es verle llorar una vez más. Al menos Asraf pesca, aunque sus más de 30 peces no puedan competir con los más de 80 de Manuel. Y, sobre todo cuando está la cámara delante, es hiperactivo, ya sea quitando el polvo al horno, cogiendo leña o haciendo una pinza para no quemarse los dedos al dar la vuelta al pescado en la sartén. Lo que viene a ser trabajar para el grupo, algo que no todos hacen.
Me van a disculpar que señale, pero cuando digo que no todos trabajan estoy pensando en Jonan y Adara. Vaya por delante que me parecen dos grandísimos concursantes y en las nueve veces que este gato ha nominado no se le ocurrido nunca ponerlos en la picota (tampoco lo estarán mañana en la número diez). Que estén entre mis favoritos no quita para que reconozca que dejaron de trabajar hace semanas. Adara pescaba y ya no pesca, Jonan ayudaba a pescar y ya no ayuda. No van nunca a por carnada ni a por leña. En conclusión, de vez en cuando hacen la comida y poco más. En Supervivientes cuenta tanto la supervivencia como la convivencia, no siendo esto último uno de los fuertes de estos dos, apartados desde hace semanas de casi todos. Lo meritorio es que, a pesar de todo lo dicho, sean dos de los mayores protagonistas de la edición. Eso les salva, porque si es por el trabajo…
En el Moleskine del gato recupero un detalle que me llamó la atención el domingo, y en los momentazos una intervención esclarecedora de la madre de Adara en un Deluxe de hace más de dos meses.