El cambio de planes, al final, ha salido mucho mejor de lo esperado. La mañana del 26 un taxi nos esperaba en la puerta del hotel de Metsovo donde, no sabemos muy bien cómo, el taxista logró meter nuestras cuatro mochilones (barcos incluidos) y nosotros dentro.
Pusimos rumbo a Monodendri en el corazón del Parque Nacional de Aoos Vikoos, donde llegamos en menos de dos horas.
Durante nuestro primer día de actividad recorrimos el cañón de Vikoos, el segundo en el mundo en tamaño según el récord Guinness. Durante toda la jornada caminamos en él porteando todo nuestro material y buscando las fuentes del río Voidomatis. El cañón es un enorme hendidura en mitad de las montañas con abundante vegetación y el camino transcurre en su fondo flanqueado en todo momento por grandes paredes calizas.
Nosotros caminamos por el lecho seco de un antiguo río hasta que alcanzamos las famosas fuentes que, para nuestra sorpresa, también estaban secas.
Hubimos de recorrer unos kilómetros más para encontrar un lugar en el que, de repente, el agua comenzó a brotar y a recorrer el estrecho cauce. Junto a estas primeras aguas decidimos montar nuestro primer campamento.
La mañana siguiente comenzó la navegación paleando con nuestros 'packrafts' las aguas cristalinas del Voidomatis, consideradas como las más limpias de toda Grecia. Pequeños rápidos salpicaban el recorrido, casi siempre a la sombra de enromes árboles, hasta que abandonamos la zona encañonada y con ella el parque nacional.
Tras ello el Voidomatis conectó con el río Aoos, que es como se le llama al Vjosa en Grecia. Montamos nuestro campamento nada más entrar en el nuevo río, nuestro verdadero objetivo y que ya no abandonaríamos hasta llegar al Adriático.
Al día siguiente cruzamos a Albania pasando la frontera bajo un puente en una zona encañonada con paredes de conglomerado. A partir de ese momento el río se ensancha, adquiere caudal y comienzan zonas de rápidos que le dan emoción al descenso.
El paisaje es muy verde en todo momento y siempre montañoso. Rebaños de cabras salpican las laderas con motas blancas y marrones, y pescadores aparecen en los puntos más insospechados del río como surgidos de la nada.
Nosotros continuamos paleando por las aguas ahora azul turquesa. Las zonas de rápidos son relativamente sencillas aunque nunca se puede bajar la guardia: en una de ellas uno de nosotros volcó, aunque sin mayores consecuencias, justo antes de llegar a la primera localidad grande que hemos encontrado en el camino: Permet.
Permet ha sido el primer contacto real con el pueblo albano. Dejamos nuestros 'packrafts' junto a la orilla y yo subí al pueblo para buscar un lugar donde comer algo. Aparecí en la plaza principal vestido con mi traje estanco amarillo y mis botas de río naranjas completamente embarrado de los pies a la cabeza como un astronauta venido del espacio y caído en la plaza de un pueblo perdido en Albania.
La gente me miraba como se mira a un astronauta que pasea en mitad de una ciudad pero, en cuanto pregunté a un habitante por un lugar donde comer, en seguida mostraron mucha amabilidad y nos llevaron al lugar que buscábamos y, tras un banquete salido de Juego de Tronos, nos volvimos a echar al río.