La exploración en soledad y en invierno por la isla del Espalmador (Formentera), al detalle
Llevo unas semanas, o unos meses mejor dicho, demasiado conectado con el tema polar. Y no es porque haya estado este tiempo en alguna región ártica o antártica, nada más lejos de la realidad, sino porque no he desconectado de diferentes proyectos relacionados con ese mundo.
Por un lado, la publicación de mi libro 'Volverás a la Antártida', y, por otro, el trabajo relacionado con el proyecto 'Trineo de Viento' en el que ando metido. Todo ello mezclado con la preparación de la inminente campaña antártica en la que participaré un año más, el décimo ya.
Así que he estado pensando en hielo, nieve y frío desde hace ya muchas semanas y, la verdad, me apetecía desconectar. Es por ello que he venido a Formentera a pasar unos días, a remar en sus cristalinas aguas y a disfrutar del invierno en una isla que, durante el verano, colapsa debido a la masificación.
Uno de los lugares más famosos de la isla y que menos conozco, al menos hasta ahora, es la isla de Espalmador y la larga península de Illetes. Coincidiendo con una mañana sin viento y sol radiante, me he acercado hasta las playas que en verano están abarrotadas de gente y barcos, y ahora prácticamente desiertas.
El sol calentaba con fuerza y el mar estaba como un plato, con un color bastante parecido al de un cielo donde apenas aparecían nubes. Un día difícilmente mejorable para conocer una de las joyas de Formentera: la isla de Espalmador.
Esta lo es, más que nunca, en invierno, porque en verano está completamente atestada de personas y barcos. La masificación le cuesta caro a la isla, hasta el punto de que hace un par de veranos un visitante incendió gran parte de su superficie disparando una bengala náutica desde su embarcación.
La pequeña isla, uno de los puntos más conocidos de Formentera, se encuentra dentro del Parque Natural de Ses Salines aunque, curiosamente, es una isla privada. En el año 1932 Bernardo Cinnamond compró la isla por 42.500 pesetas a Carlos Tur Roig y actualmente es propiedad de sus nietos Rosy y Norman.
Cuenta con un par de mansiones de estilo ibicenco que se pueden ver desde el mar y otros sitios menos glamurosos, como unas ciénagas llenas de lodo que son refugio de aves en invierno y donde retozan los turistas en verano (Paris Hilton incluida) aunque ahora, por desgracia para los amantes de la guarrada, el baño ha sido prohibido.
*Imagen: bañistas con lodo en la isla del Espalmador / Flickr
Esto es porque con tanta gente chapoteando en el barrizal las numerosas aves que en él habitan estaban empezando a evitar el lugar, así que ahora unos grandes carteles prohíben el baño a los humanos.
La isla ahora mismo se encuentra a la venta por 22 millones de euros, por si hay algún lector interesado, aunque yo no sé si merece la pena pagar ese dineral por tener la casa rodeada, durante todo un verano, de bañistas desnudos llenos de barro y cientos de barcos fondeados alrededor.
Yo me limité a observar desde mi barco las playas de la isla; no bajé a tierra. Atravesé remando el Pas de Estrocador, que es así como se llama el paso que separa Formentera de la pequeña Espalmador y que suele ser punto habitual de choque y cruce de corrientes.
Este paso tiene muy poca profundidad: tan somero es que en determinadas mareas bajas es posible cruzar de una isla a otra caminando, aunque no es práctica recomendable pues la corriente suele llevarse todos los años a algún bañista despistado y eso resulta peligroso.
Volví a cruzar el Paso cuando las olas chocaban unas con otras. Luego continué en dirección sur por la vertiente oeste de Illetes hasta llegar a una playa cercana al lugar donde había dejado mi coche aparcado.
Tras el privilegio que supone recorrer la parte norte de Formentera sin cruzarme apenas con una sola persona he decidido continuar explorando la isla. Seguiremos informando.