Olvídate de los alimentos procesados
Hace ya algún tiempo que vengo dándole vueltas al grave problema que nos estamos labrando con los alimentos. A ninguno se nos escapa, a estas alturas, la manera en la que ha aumentado el número de afectados por alergias alimentarias, intolerancias, diabetes, problemas coronarios, obesidad… Y os puedo asegurar que con lo relativamente poco que he podido investigar y averiguar, cada vez tengo más claro que somos lo que comemos, y que si lo que nos llevamos a la boca tiene una calidad nutricional baja, nuestro cuerpo no solo lo nota sino que reacciona a ello.
Maria Cayuela, responsable de Cres Genomic, explica que, si bien la población está cada vez más interesada por la comida sana, “muchas veces este interés va en contra de los beneficios de la industria alimenticia, ya que muchas de ellas invierten grandes cantidades de dinero en sus productos y la promoción de los mismos, de tal manera que al consumidor le apetezca a la hora de verlo en el supermercado”. Y esto, por supuesto, complica mucho nuestro intento de evitar estos alimentos.
“Es muy importante aprender a entender qué es un alimento procesado”, dice Maria Cayuela. “Son aquellos que contienen un gran número de ingredientes, aditivos y han llevado un proceso complejo de cocinado”. Es decir, podríamos pensar que una paella cocinada en casa es un alimento procesado por el hecho de haber sido manipulado, pero la diferencia es que para que la paella que compramos ya hecha en el supermercado se mantenga durante mucho tiempo ha tenido que ser sometida a unas temperaturas más altas de las normales, y se le han añadido una serie de componentes tanto para potenciar su sabor como para que se conserven durante más tiempo, que lo que hacen es disminuir muchísimo su valor nutricional, dejando únicamente las calorías. “Muchos alimentos procesados emplean ingredientes de bajo valor nutricional, como puede ser el empleo de grasas como el aceite de palma o la manteca de cerdo para la elaboración de algunos dulces; harinas que se emplean como aglutinantes para compactar salsas o carnes; azúcares que enmascaran sabores de otros aditivos; o sal y otros ingredientes que potencian el sabor que son muy poco beneficiosos para la saludMuchos alimentos procesados emplean ingredientes de bajo valor nutricional, como puede ser el empleo de grasas como el aceite de palma”, indica Cayuela.
Por todo esto, creo que lo mejor que podemos hacer por nosotros mismos y por nuestras familias es abandonar este tipo de productos y volver a una alimentación más natural. Pero reconozcamos que la gran oferta que tenemos de estos productos lo convierte en una misión bastante difícil, además de que, por desgracia, es más económico comer mal que hacerlo bien. Por lo que aquí os dejo algunos consejos para que, poco a poco, alcancemos nuestro objetivo:
- En primer lugar y más importante, emplear materias primas a la hora de cocinar, evitar platos ya preparados. Creo que tenemos que reconciliarnos con la cocina. Además, si los niños participan en ella luego comen mucho mejor lo que ellos mismos han ayudado a preparar. Así que, ¿y si en lugar de unos nuggets, compramos pechugas de pollo y los preparamos nosotros? Podemos sustituir el pan rallado por cereales como el trigo o el maíz, que es mucho más sano y el resultado es incluso mejor.
- Si eres de los que le gusta endulzarse la vida, olvídate de la bollería industrial y sustitúyela por fruta. Hay una variedad infinita, no hace falta que te quedes en el trio plátano-naranja-manzana. Además, puedes prepararla en macedonia, smoothies, brochetas…Tu cuerpo te lo agradecerá.
- Sin embargo, si eres de los que la fruta le da pereza, ¿qué tal si preparas algo dulce en casa? Te vas a ahorrar un montón de aditivos innecesarios y probablemente, con un poco de práctica, te salgan recetas mucho mejores de las que compramos en el supermercado. Puedes hacer barritas de cereales, por ejemplo, con trigo, miel, cacao puro y frutos rojos ¡Aprovecha los cereales integrales!
- Intenta moderar el consumo de azúcar refinada. Puedes sustituirla por miel, sirope de ágave o, si te atreves y ya como remedio perfecto para dejar atrás el azúcar, triturando dátiles e higos secos con un poco de agua. Te saldrá una pasta dulce que sustituirá perfectamente al azúcar en tus elaboraciones.
- Di adiós a los refrescos y a las bebidas carbonatadas. Sustitúyelas por agua con rodajas de limón y pepino, por ejemplo, que es muy refrescante para el verano. De hecho, puedes echar cualquier fruta en una jarra de agua para que adquiera su sabor. Por otra parte, hay miles de infusiones y tés esperando a que las descubras. Juega con ellas, con las frutas… Tendrás bebidas con sabor pero mucho más sanas.
- De vez en cuando, intenta consumir alimentos poco cocinados, como las verduras al vapor y las ensaladas, ya que así conservan todos sus nutrientes.
- Lleva siempre una lista de la compra al supermercado y planifica el menú de la semana. Eso te ayudará a no comprar cosas que no necesitas y, sobre todo, a no caer en la pereza y cocinar cualquier cosa o pedir comida fuera.
- Por muy cansados que lleguemos a casa, no se tarda nada en preparar una pechuga a la plancha o una buena ensalada con fruta, queso fresco, frutos secos… ¡No hay excusas!
- Ojo con los productos light. Si bien pueden tener un 20% menos de calorías, no nos garantizan que el producto sea más saludable.
- Varía tu consumo proteico semanal en aves, carnes, pescados y huevos. Tener una dieta variada ayuda a evitar tentaciones por salir de la rutina.
Seguir estas normas te ayudará a llevar una dieta más saludable, intenta introducirlas poco a poco. En el proceso habrá momentos en los que te apetezca mucho consumir algún alimento procesado. Hazlo, es mejor quitarse las ganas que hacer crecer la bola. Eso sí, siempre que sea un consumo muy esporádico y controlado.