Nagore Zamarreño era profesora en un colegio de San Sebastián. Su preocupación era enseñar a sus alumnos los valores en los que cree, el respeto a los demás y la buena convivencia, pero tuvo que enfrentarse al ciberacoso de un grupo de alumnos que le hicieron la vida imposible.
Una alumna de 12 años la tomó con Nagore y a las faltas de respeto en el aula se sumaron los ataques a través de las redes sociales. La niña hacía fotos a la profesora durante las clases, las subía a las redes sociales y luego escribía comentarios vejatorios e insultos. Cuando Nagore se enteró le afectó mucho, pero aun así tuvo que seguir yendo a dar clase.
Las consecuencias psicológicas del ciberacoso fueron enormes para Nagore. Fue al médico e inmediatamente le dieron la baja. Entró en una profunda depresión, tenía pavor a volver a las aulas e incluso fobia a ir a Donosti, por miedo a encontrarse con los alumnos o con sus familias. Por si fuera poco, cuando se recuperó y pudo reincorporarse a su puesto de trabajo le comunicaron que ya no contaban con ella.
Tras todo lo ocurrido, Nagore decidió denunciar tanto a la alumna como al colegio, que no había hecho nada para acabar con el ciberacoso. La profesora perdió el primer juicio porque la jueza consideraba que, como la alumna había pedido perdón, ya era suficiente. Nagore recurrió y la segunda vez los tribunales le dieron la razón.