Sonia Vivas tenía un sueño: ser policía. Fue la única mujer de su promoción, 89 hombres y ella. Pero lo que nunca imaginó fue el acoso al que la someterían durante ocho largos años. Lejos de amedrentarse, ella les hizo frente y les denunció cruzando así la frontera del silencio: un policía nunca denuncia a otro. Esta es su historia.
"Mi vida cambió cuando entré en la policía motorizada", revelaba Sonia. La policía comenzó entonces a sufrir insultos y vejaciones "por el hecho de ser mujer y lesbiana". Lo que más le dolía, además, era ver cómo el resto de compañeros le reían las gracias a sus agresores.
El acoso que sufrió Sonia le causó varias consecuencias psicológicas, como la bulimia nerviosa. Aún con todo, se animó a denunciar aunque confiesa que hoy en día sigue teniendo miedo de las represalias.