Sara nunca ha tenido una vida fácil. Sus padres mantuvieron una relación tormentosa y eran muy jóvenes cuando la concibieron. Ella solo era un bebé cuando su padre entró en prisión y su madre se va a trabajar fuera, mientras, es cuidada por sus abuelos maternos. Al poco tiempo, estos fallecen y pasa al cuidado de su madre paterna con la que no tiene buena relación. Sara solo recuerda dos momentos con su padre. Con cuatro años, mientras daba una vuelta por el rastro con su tía y con seis años, él intenta un acercamiento a la salida del colegio pero Sara decide no irse con él.
Un año más tarde, Sara vuelve con su madre y aunque no mantienen una relación perfecta, encuentran el refugio que necesitan juntas en un pueblo de Toledo. Con 20 años conoce a su actual pareja y padre de su hija con el que logra la estabilidad que siempre ha necesitado. Gracias al apoyo de su pareja, llama a su padre y en una conversación muy fría, siente la necesidad de conocerlo en persona. Ahora, a sus 24 años y siendo madre, por fin ha dado el paso de dejar atrás los reproches y retomar el contacto con su padre, quien acude al plató.