No vinieron a Wembley los españoles de España, pero los del Reino Unido demostraron a la Roja que podía sentirse como en casa. Inferiores en número, los aficionados españoles se subieron al partidazo de su selección y acallaron durante gran parte del partido a la bulliciosa hinchada "azzurra".
Según la UEFA, había 9.000 españoles por 11.000 italianos, pero en realidad las gradas estaban pobladas por más "tricolores" que rojigualdas. Poco importó. Los españoles fueron revoltosos como Dani Olmo, despiertos como Pedri y punzantes como Morata. Cierto es que les ayudó mucho en sus bríos la superioridad que sobre el campo desplegaba la selección.
Dueña del balón, España complicaba mucho la tarea de los "tifosi", que sólo se hacían notar en las embestidas a la contra de su equipo, que pese a todo llevaba mucho peligro cada vez que superaba el centro del campo.
Aunque vivan en Londres, Mánchester o Glasgow, se llaman Mar, Pablo, Fernando, Íñigo, Carlos, Arantxa o María. No es habitual que puedan seguir a la selección, y para muchos de ellos se trataba de la primera vez que veían a la Roja en directo.
Tras décadas en las islas -algunos de ellos incluso todas sus vidas- desempolvaron banderas españolas y pusieron rumbo a la catedral del fútbol después del trabajo, en algunos casos. En otros, incluso tras haberse cruzado Gran Bretaña de punta a punta para venir en coche y volver por la misma noche a su hogar en Escocia.
Era su oportunidad, "once in a lifetime", una en la vida, como se dice aquí. Se llevaron una derrota dolorosa. En los penaltis. Inmerecida. Pero es probable que la experiencia se quede con ellos ya para siempre.
Raffaella Carrà hermanó a las dos aficiones antes y después del partido. "Scoppia scoppia mi sco! Scoppia Mi Scoppia il cuor", cantaba la artista recién fallecida por los megáfonos de Wembley. El DJ optó por la versión italiana, por supuesto. Para las gargantas españolas la misión de convertirlo en "Explota explota me expló, explota explota mi corazón".
Había ganas de fiesta, pese a que el tiempo y la pandemia no acompañaban. Ya se sabe lo que se suele decir cuando se juntan españoles e italianos y hay ganas de jarana.
Tampoco faltó por los altavoces el "Que viva España" de Manolo Escobar, y hubo quien en la grada se atrevió a lanzarse con la Macarena, sin excesiva suerte.
Más eco encontraron otros clásicos de la selección como "Yo soy español" o un muy celebrado "italiano el que no bote", que fue replicado a duras penas por los pitidos transalpinos. Eso es lo malo si alguien se quiere poner faltón: a un italiano le llevará mucho menos descifrar la ofensa que a un danés o a un inglés, por poner otros dos semifinalistas.
Italia pasó y España quedó eliminada. Es lo que tienen las tandas de penaltis. Pero pese a la amargura, los miles de españoles que se acercaron a Wembley, esos que llevan media vida siguiendo a la Roja a través de la televisión pero apenas han podido verla en directo, seguro que recordarán el día con una sonrisa.
La misma con la que Luis Enrique y Morata se llevaron las mayores ovaciones de la noche, después de haber sido tan cuestionados en suelo español.