Después de barajar todas sus posibilidades, Violeta decide tener a su hijo y convertirse en madre soltera. Aunque con miedo a su reacción, la joven le hace llegar su decisión a Sor Eulalia, que promete ayudarle en todo lo que esté a su alcance. Visiblemente aliviada, Violeta le da la buena noticia a Sor Herminia, a la que se encuentra muy unida. Pero la monja tiene algo que contarle: ya no trabaja en neonatos y, por lo tanto, no podrá estar a su lado durante el parto.